El viernes 12 de julio de 1991, el profesor y traductor japonés Hitoshi Haragashi apareció muerto en el campus de la Universidad Tsukuba, donde enseñaba Cultura Islámica Comparada. Diez días antes, el traductor italiano Ettore Capriolo sufrió un intento de asesinato en el que recibió media docena de puñaladas. Dos años después, el 2 de julio de 1993, el escritor y traductor turco Aziz Nesin escapaba corriendo de un hotel que estaba a punto de ser incendiado, incidente en el que fallecieron 35 personas. Ese mismo año el editor noruego William Nygaard recibió tres balazos, a los que sobrevivió luego de estar varios meses hospitalizado.
Lo que todos estos crímenes y atentados tienen en común es el libro Los Versos Satánicos, de Salman Rushdie, publicado el 26 de septiembre de 1988 en Londres. El texto, una novela entre surrealista y de realismo mágico, cuenta la historia de dos inmigrantes indios en Inglaterra. Comienza con ellos cayendo de un avión tomado por terroristas musulmanes: milagrosamente, sobreviven a la caída. Uno de ellos se transforma, luego del incidente, en el arcángel Gabriel, mientras el otro se transforma en un demonio.
Mientras relata el enfrentamiento entre ambos personajes, sus vidas, sus historias y sus relaciones de pareja, familiares y amistosas, el libro de Rushdie va mechando secuencias de sueños. En ellos aparece, siempre, Mahoma. En ese curioso formato, el autor va contando la historia del profeta islámico con un relato distinto al de la ortodoxia musulmana, sea sunita o chiítta.
Según los censores, el libro constituía una afrenta contra el Islam, ya que incluía una reescritura ficcional de los orígenes míticos de la religión.
Su atrevimiento, mostrar a un Mahoma imaginado y humano, que comete pecados y errores, le costó mucho al autor y la novela. Pasaron apenas 9 días desde su publicación hasta que la India, el país de origen del autor, prohibió su importación. Uno de los primeros defensores de la censura a este libro en la India, el entonces diputado opositor Shahabuddin dijo, luego de confesar no haber leído el libro, que no tenía por qué "nadar a través de una cloaca maloliente para saber lo que es la suciedad”. Según los censores, el libro constituía una afrenta contra el Islam, ya que incluía una reescritura ficcional de los orígenes míticos de la religión, aparentemente ofensiva para muchos musulmanes.
El éxito inicial de la prohibición en la India envalentonó a los defensores islamistas de la censura en todo el mundo. Se dispararon diversas acciones de protesta en Inglaterra y otros países europeos en contra del libro, que incluían desde peticiones de organizaciones islámicas hasta marchas con quema de copias de la novela.
Sin embargo, la postura tanto de los gobiernos europeos como de la editorial Random House se mantuvo firme en su defensa de la libertad de expresión, negándose a impedir la publicación del libro. Esta situación formó el clima perfecto para la intervención del Ayatollah Khomeini. Este hombre, que era en ese momento el líder supremo de Irán, sacó una fatwa, como se llaman a las proclamas con valor legal o religioso de los líderes religiosos islámicos, el 14 de febrero de 1989, condenando a muerte al escritor inglés. “Le informo al orgulloso pueblo Musulmán del mundo que el autor del libro ‘Los Versos Satánicos’, escrito contra el Islam, El Profeta y el Corán, y todos aquellos envueltos en su publicación que conozcan su contenido están condenados a muerte”, decía el edicto del dirigente religioso iraní.
Sin más tiempo que el necesario para sacar de su casa los elementos absolutamente fundamentales, los agentes estatales metieron a Rushdie y a su esposa en una casa segura.
A partir de allí, comenzó una aventura inédita para el reconocido escritor indio. La policía británica lo buscó y lo escondió. Sin más tiempo que el necesario para sacar de su casa los elementos absolutamente fundamentales, los agentes estatales lo metieron junto a su esposa en una casa segura. Estuvo 10 años bajo custodia policial hasta que él mismo, junto al estado inglés, sintieran que el peligro inminente había pasado. En el 2012, Rushdie publicó Joseph Anton, una autobiografía que parte del momento de su condena a muerte, y cuyo título es el pseudónimo que usó durante esos pesados años que pasó escondido.
Con el tiempo, Rushdie se mudó a Estados Unidos y continuó publicando cuentos y novelas, además de dando charlas y ganando diversos premios literarios. Además, siguió recibiendo durante años cartas del gobierno iraní, recordándole su condena a muerte. Llegaron todos los 14 de febrero, hasta que en 1999 Irán dejó de apoyar, al menos oficialmente, la condena a muerte del escritor. Pocos años después volvió a hacerlo, y la fatwa fue ratificada en el 2005 por el sucesor de Khomeini.
Si bien hubo, en los últimos 30 años, varios intentos de asesinato contra el escritor, el de hoy es el primero por el que sufrió heridas graves. Ahora, Rushdie se encuentra en el quirófano, aunque no se conoce con precisión la gravedad de su situación.