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Instrucciones para dormir a una criatura

Dormir un bebé

Ser padre tiene un y mil vericuetos para sortear. Y una de las pruebas de fuego es la de dormir a la criatura. Con el tiempo he desarrollado una técnica que está basada en contar y crear cuentos. “Nada nuevo”, dirán ustedes. No crean. Todo está en la estrategia y en la paciencia.    

En primer lugar, es importante tener una amplia biblioteca infantil. Recomiendo dos libros que no deben faltar: “El Trepa Árboles” y “La torre loca” de un tal Diego Miller, ilustrado por Fabián Zalazar. Pueden pedirlos en www.miltrazos.com.ar. Bueno, sí, confieso que los escribí yo y que esto es un chivo hecho y derecho, pero, por su extensión, son ideales para leer antes de acostar al niño/a.

Entonces, cada noche se elige un libro que se leerá con luz tenue para luego pasar a la fase inventiva. Es el momento de hacer laburar nuestra imaginación. Un cuento de creación propia. Sí, ya sé que son las nueve o diez de la noche y nuestra cabeza está a un 37 por ciento, pero no queda otra que conectarse con la fortaleza interior y dar lo último que nos queda del día.

Hay que apagar la luz completamente y recordarle a la criatura que tiene que cerrar los ojos. Es la única exigencia que debe ser cumplida. A pesar de que recibiremos respuestas del tipo: “yo me puedo dormir con los ojos abiertos”, algo que suele decirme mi hija, aquí no hay negociación posible. La primera historia tiene que ser atractiva y relativamente corta. Así vamos a dejar al público satisfecho y a uno mismo también. Si el cuento la rompe, al día siguiente va a tener una saga y al otro y al otro y al otro, aliviándonos de la presión de tener que crear más historias que Woody Allen en toda su vida.

Todo está en la estrategia y en la paciencia

El segundo cuento es el que requiere de mucha estrategia. Será la clave de nuestro éxito. Una historia bien simple, como la de un pececito que no encuentra su casa, por ejemplo. La idea es ir hacia un loop de situaciones que generen una rutina literaria que terminará con el sueño profundo de la criatura. El pez le pregunta al pulpo, el pulpo le dice que no sabe y que le pregunte al delfín. El delfín le dice que no sabe y que le pregunte a la tortuga. La tortuga dice que no sabe y que le pregunte al pez espada… y así. Es fundamental ralentizar el relato e ir bajando el volumen lentamente, pero de manera sutil, casi imperceptible, ya que la criatura, a pesar de estar con un dos por ciento de batería, tiene un radar especial. Va a notar nuestras intenciones y exigirá un volumen y una velocidad como si fueran las doce del mediodía: “No se escucha pa/ma!” “¡Más fuerte!”.

También es importante irse en descripciones innecesarias: “Y entonces el pez, que estaba muuuuuy preocupado, le dijo al pulpo, que estaba justo enfrente suyo, que tenía una pregunta para hacerle. El pulpo le dijo que le pregunte, que no había ningún problema, que él le contestaba a todos por igual porque le gustaba hablar y…” etc, etc, etc de detalles. En todo esto hay un gran peligro: el loop argumental, sumado a la luz apagada, sumado a hablar en cámara lenta, sumado a los detalles, sumado a haber jugado ininterrumpidamente desde las ocho de la mañana con esa criatura que vive el presente como el universo manda, podría desembocar en que empecemos a decir una sarta de incongruencias mientras luchamos para no palmar antes que él o ella. Entonces se escuchará: “papá, ¿qué hace una oveja abajo del agua hablando con un pez?”

Es fundamental ralentizar el relato e ir bajando el volumen lentamente

Si se siguen estas instrucciones, al cabo de unos cinco o seis minutos se habrá dormido. Pero a no confiarse, porque es muy probable que uno frene el relato ilusionado con que ya está en los brazos de Morfeo, y de pronto se escuche: “¡Dale pa/ma, seguí!”. Esto puede provocarnos una decepción e ira que no solo no es beneficioso para nadie, sino que estirará el momento soñado.

En síntesis: creatividad, paciencia y estrategia. Las claves del éxito narcótico.