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Columnistas

Tres gestos a evitar para que no descubran que estás mintiendo

Por Renata Marinelli

Sí, sí, ya sé que siempre te dijeron que hay que decir la verdad, que la mentira tiene patas cortas y que sólo la gente honesta va al cielo. Ahora, ¿alguna vez te preguntaste si la gente que te dijo eso estaba siendo totalmente franca? Tranqui, no vine a sembrar incertidumbres, sólo a darte algunos consejos prácticos para que tus mentiras sean convincentes porque, con la mano en el corazón, todo el mundo miente (algunas personas más que otras).

Un estudio de la Universidad de Kunchingtan realizado en poblaciones urbanas y rurales de los cinco continentes revela que el 95% de la población adulta miente un promedio de 15,4 veces al día; el 4% lo hace 55,8 veces por jornada y el 1% restante son políticos y políticas de carrera. Esto nos confirma lo asegurado en el párrafo anterior: todo el mundo miente.

Asimismo, el estudio arroja una estadística muy interesante: de un total de 48.062 mentiras analizadas, sólo 47 de ellas resultaron exitosamente convincentes… el resto fueron medianamente convincentes (8.591 mentiras) y nada creíbles (39.424). Pero, ¿por qué un grupo tan reducido de mentiras fueron creídas completamente? Y, sobre todo, ¿qué tenían en común estas falsedades exitosas? La respuesta es sencilla: la forma en que se pronunciaban, nada más ni nada menos.

De un total de 48.062 mentiras analizadas, sólo 47 de ellas resultaron exitosamente convincentes…

Las personas novatas en el arte de mentir suelen demostrar con gestos involuntarios la falta de veracidad en sus dichos. Ejemplo de situación: te estás probando un pantalón en un negocio y la vendedora te asegura que te queda fabuloso. Vos tenés unas ganas bárbaras de creerle, ya es como la quinta tienda que visitás y te querés sacar de encima cuanto antes el trámite, peeero… mirás la cara de la vendedora cuando te está diciendo que te queda pintado y te das cuenta de que ese pantalón, una vez que llegues a tu casa, va a morir en el placard con la etiqueta puesta sin ser nunca estrenado. La verdad es dura: el pantalón te queda horrible, esa panza no se disimula con nada y las vendedoras son aduladoras profesionales.

Pero en lugar de ejercitar abdominales, ejercitemos el poder de la observación: ¿cuáles fueron las pautas gestuales que te hicieron dar cuenta de que sus dichos no eran ciertos? O, mejor, te propongo que aprendamos de los errores ajenos para perfeccionar nuestras propias habilidades. Por eso, cuando planees mentir, prestá atención a no cometer los siguientes deslices gestuales:

  1. Vista al frente. Nada de mirar de reojo ni hacia abajo: vista clavada en los ojos de la persona a quien estás mintiendo.
  2. Firmeza de la voz. La mentira tiene que ser emitida con seguridad, sin titubeos, temblores o risitas nerviosas. Podés hacer ejercicios de respiración antes (no durante, puede resultar sospechoso)
  3. Tensión en los músculos faciales. Una vez finalizada la emisión de la mentira, toda la cara debe quedar en situación de reposo. Nada de tics como guiños, morderse los labios o llevarse las manos a la boca para comerse las uñas. He conocido casos extremos en los que el sujeto mentiroso tocaba la punta de su nariz para comprobar que no había crecido. Esto último está fuertemente desaconsejado.

Bonus track para mentir por escrito: incluir datos (en lo posible, con muchos números y porcentajes) que sean difíciles de probar. Ejemplo, esta nota.

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