Por Feminacida
“Yanina Latorre y Cinthia Fernández dicen que vos tenés como una cosa de discriminación hacia las personas flacas”, le dijo hace algunas semanas la movilera Maite Peñoñori a la artista salteña y activista por la diversidad corporal Mar Tarres en un móvil del programa Los Ángeles de la Mañana. Ni esa intervención ni las preguntas que siguieron después fueron ingenuas. “Y cuando te marcan que vos hacés negocio de tu militancia, te molesta, ¿no?”, insistió, a lo que Tarres respondió: “¿Por vender ropa para gordas? Es un negocio tan digno como vender ropa para flacas”. Al poco tiempo, la escena reavivó el debate sobre los discursos gordoodiantes. Pero ¿cómo los identificamos en los mensajes que gestan y reproducen los medios de comunicación? ¿De qué manera se construyen abordajes responsables?
Desde hace años, los activismos gordos buscan hacer visible aquello que se cuela en nuestra cotidianidad y que es necesario desarmar y erradicar: la violencia, la discriminación y el estigma. Alejarse de una mirada simplista permite entender que el cruce en Los Ángeles de la Mañana no se trata de una guerra entre mujeres gordas y flacas. El tratamiento es superficial, está corrido de foco y no aborda la problemática de fondo. “Me sentí muy violentada y quizás les lleve años entender el porqué —asegura Tarres en comunicación con este medio—. Uno no nace odiando su cuerpo, la sociedad te enseña a odiarte”.
Los activismos gordos buscan hacer visible aquello que se cuela en nuestra cotidianidad y que es necesario desarmar y erradicar: la violencia, la discriminación y el estigma.
Para poder identificar esos discursos, Laura Contreras, activista gorda, abogada y doctoranda en Estudios de Género, dice que primero es necesario definir los términos gordofobia o gordoodio: “Son palabras paraguas: debajo de ellas nos estamos queriendo referir a algo más que a una fobia o a un odio. Se trata de toda una estructura desigual, jerárquica, que pone a la delgadez como un índice de salud y por encima de la gordura. Eso asegura una matriz de opresión para las personas que encarnamos esos cuerpos. No son palabras precisas terminológicamente, son amplias y dan lugar a distintas interpretaciones”.
Pero una vez identificados, Contreras reconoce que no es sencillo desmontarlos: muchas veces vienen avalados por otros discursos de peso, como los científicos. “Dan cuenta de relaciones de poder y de fuerte disputa para imponer determinados paradigmas, en este caso, patologizantes. Pensemos, por ejemplo, que la homosexualidad estuvo catalogada como una enfermedad gran parte del siglo XX. Lo mismo sucedió con las identidades trans. Más allá de que esto en nuestro país no suceda desde el 2012 por la sanción de la Ley de Identidad de Género”, explica.
Afilar el ojo en los consumos
“Cuando me fui de San Juan, mi santa madre Laura me dijo: ‘Darío, vos no sos un chico muy muy genio así que si Dios te da la oportunidad de no morirte de hambre (que no pasó…) no la desaproveches’''. Darío Barassi, que está a punto de decirle la próxima consigna a una de las participantes del programa “100 argentinos dicen”, bromea sobre su peso. En las subsiguientes emisiones y apariciones públicas, ese tipo de “chistes” hacia él mismo tendrán un lugar central. Ahora bien, ¿qué tipo de representaciones, de las que vemos a diario en la televisión y en los medios en general, contribuyen a perpetuar violencias y/o discriminaciones? ¿Cuáles son las historias que se eligen contar cuando hablamos de cuerpos gordos?
Para Brenda Mato, modelo plus size, activista por la diversidad corporal e impulsora de la Ley de Talles, las representaciones son poco felices. “Pareciera que la única forma de ocupar esos espacios es tirarse tierra. No podés ser uno más. Formar parte de eso implica que te hagas cargo de que sos una basura, que estás en ese lugar casi de regalado y que tenés que adaptarte como tal. Todavía no llegamos a la parte de despertarnos para poder hacer un cambio. Pareciera que nuestra vida gira en torno al peso, que no empieza hasta que bajamos esos supuestos 30 kilos que tenemos de más. Nuestras vidas ya empezaron, están sucediendo y tenemos todo el derecho de disfrutarlas”, asegura.
Las y los espectadores consumen a diario historias conmovedoras, sufridas, “de superación”. Siempre situadas en el plano personal-individual y alejadas de una lectura social, política y económica más profunda. Se ubica a las personas gordas en un eterno estado de transición. Tal como menciona el libro Cuerpos sin patrones, publicado por Editorial Madreselva, “la gordura es, indudablemente, una variable a ajustar (individual) y una variable de ajuste (social)”.
La activista Camila Molteni insiste con que la elección del qué mostrar contribuye a generar estereotipos alejados de la realidad. “Está buenísimo ante todo preguntarnos: ¿Dónde están las gordas, los gordos? —propone—. Te los vas a cruzar en la calle muchas veces al día y en la televisión definitivamente no. Todos esos odios hacia personas que no son la hegemonía tienen la misma base que es el desconocimiento y el sentir que se trata de alguien completamente ajeno. Cuando en realidad nosotros y nosotras estamos en la vida diaria, en todos lados”.
Desarmar el fantasma de la gordura
Una nota publicada en Clarín, en enero de este año, alertó que Argentina se encuentra entre los países en el que sus habitantes subieron más de peso durante la pandemia. La mayoría de los medios masivos replicaron la misma información. “Qué diferente serían las cosas si este tema dejara de estar en agenda y pasaran a ocupar ese lugar la salud integral y la alimentación saludable, ¿no?”, criticó en su perfil de Instagram Jésica Lavia, autora del libro Pese lo que pese y nutricionista especialista en la diversidad corporal.
“El mismo noticiero habla sobre la Ley de Talles, da un mensaje de que está re mal la discriminación y al otro día llama a una nutricionista y pone una placa que dice ‘la obesidad es la segunda pandemia’. Mismas personas, mismo programa y misma indignación. La Organización Mundial de la Salud dice que la obesidad es una enfermedad. No hay una mirada que se corra de eso. Y no se puede correr porque son medios funcionales al sistema, pero también tiene que ver con el miedo a la gordura. Nadie quiere ser gordo o gorda. Y eso quedó muy demostrado el año pasado. Entonces no discriminan a las personas gordas, pero les dicen que tienen que adelgazar porque si no, se van a morir. Eso es violencia”, señala Samanta Alonso, activista gorda y comunicadora feminista.
Fueron tantos los memes y los “chistes” que se reprodujeron a días del comienzo del aislamiento social, preventivo y obligatorio en marzo de 2020, que el INADI publicó un informe con intención de “invitar a reflexionar sobre los fundamentos, el origen y los resultados violentos y excluyentes que generan los discursos gordofóbicos”, junto con una serie de recomendaciones para comunicadores y usuarios de las redes sociales en tiempos de Covid-19.
Los activismos proponen una micromilitancia constante, en todos los ámbitos, incluso en los círculos cercanos de pertenencia y desarrollo, en las escuelas a través de la Educación Sexual Integral. Y exhortan a quienes comunican para que dejen de violentar o discriminar por desconocimiento o extrañeza, para que no hagan foco sobre el cuerpo ajeno, para que se adecúen a los tiempos que corren. Es una invitación a ser más responsables.