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Ciencia

Demiurgos de un nuevo planeta: así avanzan los proyectos para revivir a especies ya extintas

Extintas

Nosotros los humanos, tenemos un largo prontuario extinguiendo especies. Desde que abandonamos África, hace unos cien mil años, hemos ido colonizando cada zona del planeta y desplazando en este camino a sus anteriores ocupantes. Para peor, en los últimos 500 años, esta tendencia se exacerbó significativamente.

Por esta razón es que hoy, con la tecnología actual, surge la posibilidad de traer nuevamente a la vida a algunas de las especies que hemos erradicado. A continuación, se presentan los proyectos que se están llevando a cabo en el mundo para recuperar especies, las técnicas que se utilizan y las razones por las que los científicos creen que deberíamos hacerlo.

Estrategias para recuperar la biodiversidad

Existen distintas técnicas para traer de vuelta a una especie extinta, o al menos, un individuo con un aspecto representativo de ella. La primera que se utilizó fue la cría selectiva, que consiste en cruzar individuos de especies genéticamente cercanas que exhiban las características de la que se quiere obtener, como se hace en la cría de perros o caballos.  

Fue implementada por primera vez en 1921 por los zoólogos alemanes Heinz y Heck, para recuperar el Uro Euroasiático (ancestro salvaje de todo el ganado vacuno actual) que se extinguió en 1627 por su caza indiscriminada. Esta estrategia se usa también en el Proyecto Quagga (un subtipo de cebra con rayas solo en el cuello y cabeza) que busca recuperar a este equino extinto en 1883 y en el que se viene trabajando desde 1987.

La llegada de Dolly en 1996, el primer animal obtenido a través de clonación, nos trajo la posibilidad de desextinguir especies a través de esta tecnología. Para ello se necesita tener conservado el ADN de la especie que se quiere recuperar y también una especie similar desde el punto de vista genético que sirva para gestar al individuo. Mientras más cercanas sean las especies, más factible es que el embarazo llegue a término.

Esta técnica se utilizó en 2003 para traer de nuevo al Bucardo, una especie de cabra montés cuyo último individuo había muerto en el año 2000, pero del cual se había tomado una muestra de reserva. A partir de esta, un grupo de científicos españoles y franceses, extrajeron el ADN y lo insertaron en un ovulo de una cabra montés. Si bien lograron que el Bucardo naciera, convirtiéndose en la primera especie desextinguida, la cría solo vivió 7 minutos, ya que llegó al mundo con un defecto pulmonar congénito.

La otra técnica que se utiliza es la edición genética, que consiste en tomar el ADN del embrión de una especie similar a la que se quiere recuperar y modificarlo en el laboratorio para que exprese las características del animal extinto. Para esto tengo que conocer el genoma de la especie que se quiere traer de vuelta (que se construye a partir de muestras de ADN que se van recolectando) y el resultado final no es la antigua especie erradicada, como en el caso de la clonación, sino un hibrido entre ambos animales con el aspecto del que se quiere desextinguir. 

Algunos optimistas como el Paleontólogo estadounidense Jack Horner, famoso por ser el supervisor científico de la película Jurassic Park, sostienen que pueden fabricar un dinosaurio (o algo con su apariencia) a través de esta técnica aplicada sobre embriones de ave, que son los descendientes más cercanos de estas míticas criaturas. Revive & Restore, una organización sin fines de lucro fundada por Stewart Brand, la implementa para recuperar a la paloma migratoria (extinta por la caza masiva en 1914) y el urogallo norteamericano (desaparecido en 1932).

Es que, con estas herramientas, la imaginación de los científicos vuela y los argumentos para justificar la restauración de una determinada especie se encuentran fácilmente. Visto que la técnica lo permitiría y que presuntamente los humanos habríamos colaborado en su extinción, hasta se ha planteado traer de vuelta a la vida a nuestro primo hermano homínido, el Hombre de Neandertal, una especie prácticamente indistinguible de nosotros. 

