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Deportes

Pequeñas anécdotas de la vida maradoniana

Este miércoles 22 de junio se cumplieron 36 años del partido de Argentina contra Inglaterra por el Mundial de México 86. Sí, aquel de los goles que casi todos los argentinos vimos tantas veces que hasta se podría decir que los conocemos de memoria, aunque muchos todavía ni habían nacido en ese momento.

Maradona fue el primer ídolo de generaciones enteras que no tuvieron la suerte de verlo en la cancha ni de conocerlo. Pibes y pibas que, desde la cuna, escuchaban que había arrancado por la derecha un genio del fútbol mundial sin siquiera saber lo que esas palabras significaban. A todos ellos, solo les queda conocerlo a través de los relatos de quienes sí tuvieron esa suerte.

Algo más de 4 años habían pasado desde la rendición de Argentina en la guerra de Malvinas –el 14 de junio de 1982– cuando Maradona metió dos de los goles más geniales de la historia, en un partido que se vivió como una especie de revancha. Claro que no para todos fue así.

No te vas a creer esta pavada de que los ingleses nos robaron las Malvinas, estos pibes no tienen nada que ver eh.

Fernando Signorini.


No te vas a creer esta pavada de que los ingleses nos robaron las Malvinas, estos pibes no tienen nada que ver eh. Ante todo hay que pedirle explicaciones a Galtieri y a las juntas”, cuenta que le decía a Maradona Fernando Signorini, quien lo acompañó como preparador físico desde fines del año 1983 hasta la previa del Mundial 94, en esa conocida excursión a La Pampa con aires de rehabilitación y quien también formó parte del cuerpo técnico que condujo a la Selección Argentina en el Mundial de Sudáfrica 2010.

Con el profe –como cariñosamente se lo suele llamar– pude charlar junto a varias personas en la Peña Maradoniana, un evento en homenaje al Diez organizado por primera vez el miércoles pasado y que promete repetirse cada 22 de junio.

La peña ocurrió en el club Malvinas Argentinas, un lugar lleno de murales de Maradona y ubicado a una cuadra del parque Chacabuco. La organizaron la revista Meta-Sentidos en juego; la publicación Lástima a nadie, maestro; la Federación de Organizaciones Deportivas de la Argentina (Foda) y el Instituto de Formación Sociocomunitaria del Deporte 22 de junio.

Fernando Signorini en la Peña Maradoniana.

Con su extraordinaria memoria, quizás hasta comparable con la de Diego, y su habitual carisma, Signorini nos llevó directo al Estado Azteca del 22 de junio de 1986, donde vio el partido desde su lugar de privilegio.

“Cuando empezó el partido y yo estaba en el lugar de siempre en el Azteca, atrás del arco de Hilton, entre la línea del área chica y la línea del área grande. Más o menos cinco metros detrás de la línea porque adelante estaban todos los fotógrafos”, empieza a contar el profe.

“Cuando Enrique –ironiza– le mete ese pase maravilloso y Diego empieza a encarar, todos estos tipos se paran y cuando me quise dar cuenta, explotó el estadio. Había sido gol. Así es que siempre digo: estuve en el ringside y me perdí el knock out.”

De esta manera nos relató Signorini su vivencia única sobre los goles de Maradona ese día tan histórico.

Fue una mierda el gol con la mano, porque ese gol es trampa.

Fernando Signorini.

Siempre sagaz, el profe contó qué fue lo primero que le dijo a Diego cuando lo vio luego del partido: “Justo antes de verlo, yo me enteré de que el primer gol había sido con la mano. Entonces fui y le dije: ‘Fue una mierda el gol, porque ese gol es trampa, porque el fútbol es una porquería tanto en el fútbol como en la vida’. Si yo acepto la trampa en eso, la primera excepción nunca termina siendo la última.”

Tomatela, le robe la cartera al inglés ese”, cuenta que le respondió Maradona, más sagaz aún.

En una línea más cercana a la del astro que a la del profe es que responde otro de los célebres invitados de la Peña Maradoniana del miércoles, el cantautor de tango Hernán Cucuza Castiello.

