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Política

La Cámara Casación rechazó el pedido de los genocidas para tener prisión domiciliaria

Casación

En medio de rumores de concesiones para los criminales de lesa humanidad, la Cámara Federal de Casación desbarató el pedido de dos abogados de represores para que los mayores de 70 años puedan acceder al beneficio de la prisión domiciliaria. Un fuerte mensaje en contra de la impunidad.  

A días de cumplirse 48 años de la última dictadura cívico militar, el ministro de Defensa Luis Petri ya había negado que el gobierno tuviese planes de otorgarle el beneficio de la prisión domiciliaria a los genocidas. Asimismo la propia Casación rechazó el pedido y desbarató la principal apuesta para socavar el proceso de verdad y justicia.

El plenario en la Cámara de Casación en el que se discutieron los alcances de la domiciliaria para adultos mayores se dio a partir de un pedido de los abogados Ricardo Saint Jean y María Laura Olea, quienes usaron el caso de Diego Chemes, un genocida básicamente desconocido que actuó en el centro clandestino de detención Vesubio.

Desde hace tiempo, los abogados de los procesados y condenados por lesa vienen intentando obtener alguna concesión de la Casación. En 2022, pidieron una entrevista en la Cámara después de que el entonces presidente del tribunal, Alejandro Slokar, organizara una reunión con Madres, Abuelas, HIJOS, Familiares, el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), entre otros organismos.

¿Quién es Diego Chemes?

Diego Chemes tiene 71 años. Está detenido desde 2006. En 2011, el Tribunal Oral Federal (TOF) 4 lo condenó a 21 años de prisión. En 2020, en plena pandemia, lo mandaron a su casa y, en 2022, le revocaron ese beneficio. El 5 de diciembre, la Sala IV de la Casación denegó un nuevo planteo del represor. El 11 de diciembre, el primer día hábil después de la asunción de Milei y Villarruel, Olea y Saint Jean pidieron un plenario. ¿Cuál era el argumento que invocaron? Que las distintas Salas de la Casación no tienen una línea única.

A Chemes lo conocían como "Polaco" cuando trabajaba como agente del Servicio Penitenciario en el campo de concentración ubicado en el partido de La Matanza. Allí, lo escuchaban hablar de sus historias de cómo se inflitraba en los barrios populares para detectar militantes o lo veían llevarle mandarinas a una secuestrada que estaba embarazada. “Éste va a ser para mí”, le decía mientras le miraba la panza.

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