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Sociedad

"Nuestra venganza es ser felices": la historia de supervivencia y rebeldía de Sonia Sánchez

Sonia Sánchez en el estreno del documental sobre su historia.
Por Lucila Colombo |Sol Tobía

Sonia Sánchez sobrevivió a una de las formas más extremas de violencia contra las mujeres y su relato es un testimonio crudo y potente sobre el horror y la fortaleza de aquellas que salen vivas. Malena Villarino pudo escribir y dirigir un documental sobre su caso, que, a su vez, es representativo de la situación de 2,4 millones de mujeres, según calcula la OIT, a lo largo de todo el mundo. La directora de la película y su protagonista, junto al equipo técnico, asistirán hoy a la proyección de las 20.15 en el cine Gaumont, que acompañarán con una performance y un debate, hacia el final de la película, con motivo del Día Mundial contra la Trata de Personas. 

Sonia Sánchez protagoniza el documental Nuestra venganza es ser felices, dirigido por Malena Villarino y recientemente estrenado en el Gaumont. Es sobreviviente de prostitución y trata de personas, y narra con su propia voz su historia de explotación y supervivencia. “La idea de hacer la peli surgió a partir de un tema que siempre me conmovió y me horrorizó: la explotación sexual y la trata de personas. Estuve seis meses viviendo en Buenos Aires y cruzando la Plaza Miserere a diario empecé a ver todos los días las chicas explotadas en las esquinas, de distintas nacionalidades y distintas edades”, recordó Malena Villarino en diálogo con Diario Con Vos.

Con el formato del cuento de hadas, la voz en off de Sonia abre la película con el clásico “había una vez” del maravilloso, el género en el que todo puede pasar, porque las leyes de este mundo no rigen la estructura del mundo narrado. Si todo puede pasar, el gesto rebelde y transgresor de Sonia recuerda un estadio pre-patriarcal, pero el relato se tuerce y los sucesos, cada vez más violentos, se suceden casi sin pausa: con sólo 16 años, Sonia viaja desde Chaco en busca de una vida mejor, un sueño americano adaptado a la realidad argentina, o una pesadilla neoliberal disfrazada de sueño.

La peli parte de la historia de Sonia, muestra su transformación, de objeto de explotación sexual a sujeta de derechos, y a mujer escritora y militante. 

Malena Villarino

En Buenos Aires le esperan condiciones hostiles y serviles de trabajo como empleada doméstica bajo la modalidad cama adentro, de las que Sonia reniega convencida de la viabilidad de perseguir “el progreso”. El desenlace es desolador: ante su protesta para que su situación socioeconómica mejore, lo que le espera es todavía peor, un giro al que el sistema nos acostumbra, porque cualquier resistencia a los abusos viene aparejada de amedrentamiento y castigo. Su jefa la echa y consigue a otra joven igual de vulnerable, pero que no se rebela.

A Sonia, atravesada por el hambre y el desamparo, la prostituyen diferentes varones que la abordan en la calle y la llevan con ellos a diferentes telos de la Ciudad de Buenos Aires, en los barrios porteños de Flores y de Once. En su relato, su voz dulce y fuerte denuncia reiteradas veces el trasfondo de su reducción a objeto sexual: la indiferencia de una sociedad entera que mira para otro lado porque la puta “no sos vos, no es tu hija, no es tu hermana, no es tu vecina, no es tu prima”.

Nuestra venganza es ser felices se proyectará toda esta semana en el cine Gaumont a las 20:15 horas y este domingo habrá un debate post-función con motivo del Día Mundial contra la Trata de Personas.

La sucesión de imágenes, que yuxtapone los bares, boliches y prostíbulos con los anuncios de lencería con mujeres desnudas de las calles porteñas se chocan con la mirada de Sonia Sánchez, que circula por la ciudad mientras comenta sobre su primer torturador-prostituyente. Así llama a los varones que la consumieron, mientras que se refiere a los prostíbulos como “campos de concentración a cielo abierto”.

“Lo que quisimos hacer es y fue y será desenmascarar al sistema patriarcal, al Estado, a todas las violencias, las violencias machistas más sutiles laborales, psicológicas, físicas, económicas a las que estamos sometidas, por más que haya un discurso que se está instalando, que dice que las mujeres ya estamos liberadas o que podemos decidir sobre nuestro cuerpo”, expresó la directora del documental. En este sentido la voz en off de Sonia recuerda en el filme la violencia del primer hombre que la prostituyó: “No recuerdo cómo era, tampoco recuerdo los del día siguiente, no recuerdo cómo abusaban de mí, tampoco sabía que siendo puta en la ciudad de Buenos Aires me llevaban detenida”.

Nuestra venganza es ser felices es la historia de Sonia pero es la historia de todas nosotras, y la felicidad es algo que se construye de forma colectiva y a través de redes.

Malena Villarino

Para Sonia Sánchez está claro que, para prostituir a una mujer, el primer paso es anular su humanidad porque ninguna persona puede soportar “entre 20 y 30 violaciones por día”, perpetradas por distintos tipos, uno atrás de otro. “¿Y ahora qué hago?” preguntó Sonia a la mujer que veía parada siempre en la Plaza Miserere una vez que se acercó a pedirle ayuda y ésta la mandó a ducharse en un baño de la estación. “Nada, sentate, los hombres van a hacer todo”, le respondió, “y así apareció el primer torturador prostituyente”, sobre el cual la sobreviviente agregó: “Recuerdo de él sólo su violencia”.

