Cada 19 de noviembre se celebra el Día del Inodoro con el objetivo de visibilizar la importancia que tienen las aguas de saneamiento en la vida cotidiana y, al mismo tiempo, se busca mostrar la situación de gran parte de la población mundial que no tiene acceso a las mismas.
En el año 2013, la Asamblea General de las Naciones Unidas designó al día 19 de noviembre como el Día Internacional del Inodoro con la intención de convertir al saneamiento en una prioridad de desarrollo mundial y también para generar conciencia sobre la importancia del acceso al agua potable.
En Argentina, actualmente el sector de agua y saneamiento presenta brechas significativas en materia de cobertura, calidad y eficiencia de los servicios. En base a estimaciones del Ministerio de Obras Públicas, en el año 2019, el 88% de la población contaba con acceso a agua por red y el 63% a cloacas. Sin embargo, en el caso particular de los barrios populares, el acceso formal a servicios de agua y cloacas alcanza sólo al 11,6% y 2,5%, respectivamente.
En el año 2019, el 88% de la población argentina contaba con acceso a agua por red y el 63% a cloacas.
Por otra parte, cerca de 2.6 millones de personas habitan en zonas rurales dispersas, con un alto déficit en el acceso a servicios básicos, donde un 11% recolecta agua superficial y un 18% utiliza hoyos o excavaciones en la tierra.
#DíaDelInodoro
Es uno de los elementos más cercanos cuando accedemos al servicio de saneamiento. Detrás se desarrolla una red de cañerías, estaciones de bombeo y plantas depuradoras, servicio esencial para la salud de las personas y medioambiente. 👉 https://t.co/5rjb9wneE7 pic.twitter.com/DsSzLsmltb— AySA S. A. (@AySA_Oficial) November 19, 2021
“Las personas que habitan hogares que carecen de una red de saneamiento adecuada son propensas a contraer enfermedades transmitidas por el agua. Esta problemática se acrecienta entre aquellas personas que se encuentran bajo la línea de la pobreza”, explicó Sandra Pérez, Gerente de Producto Latam de Amanco Wavin.
La historia del retrete
Los romanos se acercaron mucho a la idea actual del inodoro con su sistema de letrinas públicas con agua corriente, que se llevaba de inmediato las deposiciones hacia una serie de cloacas subterráneas, de manera que los malos olores se mantenían en unos mínimos aceptables.
Pero con el colapso del Imperio este sistema dejó de usarse y durante siglos los orinales se vaciaron por las ventanas al grito de "¡Agua va!", lo que ayudó a propagar el tifus y toda clase de enfermedades infecciosas. En 1596, sir John Harrington, ahijado de la reina Isabel I, concibió un váter conectado a un depósito de agua que arrastraba los deshechos al ser descargado.
En 1596, sir John Harrington, ahijado de la reina Isabel I, concibió un váter conectado a un depósito de agua que arrastraba los deshechos al ser descargado.
Lo instaló en el palacio real, pero el invento nunca llegó a difundirse porque la reina –no se sabe por qué motivo– le negó la patente para fabricar más. Puede que, como se ha argumentado, la ausencia de redes de alcantarillado o de fosas sépticas hubiera frenado el uso a gran escala del váter de Harrington.
Debieron pasar casi dos siglos para que otro inglés, Alexander Cummings, retomara la idea e inventara el primer inodoro moderno. Este relojero de Londres patentó en 1775 un retrete cuyo funcionamiento se regía por el mismo principio que el de Harrington: una descarga de agua limpia arrastraba los desechos. Su gran innovación fue que el desagüe se hacía a través de un sifón, una tubería en forma de "S" que permite mantener el nivel de líquido en la taza, creando una barrera de agua limpia que impide que los malos olores retornen hacia el sanitario. Eso permitió instalar el retrete en la propia vivienda sin problemas.
Crearon un inodoro ecológico que convierte el excremento en energía y criptomonedas
Cho Jae-weon, profesor de ingeniería urbana y ambiental en el Instituto Nacional de Ciencia y Tecnología de Ulsan (UNIST), diseñó a BeeVi (acrónimo de las palabras abeja y visión), un inodoro que es capaz de darle energía a un edificio en la universidad a través del biogás y estiércol que produce.
El inodoro mueve el excremento mediante una bomba de vacío a un tanque subterráneo, utilizando menos agua en comparación con uno tradicional.
BeeVi es un inodoro que es capaz de darle energía a un edificio en la universidad a través del biogás y estiércol que produce".
Luego, los microorganismos descomponen los desechos para ser convertidos en gas metano, transformando así las aguas residuales en una fuente valiosa de energía para el edificio, alimentando una estufa de gas, una caldera de agua caliente y una celda de combustible de óxido sólido.
Este curioso invento recompensa a los estudiantes que lo utilicen con criptomonedas llamadas Ggool («miel» en coreano). A cambio de sus residuos corporales, el inodoro les da a los estudiantes una pequeña cantidad de esta criptomoneda que pueden canjear más adelante por un café o fideos en la cafetería del campus.