Noemí esta jubilada y tiene 68 años, pero desde los 80 que milita por la igualdad, aún cuando el feminismo no tenia ese nombre, ni el 8M era conocido. "Éramos 8 personas locas militando por el derecho de las mujeres", le contó a Diario Con Vos desde la movilización por el Día de la Mujer Trabajadora.
Agregó: "El movimiento ahora es una belleza, hay mucha creatividad e impulso. Te dan ganas de estar y de pertenecer". Además, destacó como una deuda pendiente la implementación de la ESI en las escuelas y aseguró que ve una gran diferencia entre su juventud donde se sentía "reprimida".
Magalí le contó a Diario Con Vos que comenzó a militar en "este espacio de derechos humanos de la Asociación Docente de Educación Física y Curriculares en el 2016, y militábamos por los de género, aunque todavía no tenían nombre". Contó: "Veníamos hace muchos años haciéndolo sin tener nombre".
Cargada de carteles y consignas relacionadas a la militante del Movimiento Evita asesinada, Micaela García, comentó: "Fue asesinada por un hombre que debía estar preso, y volvió a matar". "Si estaba entre rejas -destacó- hoy Micaela estaría acá". Agregó: "Es necesaria una reforma con perspectiva de género en el poder judicial para que el asesino no esté en las calles", y concluyó: "Tenemos una deuda por muchas generaciones más".
Mónica, de 49 años, relató: "Desde la cuna que mamo política y feminismo, porque mi mamá fue pionera del primer Encuentro de Mujeres, en el San Martín". La militante feminista contó: "Acá tenemos compañeras de todas las edades, gente jubilada que vivió la dictadura y la vuelta a la democracia, así que la ola verde la venimos viendo hace muchos años, va pegada a la lucha por los derechos humanos".
Dos mujeres, una de 62 y la otra con diez años menos, se acercaron juntas a la marcha del 8 de marzo. Margarita, la más grande, comentó: "Es una alegría, vengo a absorber la energía de las jóvenes". Eugenia agregó: "Comparado con mi juventud, se lograron cosas enormes". "Estoy agradecida por lo que hicieron las pibas -siguió- porque una lo peleó en silencio, en el micro espacio de la casa, con la crianza de los chicos, pero no lo hicimos en el espacio público".
Margarita contó su experiencia: "Yo todavía veo la casa sucia y me siento mal, hay cosas que no me las puedo sacar". Sin embargo, explicó que "las ganas de luchar, y de estar acá, de manifestarte" son enormes. Contrastó: "Muchas veces, viajando desde Maschwitz a Ballester, me tocaron o me apretaron y me sentí culpable, hoy me darían ganas de gritar". En ese sentido, Eugenia afirmo. "Ya no están naturalizadas esas cosas, hay otro recorrido".