“El gol con la mano fue una picardía criolla, nada nuevo para nosotros. Lo que pasa es que, en ese caso, esta picardía criolla la implementó Diego que, siendo el mejor en todo, lo era también en eso. Aunque veas la jugada mil veces desde distintas cámaras, la mano no se ve. Fue la picardía criolla en su máximo exponente” afirma Cucuza, quien, aunque vio ese partido desde la tranquilidad de su casa, también fue un privilegiado por su relación con Maradona.

Cucuza interpretando "El sueño del pibe" en la Peña.

El artista jugó desde muy chico en el Club Parque y luego en las divisiones de Argentinos Juniors, siempre acompañado del Turco Maradona, el hermano menor de Diego, quien falleció en Nápoles en diciembre de 2021. “Yo  tenía muy buena relación con toda la familia Maradona”, cuenta Cucuza.

Esa buena relación le permitió ser dueño de un recuerdo envidiable. 

En la casa estábamos sólo Lalo, Doña Tota, Diego y yo.

Hernán Cucuza Castiello.

Luego del Mundial, ya campeón del mundo, Maradona se instaló en la casa familiar de Cantilo, en el barrio porteño de Villa Devoto. Uno de esos días Cucuza salió de la escuela secundaria y  “se mandó” a esa casa, a ser una persona más de la multitud que estaba en la puerta, expectante a ver si el ídolo salia.

Aunque se encontraba en la casa, en ese momento el Diez no salió, pero quién sí lo hizo, en cambio, fue Lalo Maradona, el otro hermano de Diego, que reconoció a Cucuza y lo invitó a pasar. “Lo increíble es que en la casa estábamos sólo Lalo, Doña Tota, Diego y yo”, afirma emocionado y recuerda que durante los “30 o 40 minutos” que estuvo ahí, no paraba de sonar la canción Cara de Gitana de Daniel Magal.

Castiello cuenta que, cuando entró a la casa, Diego se encontraba en el jardín “como colgando boca abajo de una especie de arnés, porque había llegado jodido de la cintura”.

Lo observaba sólo y pensaba en qué carajo decirle”, confiesa quien por ese entonces no tendría más de 18 años y estaba frente a –probablemente– la persona más solicitada e idolatrada del país, o incluso  del mundo. 

En ese momento Diego hacía mucho no me veía, pero de todos modos él fue quien se acercó y me dijo ‘¿Qué haces Cucu, como andas? ¿Cómo va el tango?'”, en referencia al género que Castiello se destacó cantando desde muy chico.

Para mi Diego es un todo. Así lo quiero, así lo acepto y así lo entiendo.

Hernán Cucuza Castiello.

Por eso también amaba a Diego, porque más allá de la memoria prodigiosa y de acordarse de tanta personas, entre ellas yo, me parece que había en él un verdadero interés en la gente”, agregó Cucuza.

De esa persona detrás del extraordinario jugador de fútbol también habló Signorini, quien, con todo derecho, disfruta al decir “a Maradona lo conocía todo el mundo, pero pocos conocieron a Diego”.

Carismático, soberbio y cariñoso. Inteligente, mujeriego y generoso. Los adjetivos para describir a Diego – ¿o a Maradona?– son tantos como insuficientes.

Creo que este miércoles, en la peña en su honor, Fernándo Signorini logró resumir muy bien, mediante una anécdota, cómo se explica que existan personas que lloraron al ídolo en cada rincón del planeta.

“Una vez un periodista italiano enviado del diario del Vaticano me preguntó: ‘¿Vos te imaginas quién hubiera sido Maradona con la cabeza de Platini?’ Y yo le dije sí, hubiera sido Platini. Ser Maradona es otra cosa”.

No nació para ser un ejemplo, nació para ser admirado.

Fernando Signorini.

‘Si yo me hubiese cuidado, qué jugador habría sido’ se lo escucha decir a Diego en una toma del documental de Kusturica. Sin embargo, Cucuza, coincide con el profe y afirma: “Si Diego se hubiese cuidado, no hubiese sido Diego. No hubiese sido ese Diego Total. Para mi Diego es un todo. Así lo quiero, así lo acepto y así lo entiendo”.

Grandes jugadores hubo muchos. Virtuosos, habilidosos y hasta genios. Pero Diego Armando Maradona existió uno solo, con sus virtudes y defectos. 

No nació para ser un ejemplo, nació para ser admirado”, cerró Signorini en esa noche de recuerdos.

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