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Opinión

Cambien los finales, por favor

la sirenita disney

Está terminando La Sirenita y en la pantalla el bonito del protagonista se va con la bonita de la protagonista y triunfa el amor. Vez número mil que se repite el mismo mensaje en donde la felicidad pasa por la unión de dos seres humanos “hermosos”. Mi hija se va contenta porque vio en el cine una peli con tremendos efectos especiales. Para mí, fue otra verga de Disney y no me copa que ella reciba constantemente ese tipo de bajada en donde los finales felices tienen que ver con un enamoramiento concretado.

Siguen pasando los años y los guiones van siempre para el mismo lugar. Con las infinitas posibilidades que hay de narrar un estado de felicidad, se elige el concepto de la princesa y el príncipe casándose, con sus variantes, pero siempre es igual. El material que consumimos nosotros de niños, lo siguen viendo y escuchando nuestros hijos. Y con la fuerza de hacerlo a través del encanto de los dibujitos animados.

¿Para cuándo un final en donde la pareja se separa y cada uno solo y por su lado está mejor que nunca? ¿Para cuándo un o una protagonista que se da cuenta que su felicidad no estaba en casarse sino en la libertad de su soledad? Y así hay infinitas opciones más de “finales felices” posibles. También cabría la pregunta: ¿Para cuándo un final “no feliz”?

Hace poco vimos juntos Pocahontas 2 en Netflix y nuevamente todo se cerraba con un beso de los bellos protagonistas. En ese momento le dije a mi hija que esa era una de las tantas opciones de sentir felicidad, pero no la única. Creo que con el bombardeo constante de opciones que hay para ver es muy complicado filtrar el material. Pero lo que sí podemos hacer es acompañar más a nuestros hijos observando con ellos lo que ven, propiciando luego una charla acerca de la historia. Un ida y vuelta en donde podamos expresar nuestro sentir, pero también escuchando qué tienen para decir.

En vez de atajar cientos de penales filtrando el material para que no consuman cosas que no nos gustan, lo mejor es charlar acerca de esas palabras o conceptos que llegaron a sus oídos.

Lo mismo sucede con las letras de las canciones. Se cuelan por todos lados y terminamos viendo a nuestros hijos cómo cantan letras que no nos cierran y que ellos tampoco saben bien lo que quieren decir. Pero lo están diciendo y lo aprendieron de memoria. Y acá otra vez lo mismo. En vez de atajar cientos de penales filtrando el material para que no consuman cosas que no nos gustan, lo mejor es charlar acerca de esas palabras o conceptos que llegaron a sus oídos.

Muchas veces la canción ya se metió por otro lado, a través de un amigo o amiga, en el colegio, con un primo, etc. Pero en otras ocasiones somos nosotros los que les presentamos cierta canción sin una evaluación previa. Antes de hacerlo, está bueno revisar y preguntarse si la letra baja una buena o es más de la misma charrasca que circula por todos lados.

Pasa por estar atentos, sin prohibir, pero hablando. Sin dramatizar, pero también sin dejar pasar un mensaje que no nos cuadra. Analizándolo. El acompañamiento a través del diálogo amoroso es una de las que nos queda. Y no es poco.

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