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Cultura & Espectáculos

Marcos Aramburu, autor de "Las Ceremonias": "No se puede hablar de drogas sin hablar de quiénes, dónde y para qué las consumen"

¿Por qué alguien elige drogarse con determinada sustancia en particular? ¿Qué historias hay detrás de cada consumidor? Un viejo militante montonero, un artista plástico y mujeres trans, entre otros, cuentan sus experiencias y dan contexto a un tema que sigue siendo tabú.

Marcos Aramburu

Las drogas forman parte de la vida de las personas desde siempre. Hay registros de miles de años que dan cuenta del uso de diferentes tipos de sustancias que alteran de alguna manera los sentidos, en mayor o menor medida y con distintos fines. Sin embargo, siguen siendo un tema tabú, algo a esconder, y en la gran mayoría de los casos, ilegal.

Pero si existen como tales es porque alguien las consume. Cuando se habla de drogas se suele caer en el error de enfocarse solo en temas como el narcotráfico o las adicciones, cuando en realidad es un universo mucho más amplio. En su libro, "Las Ceremonias: Crónicas de personas que usan drogas", Marcos Aramburu busca centrarse en lo que se suele ignorar: los consumidores como individuos y sus historias personales.

“La tesis del libro es que no se puede hablar de drogas sin hablar de quiénes, dónde y para qué las consumen. Es muy diferente en cada caso, es muy diferente en cada sustancia. Estamos muy acostumbrados a que el discurso de los medios sea hablar incluso de ‘la droga’, y ni siquiera sabemos de cuál. Entonces hay algo ahí de ver qué pasa con las vidas, qué pasa cuando esas drogas interactúan con personas”, explicó a Diario Con Vos.

El libro está editado por El Gato y la Caja, un medio de divulgación científica que genera sus propios proyectos de investigación y distintos tipos de contenidos digitales. Ya llevan publicados más de 16 libros de distintos temas, y uno de ellos, “Un Libro Sobre Drogas”, es la piedra fundamental para “Las Ceremonias”.

Ese libro opera como una suerte de enciclopedia que encara el tema desde una perspectiva científica y política. Tras el éxito que tuvo, le propusieron a Marcos que escribiera otro tipo de libro, uno de crónicas donde se agregaran experiencias personales: “Como ya publicamos el enfoque científico, los datos, todo lo que rompe el prejuicio de alguna forma, vamos a hablar de las vidas”.

Crónicas de personas que usan drogas

El libro está compuesto por cuatro crónicas: “Un lugar mucho más bello”, “Perseguir al dragón”, “Todos estamos acá” y “Un yaguareté azul y rosado”. Entre las cuatro historias se habla de cocaína, marihuana, ayahuasca, paco, psilocibina (compuesto alucinógeno de los hongos), alcohol y otras sustancias más. Y cada una tiene a uno o varios protagonistas que dan un contexto particular a cada historia.

En la primera, Aramburu habla con mujeres del Archivo de la Memoria Trans que cuentan sus experiencias en la calle, y cómo la cocaína y el paco formaban parte de su día a día en la Argentina de los ‘90, ya sea como vía de escape a los problemas o como parte de su trabajo. 

La segunda es sobre un viejo militante de la JUP (Juventud Universitaria Peronista), “el ala legal de Montoneros”. “Los Montoneros cantaban ‘no somos putos, no somos faloperos, somos soldados del FAR y Montoneros’, y Miguel era puto, falopero y montonero”, contó el autor. Un combo complicado para la militancia setentista.

Con “Todos estamos acá” vira hacia otro tipo de consumos. Es la historia del artista Alejandro Pasquale, su relación con los hongos y cómo estos le permitieron experimentar lo que se conoce como disolución del ego, el dejar de percibirse como un mero individuo para sentirse parte de un todo, algo que dice haberle cambiado la vida. “Empecé a ver su obra y tenía un concepto psicodélico, sin que sea la estética que uno imagina con colores estridentes”, explicó sobre pinturas donde la naturaleza y las personas están físicamente unidas.

La crónica final es diferente: “Es sobre mí. Mi mamá murió cuando yo tenía 10 años de un cáncer. En los últimos años, ante la desesperación, empezó a abrirse a tratamientos nuevos, y yo recordaba que en una de esas búsquedas había hecho un viaje de ayahuasca. Entonces hablé con mis hermanas, con mi papá, con amigas de mi mamá y traté de reconstruir ese viaje. Pero me di cuenta que era imposible contar eso y que tuviera un sentido sin contar mi propia historia y mi relación con las drogas”.

–¿Ahí empieza tu vínculo con las drogas?

–No, la verdad que arranca más inocentemente, porro con amigos. Luego capaz tomar algún ácido, un poco más de grande. Recuerdo que cuando con amigos tomábamos un ácido siempre jodíamos con la lección, como qué habíamos aprendido de ese día. Y estábamos totalmente alejados de esta idea de los psicodélicos como terapéuticos, pero ya identificábamos que había algo de aprendizaje en cada vez. Como que teníamos esa conciencia de que siempre algo te dejaba.

–¿En qué momento se convierte en algo más de estudio?

–Me parece que el gran clic fue comiendo hongos. Fue una experiencia demasiado fuerte y demasiado hermosa, y ahí dije acá hay algo interesante que contar. Yo siempre fui muy racional, más apegado a la ciencia, no soy muy de un discurso esotérico, pero lo que me pasaba, y me pasa cuando consumo, es eso de "sentirse parte del universo". Parece algo medio cliché, pero desde la absoluta racionalidad sos un cuerpo en este quilombo gigante que es el mundo. Eso es una verdad. Entonces empecé a investigar y ahí me encontré con que era un boom internacional.

