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Columnistas

Por una economía con menos caras de piedra

Por Jairo Straccia

La carta abierta que a modo de cierre del año publicó el ex presidente Mauricio Macri puede dar para múltiples debates y hasta puede estar acertada en temas en los que el Gobierno realmente hizo cualquiera, como el festejo en Olivos en plena cuarentena. Pero el hecho de que la haya publicado un día después de la crítica a su administración que le hizo el Fondo Monetario Internacional sin hacer una mínima mención al tema llevó a niveles nunca visto un clásico de la Argentina: el caradepiedrismo económico.

Esta semana, el organismo multilateral publicó un informe que analiza el megapréstamo que se le dio al país en 2018 y sus resultados. Es un trabajo habitual que se hace en el FMI cuando hay acuerdos que implican una suma de dinero muy por encima de la que le correspondería al país según lo que pone para ser miembro. En ese trabajo que firmó el noruego Odd Per Brekk, la conclusión fue que el equipo económico de Cambiemos podría haber tomado otras medidas para aprovechar mejor la montaña de dólares que ahora tenemos que arremangarnos para ver cómo devolvemos y bajo qué condiciones.

La crítica era tan cantada que incluso yo se lo había podido plantear el 28 de octubre de 2019 al entonces presidente del Banco Central, Guido Sandleris, en un día que nunca voy a olvidar. Fue la mañana posterior a una elección en la que se imponía un cupo de compra de USS 200 por mes y además hacía poco había ido a la peluquería y me había quedado el corte más raro de mi vida que encima quedaría inmortalizado en este video, como se puede ver desde el minuto 12:00:

Se veía venir. En 2019, ya Guido Sandleris tenía que responder sobre por qué no había impuesto controles de cambio.

Básicamente ya entonces saltaba a la vista la pregunta: ¿por qué habían mantenido un límite de US$ 10 mil por mes para las compras mensuales de ahorristas hasta la elección y al día siguiente lo bajaban a US$ 200? ¿Había sido por fines electorales, sacrificando reservas para no afectar el humor de los votantes que siempre está marcado por el dólar? ¿Qué lógica había guiado esa decisión? “Estas medidas tienen costos”, me contestó ese día el jefe del BCRA, y además la demanda de divisas se había acelerado en las semanas previas, no antes, abundó.

El equipo económico de Cambiemos podría haber tomado otras medidas para aprovechar mejor la montaña de dólares que ahora tenemos que arremangarnos para ver cómo devolvemos y bajo qué condiciones.

En esa línea pero con una mirada más estructural es el planteo del FMI. ¿Cómo es que te di casi US$ 50 mil millones y elegiste pagarles a los bonistas y entregar reservas a compradores de todo tipo incluso ya desde 2018? Vale recordar que durante toda la corrida y también cuando el Gobierno apeló al FMI y empezaron a llegar esos dólares, no hubo topes al atesoramiento y por eso fluyeron las divisas para el pago de deuda y la formación de activos externos. Lo resumió en un título esta semana Horacio Riggi en El Cronista: “El FMI sostuvo a Macri, benefició a inversores y endeudó a la Argentina”.

Los controles cambiarios recién se impondrían el 2 de septiembre de 2019 cuando el ministro de Economía, Hernán Lacunza, había reemplazado a Nicolás Dujovne. A propósito, el ex columnista de tevé y responsable del acuerdo esta semana salió a decir que el Fondo no tiene razón, y que eso de imponer cepos no sirve porque igual se pierden reservas. Lacunza, en cambio, que suele decir que en lo que ahora es Juntos por el Cambio hay muchos que piensan políticas económicas para suecos cuando estamos en la Argentina, se diferenció en su cuenta de Twitter, donde apuntó que hay dos lecciones para aprender del Fondo. Una, que hace falta voluntad para reformas profundas. Otra: “Sin supuestos realistas, nada tiene sentido”. ¿A quiénes les está hablando?