Proyectos para desextinguir al Mamut lanudo

La desextinción del mamut lanudo probablemente sea el proyecto más ambicioso dentro de los que son llevados a cabo por organismos de ciencia serios y esto se debe a que esta especie desapareció hace mucho más tiempo que las otras que se quieren resucitar. Ahora, ¿por qué deberíamos recuperar esta especie? La razón, para aquellos que defienden esta empresa, es ecológica.

Estos gigantes de la era glacial, al desplazarse y pastar, iban modificando su ecosistema y ayudaban a que el suelo se mantuviese congelado. Cuando desaparecieron, la estepa mamut que se caracterizaba por praderas verdes, se transformó en una tundra de musgo infértil, que se mantuvo de esta manera cómo podemos ver en la mayor parte de la actual Siberia.

Sergei Zimov (biólogo de la Estación científica del Noreste de Siberia) ha demostrado que en las zonas donde los animales pastan, hay algunos grados menos en promedio y que por esta razón la presencia de los mamuts ayudaría a mantener el Ártico frío. Además, debajo del permafrost que cubre esas tierras estériles hay una enorme cantidad de carbono (500 gigatoneladas) que entraría en contacto con la atmosfera si este se derritiese, acelerando el calentamiento global que se produce por los gases del efecto invernadero. La presencia de grandes herbívoros pastando en la zona, ayudaría a impedir que esta bomba de carbono explote.

Por eso Zimov viene preparando su Parque del Pleistoceno desde 1996. En esta reserva, ubicada en la republica de Sajá (Rusia), uno de los lugares más fríos del mundo, está criando animales herbívoros como caballos yakutos, alces y renos, para que pasten y vayan preparando el terreno para la llegada del gigante extinto.  Para completar el ecosistema y mantenerlo balanceado, agregó algunos carnívoros de la zona como el oso polar y el glotón.

La carrera por el resucitar al mamut viene desde hace años. Los científicos japoneses Iritani y Goto, así como también el surcoreano Woo Suk Hwang, trabajan con la técnica de clonación, que consistiría en gestar al mamut en una hembra de elefante asiático (su pariente más cercano), insertando el ADN obtenido de fósiles congelados en sus óvulos. Si llegarán a lograrlo ―cosa que hoy por hoy es difícil por la cantidad de dificultades técnicas que implica clonar gestando en un animal distinto― tendríamos entre nosotros un mamut lanudo exactamente igual que los que pastaban por el norte hasta hace algunos miles de años.

Pero el proyecto que parecería estar más cerca de llegar al objetivo planteado es el del genetista estadounidense George Church, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard. Para financiar los trabajos, un grupo de empresarios fundó la compañía Colossal Laboratories & Biosciences la cual cuenta para esta empresa con una financiación de 15 millones de dólares.  Church trabaja con edición genética, en lugar de clonación, que al momento es un poco más factible.

En este caso, ellos piensan tomar un ovulo de elefante asiático y reescribir su ADN para que este exprese las características del mamut lanudo (por ejemplo, piel grasosa y peluda). En este caso no se llegaría a un clon de la especie extinta hace miles de años, sino que se obtendría un híbrido entre elefante asiático y el mismo. A los directores del proyecto, esto no les importa, porque solo con que el individuo se parezca y comporte como su pariente antiguo, ya serviría para su función ecología ―y comercial―. Estiman tener el su bebe de mamut lanudo para el año 2027.

Tanto en este proyecto como en los anteriores mencionados, lograr que el individuo de la especie a recuperar nazca, es solo el principio. Después, hay que ver si logra tener una vida larga y saludable, quién lo criará en sus primeros años ―ya que no ni tiene parientes de su misma especie―, cómo haría para reproducirse y si puede adaptarse al ecosistema modificado al que va a llegar. Todo esto es tan desafiante como la desextinción en sí misma.

Es claro que tarde o temprano tendremos la posibilidad de recuperar a cualquier especie que haya vivido en nuestro planeta, o por lo menos a las que han convivido con nosotros, lo que nos da una carta más para jugar a que somos dioses. Si bien esta es una herramienta más, y como tal no es ni buena ni mala, la reflexión que surge es siempre la misma: ¿No sería mejor invertir nuestro dinero y energía en cuidar lo que nos queda en lugar de encandilarnos con el brillo de nuestros nuevos juguetes?