Era el final de los años 80´s, el aire se había revitalizado en la noche porteña después de los años oscuros de la dictadura militar. En los parlantes de Cemento -el palacio contracultural que dirigía Omar Chabán codo a codo con la actriz Katja Alemann- sonaban furiosos los Talking Heads cuando se cortó la música y las luces giraron para iluminar a un tipo muy rubio y muy alto. Era Federico Klemm que, vestido de militar, pateaba las copas apoyadas en el piso disgustado por los escupitajos que le llovían.
Todavía su popularidad no había estallado como lo hizo después con el programa más kitsch de la historia de la televisión nacional, sin embargo ya se sabía que las tertulias que organizaba en su piso de Barrio Norte eran las más populares entre el ambiente artístico de la Ciudad. Cualquier noche de la semana podía encontrar a Marta Minujín o a Fernando Noy tomando whisky entre señoras bien y chongos tirando a reos, mirando una performance del joven Klemm envuelto en una seda bordó.
"Lo hacía desde la estética alemana. Si pensás de dónde venía, donde se crió, ese tipo de artificialidad y teatralidad son perfectamente normales. Él se deleitaba montando esas escenas que eran heredadas de la ópera alemana", explica la actual directora de Fundación PROA, Adriana Rosemberg, en la biografía que acaba de publicar Rodrigo Duarte (Editorial Aguilar). Con motivo del aniversario número 20 de la muerte del artista, el periodista mexicano reunió testimonios de amigos, amantes, artistas y adversarios para contar la historia del que llama el "pope del arte mostra".
Del bullying a una relación con Robledo Puch, pasando por la violencia policial
Nacido el 25 de marzo de 1942 en Checoslovaquia durante la ocupación alemana, Federico Klemm vino a la Argentina cuando todavía era un niño de primaria. Su padre dirigía una importante compañía dedicada al comercio de celulosa lo que lo ayudó a tener una vida de grandes comodidades. Sin embargo, le costó mucho atravesar los primeros años de escolaridad por el constante bullying que recibía por no poder pronunciar del todo bien la erre.
De joven, Klemm no se guardó nada: salía fuerte, se divertía mucho y solía estar acompañado de varones un tanto "extremos". Por ejemplo, una amiga suya, Silvina Benguria, recordó haber compartido una cena con él y un chico "muy bonito" y que, unos días después, Federico la llamó para decirle que a ese pibe lo acababa de matar Robledo Puch con un soplete.
Klemm fue víctima de un "ataque homofóbico" por parte de la policía que el había arrancado el cuero cabelludo.
Su extravagancia distintiva hacía enfurecer a la policía que lo cruzaba en las noches de ronda y no dudaba en llevárselo detenido. En el mismo relato, Benguria reconstruyó una noche en la que Klemm llegó desfigurado a su casa y estaba pelado, pero esa noche la amiga prefirió no preguntarle qué había sucedido y se lo llevó al teatro igual. "No van a poder con vos", fue lo que le dijo. Pero Katja Alemann aseguró que el artista fue víctima de un "ataque homofóbico" por parte de la policía que le había arrancado el cuero cabelludo.
Un deseo a prueba de todo
En los años ochentas, el multifacético Klemm empezó a recorrer las inauguraciones en las galerías de arte, a ir asiduamente al teatro Colón, se lo podía encontrar en la disco Cemento o en el icónico bar Bolivia que acababa de abrir Sergio De Loof. Comiendo en la vereda de la Galeria Alaska o compartiendo unas recorridas a pie con el otro Federico: Moura, el frontman de la revolucionaria banda de la new wave local, Virus. "Era un excéntrico, pero también -y de esto se daban cuenta pocos en esa época- un tipo con mucho sentido del humor e inteligencia", señaló su amigo diseñador de moda, Roberto Piazza.
Era un excéntrico, pero también -y de esto se daban cuenta pocos en esa época- un tipo con mucho sentido del humor e inteligencia.
Roberto Piazza.
Pero toda esta rotation tenía un fin: cada vez que podía, Klemm, manifestaba su intención de entrar al mundo del arte porteño. En ese momento eran cuatro las galerías que estaban en el candelero hasta que Federico inauguró la suya. El director de cine, Pedro Roth lo resumió así: "¿Por qué se puso una galería? Porque era millonario y podía".
A los noventas se los vivía desde la pantalla de TV
El Banquete Telemático lo catapultó a la fama. Antes era famoso en un nicho muy reducido vinculado a las artes. Pero a partir del programa todo el mundo lo conoció. Lo que al principio fue una transmisión de 25 minutos por la pantalla de Arte Canal con una impronta muy experimental, con los años se convirtió en una producción internacional impulsada por el perfeccionismo de Klemm.
Era una de las diez caras en la Argentina que paraban el zapping televisivo.
Mario Mactas.
"A veces un rodaje se atrasaba porque no estaba de acuerdo con una frase o una palabra y no se continuaba hasta encontrar la que le gustaba", explicó el director que trabajó en el Banquete... Hernán Findling. El programa quedó para siempre anclado a la época menemista y hasta se convirtieron en sinónimos, pero lo cierto es que Federico apenas si había visto al presidente unas pocas veces sin llegar a conocerlo en profundidad. Con Amalia Lacroze de Fortabat -nombrada por Carlos Menem embajadora del Fondo Nacional de las Artes- sí tuvo un vínculo. "Ella sacaba su lado más cholulo", aseguró Benguria.
Desde programas donde sugería cómo mejorar la ópera de Eva Perón que en ese momento estaba rodando Madonna, hasta emisiones especiales desde el Louvre para hablar sobre la Gioconda; el surrealista programa de Klemm irrumpió en la década de la pizza y el champagne como pionero de lo que hoy se conoce como consumo irónico. El periodista Mario Mactas es más preciso: "era una de las diez caras en la Argentina que paraban el zapping televisivo".
También hizo obra, claro, pero -como explica la artista Ana Gallardo- el lenguaje visual de Federico no era hegemónico e iba a contracorriente de lo que estaba de moda. "Obviamente sus excentricidades y su homosexualidad no ayudaban a que el establishment lo tomara en serio", observó Francisco Delgado en un tramo de la bio.
Federico Klemm se murió en 2002 pero su presencia sigue. Más de uno le adjudica haber sido clave para que se visibilice el arte nacional. Su Fundación mantiene el compromiso de construir una narrativa fiel al estilo del artista y apoyar a toda la cultura LGTBT+.