“Yo seguía aprendiendo a través de las violaciones, a través de los golpes”, narra su voz, que por momentos se mezcla con el llanto y la furia. En vez de recibir ayuda, recibió persecución. Al principio ella no lo sabía, pero si la policía la encontraba en situación de prostitución se la llevaba presa. Después de 21 días en el calabozo, Sonia encontró un aviso clasificado en el diario: “Se busca camarera, buen pago. Río Gallegos”. Era mentira. “No necesitamos una camarera, vas a ser puta”, le dijo la esposa de Tarantini, un hombre a quien Sánchez señala como uno de los cinco proxenetas que manejan la prostitución en Santa Cruz.

La que sostiene y promueve la trata es la prostitución. La trata con fines de explotación sexual existe porque existe la prostitución, la prostitución existe porque existen los varones que van de putas.

Sonia Sánchez

Pero esta vez, en lugar de un solo violador como el que se le acercó en Plaza Miserere y la llevó a uno de los telos de la zona, le organizaron un “ablande”.  De nuevo, Sonia no sabía qué le iban a hacer. Las mujeres prostituidas recluidas en el bar-cabaret donde habían pedido “mozas” para atender las mesas no le decían, y Sonia volvía a preguntar, pero no había palabras que pudieran nombrarlo. Todas habían pasado por eso, le dijeron. Después de esa noche la llevaron al hospital por los golpes y lo lastimado que tenía el cuerpo. Estuvo una semana internada en el hospital de Río Gallegos. Ni las enfermeras, ni los médicos, ni los demás pacientes le preguntaron de dónde venía ni si quería volver ahí, o si tenía a dónde.

Malena Villarino y Sonia Sánchez. Foto de Jennifer Haslop // INCAA.

No recuerda cómo escapó, pero lo hizo. Y de vuelta en Buenos Aires, las opciones no existían. No tenía nada, solamente conocía la prostitución. Un día, se atrevió “a decir no” a una de las “prácticas sexuales” de un hombre. “Cuando vos sos puta no podés decir no, porque sos puta, sólo debes obedecer. Y como dije no, empezó a pegarme. Yo de esa gran golpiza recuerdo que estoy toda ensangrentada: me rompió el oído a golpes”, relata Sonia Sánchez en la película.

El conserje escuchó los gritos y llamó a la comisaría 50, a la cual sin embargo la sobreviviente recuerda como “una de las comisarías más corruptas” de la Ciudad: “Viene el patrullero, lo sacan al tipo de la habitación, a mí me sacan de la habitación toda lastimada. Yo veo que al torturador prostituyente lo llevan donde guardan los coches, en el garaje del albergue transitorio a arreglar la coima. Este varón volvió a la oficina. A mí me subieron al patrullero”. Así como estaba, pasó varios días detenida.

Hoy, ya no vienen por mí, yo no soy negocio de ningún traficante de personas ni de los proxenetas, porque ya soy vieja para ese negocio.

Sonia Sánchez

Explayándose sobre sus motivaciones para dirigir el documental, Malena Villarino aseguró que busca “salir de la pelea Boca-River: el problema no son las compañeras prostituidas en las plazas, el problema es que exista eso, que nos hagan creer que se puede elegir, que nos hagan creer que satisfacer, sea en una plataforma virtual o de manera personal, es una elección”. Dicho esto, reflexionó: “En un sistema neoliberal, donde todo se puede comprar y vender, ¿hasta dónde una decide?. ¿Qué hacemos con esta papa caliente como sociedad? ¿Nos vamos a dormir después de ver las cosas terribles que cuenta Sonia?”.

Hoy vienen por nuestras hijas, nuestras nietas y bisnietas, esto es lo que están buscando los torturadores-prostituyentes y a eso es a lo que vengo a decir no.

Sonia Sánchez

Cuando volvió a la pieza del hotel que alquilaba en la zona de Congreso, después de esa golpiza y su encarcelamiento, Sonia se duchó. Sola, por un largo tiempo, en estado de shock. Cuando pudo empezar a llorar, agarró un espejo y se miró, por primera vez, para tratar de reconocerse. Hasta ese momento, cuenta la protagonista, había evitado siempre los espejos, en las habitaciones de los telos no se miraba el cuerpo, no se miraba en las vidrieras, no se miraba cuando se levantaba a la mañana para lavarse la cara.

Pero Sonia ya era otra. Estaba iniciando el proceso de reencontrarse con sí misma. Los últimos minutos de la película la muestran como es ahora, una adulta que, entre la naturaleza del delta de Tigre, reafirma su lucha y sus compromisos vinculados con el feminismo, el ambientalismo, el anarquismo y la búsqueda activa y consciente de la felicidad femenina como respuesta al condicionamiento patriarcal.

El estreno de Nuestra venganza es ser felices a sala llena. Foto de Jennifer Haslop // INCAA.

Lo que me llamó la atención particularmente de ella fue su lucidez, su capacidad de amar y su capacidad de querer transformar la realidad, no solo personal sino de todas las chicas que están en esas situación y de todas las mujeres”, dijo Villarino, a quien además le llamó la atención la capacidad que tiene Sonia “de detectar la explotación machista y patriarcal a la que nos someten a todas nosotras, que son quizá más sutiles pero no por eso dejar de ser violencia.”

Sobre el final de Nuestra venganza es ser felices, Sonia Sánchez les habla a las otras mujeres: “Tenemos que empezar a perder el miedo de no ser deseada, querernos, porque los medios masivos y este sistema nos enseñan a odiarnos”, sostiene, y concluye: “Ser mujer libre para mí es ser autogestiva y no tener miedo”.

Foto portada: Jennifer Haslop // INCAA.

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