Este martes, en una entrevista radial, Patricia Bullrich sostuvo que, de llegar a la presidencia, preferiría quedarse en su casa en lugar de mudarse a la Quinta presidencial de Olivos como vienen haciendo los presidentes de la Argentina desde hace décadas. Las declaraciones de la precandidata del PRO desataron cierto nivel de polémica porque, de rechazar la residencia, rompería un legado histórico.
“No me quiero mudar, me quiero quedar en mi casa”, sostuvo Patricia Bullrich en declaraciones a Radio Boing. Consultada sobre cómo sería su relación con sus nietos en caso de ganar la presidencia, la precandidata del PRO respondió que querría que la fueran a visitar, pero a su propia vivienda. “Yo lo voy a intentar, a mí me parece que tenemos que salir del encierro de los presidentes”, remarcó.
“Todo te rodea, tenés todo servido, y en la vida no es así, no tenés todo servido, los argentinos no tenemos todo servido. Los argentinos nos tenemos que arreglar, somos sobrevivientes, tenemos que hacer esfuerzo para todo, todo nos cuesta”, se explayó la exministra de Seguridad antes de aclarar que “por supuesto que vamos a tratar de simplificar eso”. Asimismo, rechazó la idea de que “te sirvan todo” y concluyó diciendo que “hay que lograr una austeridad y una ejemplaridad total”.
Los dichos de Patricia Bullrich son especialmente llamativos porque, si un presidente eligiera rechazar la Quinta de Olivos como su nueva residencia, cortaría un legado histórico iniciado durante la primera parte del siglo pasado. El lugar fue cedido al Gobierno de la Nación Argentina por Carlos Villate Olaguer, descendiente de su exdueño Miguel de Azcuénaga, con la condición de que la chacra funcionara como residencia presidencial y no estuviera deshabitada por más de 30 días seguidos. La donación fue aceptada por un decreto que llevaba la firma de Hipólito Yrigoyen en 1918.
Villate Olaguer, quien murió a sus 46 años, expresó en su testamento su voluntad de que la construcción funcionara como “quinta presidencial” y agregó: “En caso que el gobierno no aceptara esta donación, es mi voluntad que sea construido un gran parque, dándolo al Gobierno nacional para beneficio público”. Sin embargo, lo primero que sucedería si un mandatario rechazara la residencia es que ésta volvería a manos de los descendientes de Azcuénaga.
De este modo, cada nuevo presidente del país está prácticamente obligado a mudarse a la Quinta de Olivos si quiere evitar la pérdida del legado dado que, en caso de rechazarla, la propiedad volvería a los descendientes de sus dueños y, al menos en principio, ya ningún otro mandatario podría habitarla. Quedará por verse hasta dónde llega la audacia de la representante del ala “radical” del PRO.