Sacarse las caretas

–¿Aprendiste algo nuevo con todo este proceso? 

–Un montón. De la que escribí sobre mí, aprendí un montón sobre mí. Porque nunca me había sentado a reflexionar sobre eso. Y sobre las otras también. Lo que aprendí es que cada persona va a buscar algo distinto con las diferentes sustancias, ¿no? Y que como va a buscar algo distinto recibe algo diferente. Eso vuelve muy difícil simplificar las cosas y los análisis de qué producen en las personas.

–¿Qué valor crees que puede tener este libro?

–Poder hablar sobre drogas en primera persona, sin que sea hablar sobre excesos. De hecho, creo que hay más tabú a la hora de hablar sobre drogas para contar los consumos recreativos que los excesos, que están re contados en el rock, en las películas. A veces romantizado o bastardeado, pero está contado. En cambio, el consumo recreativo u ocasional, el de cada tanto consumir una droga para algo, eso creo que está menos contado y en primera persona menos. 

–Contame qué te dejaron las historias.

– Y, por ejemplo, con estos testimonios sobre el paco… siento que es una droga poco contada sin juicio. Y acá ellas (las mujeres del Archivo Trans) cuentan cómo el paco las traía al presente. Les sacaba todas sus historias difíciles, sus pasados dolorosos, y era presente, estar acá. Sino es como que las personas que fuman paco son unas boludas que se cagan la vida gratis, y esto te ayuda a entender qué va a buscar cada persona.

¿Por qué le dirías a una persona, que su realidad es tremendamente tortuosa, que no escape de ella?

–Es parecido a lo que se puede pensar con la segunda crónica.

–Miguel tiene una historia muy difícil con su hermano, que fue asesinado en los años previos a la dictadura. La cocaína de alguna forma lo sacaba de cierto lugar, entonces es ver qué iba a buscar a la cocaína, y cómo eso estaba también ligado a su homosexualidad, y cómo lograba salir de un mundo que lo había reprimido y que lo había perseguido. Es entender un poco que las personas se drogan por cosas, que así como hay historias muy oscuras, dentro de esas historias oscuras también hay placer y goce.

–Mucha gente puede decir que eso es escaparse de la realidad.

¿Y por qué le dirías a una persona, que su realidad es tremendamente tortuosa, que no escape de ella? Encima estamos hablando de gente que salía a la calle y la metían presa, que la cagaban a palos, que la echaron de su casa cuando tenía 14 años… ¿Por qué le estás exigiendo a estas personas que no puedan escapar 20 segundos de esto si no le ofrecés nada a cambio? Lo único que le estás diciendo es “no hagas esto”, pero no le estás ofreciendo una contención. Se las margina y encima se les dice que no se pueden escapar de eso. 

–Y en casos como el del artista con los psicodélicos, ¿cómo le explicarías a alguien que los ve con prejuicio, que no tiene por qué ser algo malo?

–Con datos. Hoy en día hay muchísimas investigaciones científicas de universidades como John Hopkins, Yale o Harvard, de empresas que cotizan en bolsa en Estados Unidos por millones de dólares, sobre que los psicodélicos tienen unos resultados increíbles para tratar depresiones o adicciones; y que con un acompañamiento terapéutico hay gente que estaba con depresiones severas que de repente deja de estarlo por dos dosis de psilocibina fuerte. 

Hoy el DMT, la molécula de la ayahuasca, se usa para pacientes que tienen cáncer, depresión, y tiene resultados increíbles. En algunos lugares es legal. El MDMA, lo que se conoce como éxtasis, se usa en los Estados Unidos para pacientes con estrés postraumático. Con un acompañamiento terapéutico, obviamente, pero como son drogas que generan empatía, los tipos se abren y acceden a recuerdos que alcapaz tenían bloqueados, con trauma.

–¿Qué tan lejos estamos de que sea más normal ver este tipo de tratamientos en Argentina? 

–En el hospital Borda ya existe un protocolo de uso de psilocibina en pacientes con depresiones, pero la verdad que Argentina es un país super retrógrado con eso, donde se mete todo en la misma bolsa. Creo que si desembarca la legalidad va a ser de la mano de una industria farmacéutica que lo aproveche. En Estados Unidos es un negocio heavy, hay muchas empresas que cotizan millones de dólares en bolsa que se dedican a esto. Y si da plata, va a pasar. 

–En principio ya se legalizó la marihuana para este tipo de cosas.

–Si, acá en la Argentina hace dos años se dio el pasito del Reprocann, que es como empezar a entender ciertas sustancias por fuera del ámbito de consumo recreativo e imaginarlas más en un perfil medicinal. Lo que pasa con el Reprocann, que es re importante y está re bueno para un montón de gente que lo necesitaba con cierta urgencia, es que por ejemplo yo sé que es Reprocann y puedo pagar la consulta y puedo tomarme un avión a Bariloche con 40 gramos de porro y no pasa nada; pero acá puede pasar un pibe juntando cartón que no tiene ni idea de lo que es y tiene una tuca, lo para la gorra y lo puede meter en cana. Entonces no es la solución definitiva. No es democrático, es un poco elitista de hecho

–¿Y cuál te parece que sería la solución definitiva

En el caso de la marihuana yo creo que debería ser totalmente libre. O sea, que no le puedas vender a un menor, o una regulación así. Pero digo, me parece que esto en algún momento va a pasar. Si ves las tendencias mundiales, va todo ahí.

"Las Ceremonias: Crónicas de personas que usan drogas" puede conseguirse a través del sitio web de El Gato y la Caja, así como en el stand que tienen en la Feria del Libro (pabellón amarillo).

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