Decir cualquiera

Como sea, de todo esto Macri no parece ni enterado. Luego de repetir en todos lados que la comunidad internacional decía que su gobierno iba por el camino correcto, ahora no dice ni mu. Ni en sus disquisiciones con Baby Etchecopar ni en sus posteos de Facebook. Lo loco es que desde esa nube también escribe que hay una “destrucción total de la economía”, lo cual no sólo es una generalización equivocada sino que también resulta una afirmación inoportuna y otra muestra de rostro de acero. “Soy ingeniero, no me gusta mentirme”, puso en su artículo. No parece.

Es cierto que la actividad se hizo pomada el año pasado cuando cayó un 9,9%, muy por arriba del promedio de la región. Pero seamos buenos. A todos los errores que pudo haber tenido la gestión de la pandemia, cualquiera puede descontarle que no había chances de conseguir crédito genuino porque la gestión anterior había tomado mucha deuda y no pudo pagarla y por ende estábamos en default; y que tampoco se podía emitir mucho para financiar planes de rescate porque arrancábamos con una brecha cambiaria importante y una inflación heredada del 54% que hacía que cualquier lluvia de billetes pudiera terminar en el dólar y los precios.

Pero si eso no fuera parte de la reflexión del ex presidente, que alguien de los que le pasan los números para que opine le arrime otros datos. Salvo que no le importe y esté en plan decir-cualquiera-total-pasa, justo cuando él dice que la economía se destruyó completamente, esta semana se publicaron los datos de desempleo del tercer trimestre. Según el Indec, la desocupación llegó al 8,2% entre julio y septiembre, un dato que está por debajo del 8,4% del 2017, el mejor año de la economía en la era Macri. Hay mil problemas, como la precariedad de las relaciones laborales o los salarios formales por debajo de la línea de la pobreza o el drama de la capacitación de la fuerza laboral, pero los datos son los datos. En igual sentido, la UIA publica habitualmente que la industria ya está produciendo 4% por arriba también de los niveles que dejó el ex presidente. Y hasta Papá Noel lo delata: la Cámara del Juguete comunicó esta semana que en unidades las ventas trepan 10% por encima de la Navidad de 2019.

Según el Indec, la desocupación llegó al 8,2% entre julio y septiembre, un dato que está por debajo del 8,4% del 2017, el mejor año de la economía en la era Macri.

El “otro informe”

La pregunta de si todo es un mensaje que está dirigido a propios convencidos a los que da lo mismo lo que se les transmite o simplemente es una estrategia para justificar lo que se hace de manera tal de subsistir políticamente atado a una visión de mundo y sin reconocer errores podría trasladarse también la otra punta de nuestro ovillo enredado: Cristina Fernández de Kirchner. 

Cada vez que expone, ya sea en el Día de la Democracia o cuando come con los Darío Grandinetti de la vida, la hoy vicepresidenta no para de subrayar el éxito de la gestión que terminó en 2015, cuando hay cada vez más consenso incluso entre los propios de que hubo un festival de mala praxis que dilapidó una oportunidad histórica y terminó desembocando en la llegada de Macri al poder.

Porque si se abre el zoom de los doce años del kirchnerismo, la crítica podría ser similar a la del noruego del Fondo, pero cambiando la guita del FMI por la de soja: ¿en serio tuviste un ciclo favorable de materias primas durante tanto tiempo, con la economía creciendo y con baja inflación después de una crisis como la de 2001 y elegiste rifar reservas energéticas y liquidar los dólares del Banco Central para acumular poder en vez de tratar de encontrarle la vuelta a nuestros problemas estructurales?

La extraña autopercepción de los errores propios para justificar los pifies de política económica, o la negación de los límites que impone la realidad a los deseos de aplicar medidas que nos parecen las adecuadas por populares o pro mercado. Es un título largo, pero da para seminario. Se me ocurren dos invitados.