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Cultura & Espectáculos

Shakira, Bizarrap y el elefante en el cuarto

Bizarrap corre un riesgo: que los músicos mainstream le usurpen sus sesiones para hacerse los guapos y chapear juventud. Claro: es discutible que esto sea un durísimo flagelo cuando la canción de marras mete -por ejemplo- 25 millones de plays en nueve horas, con el ingreso y el rebote que eso trae. También es real que por cada Residente hay una Snow Tha Product y una Villano Antillano, con lo cual el balance entre novedad y evento sigue dando bien. Igual de cierto es que el productor seguramente hace su trabajo a conciencia sin importar a quién le presta el micrófono, de modo que no habría ninguna chantada para reprocharle. Pero el peligro de que el pan de hoy se vuelva hambre mañana no es menor: si la playlist This is Bizarrap se convierte en una especie de beefódromo de millonarios el chiste en algún momento va a perder gracia.

La última en aprovechar la vidriera para decir sus verdades es Shakira, protagonista de la Bzrp Music Sessions, Vol. 53, un acontecimiento que puso a tipear/hablar a todos los medios hispanoparlantes por motivos no precisamente musicales: el quid de la cuestión acá es el futbolista Gerard Piqué, ex pareja de la autora de “Ciega, sordomuda”, quien -ahí va la paradoja- es por robo lo más importante en una letra escrita para dejar en claro lo poco importante que es.

“¿A quién querés convencer con eso que estás diciendo? ¿A él o a vos mismo?”, preguntan los psicólogos cuando ranteamos en segunda persona. Así las cosas, la colombiana concentra el cien por ciento de su himno de empoderamiento y superación a un hombre de su pasado que ya ni la menciona en público. “Yo contigo ya no regreso ni aunque me llores ni me supliques”, canta y gesticula, y sin solución de continuidad pasa a hablar de cómo el tipo siguió adelante sin mucho drama y hasta menciona a su nueva novia. Mientras, deja el alma en que nadie piense que ella no es un artículo de lujo: es una Ferrari y un Rolex, no un Twingo ni un Casio, porque bueno y caro vendrían a ser la misma cosa.

Bizarrap, crack de los géneros urbanos ya desde su mismo seudónimo, elige un beat de europop geométrico en su marcha y en su acentuación, que se mueve entre The Weeknd y Eiffel 65 (aquellos de “I’m blue da ba dee da ba da”), con una melodía sobre la que la parte vocal transcurre con autotune como recurso tímbrico y con algún break en el que Shakira dice más de lo que rapea. Un efecto de caja registradora subraya un verso clave, muy celebrado: “Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”. Nada que objetar al gancho en sincro con la época, aunque no por eso se borra la historia: Billie Holiday grabó “Baby, I Don’t Cry Over You” (“nene, yo no lloro por vos”) en 1946, con lo cual no es arriesgado decir que algunas mujeres vienen facturando sus rupturas sin llorar desde hace algún tiempo (“me dejaste plantada en la lluvia, quisiste herirme otra vez, apuesto a que pensabas que estaría triste, yo me fui a un show con un tipo piola que se llama Joe, nene yo no lloro por vos”, decía Lady Day a un año del fin de la Segunda Guerra Mundial).

Tampoco hace falta irse tan lejos cronológica o idiomáticamente para encontrar más ejemplos. El año pasado Rosalía editó “Despechá”, single complementario del excelente Motomami en el que le echaba flit a un tarado hipotético (“y ando despechá', oah, alocá', que Dios me libre de volver a tu la'o”) mientras hacía caja con los 520 millones de reproducciones que tiene al día de hoy en Spotify (a diferencia de lo que pasa en la Session 53, el personaje central de “Despechá” se ocupa de rechazar a alguien que sí la busca).

Y entonces volvemos a Shakira y al principio de este texto: ser un artista mainstream y grabar una sesión con Bizarrap haciendo tiraera se está volviendo una manera infalible de facturar, así que sabrá el productor decir que no cuando su proyecto musical corra riesgo de convertirse en un kiosco ajeno. Por lo pronto, su sociedad con la artista colombiana deja una fija para hit veraniego con alguna duda conceptual: el elogio al éxito capitalista como sinónimo de empoderamiento de género (la mujer independiente que alardea sus consumos lujosos) está calcado de lo que vienen proponiendo las raperas estadounidenses desde hace por lo menos diez años (y bastante más, si tomamos como referencia -por ejemplo- a Missy Elliott) y su prédica de superación sin llanto entra en conflicto con su insistencia en hablar pura y exclusivamente de un hombre que no la quiere. Se entiende que es un intento de venganza, humillación pública o algo por el estilo, pero el punto es que el aludido tiene la solución servida: seguir con su vida como si nada. Ocuparnos mucho de alguien no parece la forma más efectiva de dejar sentado que ese alguien no nos importa. Para eso, mejor la frase con la que Don Draper le contesta a Michael Ginsberg cuando éste le dice que se siente mal por él: “Yo no pienso en vos para nada”.

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