Miércoles, 08 de Mayo de 2024 Muy nuboso 16.7 °C muy nuboso
 
Lunes, 11 de Octubre de 2021 Muy nuboso 16.7 °C muy nuboso
 
Dólar BNA: $924
Dólar Blue: $1040
Sociedad

Jorge Nedich, el gitano que no sabía leer y se convirtió en escritor

Jorge Nedich es un escritor, docente e investigador gitano. De chico vivía en una carpa, no iba a la escuela y trabajaba vendiendo en la calle y en los trenes. No supo leer y escribir hasta pasados sus 30 años. Sin embargo, logró hacer una carrera universitaria y ser reconocido internacionalmente por sus novelas, algunas de ellas sobre su cultura.

Los gitanos son un pueblo excluido, discriminado y estigmatizado. Están por todo el mundo y siempre son vistos de reojo. Una nación sin tierra, pero con vínculos tan fuertes que resisten miles de años de persecución. Muchos viven en Argentina, tienen tradiciones llamativas para nosotros, y si son noticia es porque alguno cometió un delito que los estigmatiza a todos.

El origen de este pueblo es difuso. Provienen de la India, de donde emigraron alrededor del siglo X huyendo de una persecución que comenzó cuando se negaron a someterse al régimen mahometano. Llegaron a la zona de Egipto, donde se tiene el primer dato concreto de su presencia entre los siglos XIV y XV. De allí proviene el nombre “gitanos”, como deformación del gentilicio de ese territorio.

El primer dato concreto de su presencia en Egipto es entre los siglos XIV y XV. De allí proviene el nombre “gitanos”, una deformación del gentilicio de ese territorio.

“A partir de ahí comienza un trato muy conflictivo con la sociedad porque la Iglesia Católica comenzaba a trazar su visión de mundo, y la Inquisición no aceptaba la forma de vida, las creencias y la cultura gitana. No se podía pensar libremente; si no estabas sujeto a las leyes de Dios, eras un hereje. Ahí arranca el estigma que se tiene hasta el día de hoy”, contó a Diario Con Vos Nedich.

Por este motivo los gitanos eran nómades. “Fue un escudo”, aseguró Nedich, y agregó que por esta razón practican la endogamia: “Si salís y saben que sos gitano te condenan. En cambio, ahí sos alguien, y eso hoy persiste”. El nomadismo, en cambio, se fue abandonando. Al menos en aquellas familias que lograron alguna inserción social que les permitió establecerse más formalmente.

Dos historias, un mismo origen

Nedich nació en 1959 en medio de una comunidad nómada que luego se estableció en Quilmes. Durante su infancia vivió en carpas ubicadas en un monte de naranjos. Más allá de no haber hecho ni el primario ni el secundario, logró entrar en la carrera de Letras en la Universidad de Lomas de Zamora gracias a la Ley de Educación Superior, que en 1997 incluyó una excepción que permite a los mayores de 25 años que no hayan hecho el colegio secundario asistir a la universidad rindiendo un examen de nivel.

De chico veía cómo otros niños, que también vendían cosas, leían historietas. “Se reían, entonces yo les preguntaba y fui empezando a leer, pero me ayudaba con los dibujos”. Ese fue su primer acercamiento al mundo literario, aunque al pasar al libro se le complicó más, y continuó con dificultades con los signos de puntuación y demás cuestiones ortográficas. Así y todo, en ese contexto, con 34 años publicó su primera novela, “Gitanos”, que fue premiada en Italia.

Luego de terminar sus estudios siguió vinculado con la universidad como docente. Sus trabajos lo convirtieron en un referente en la materia: recibía mails de decenas de estudiantes que lo contactaban para realizar trabajos de investigación. Un día recibió uno de Voria Stefanovsky, quien más adelante sería no solo su esposa sino también la primera mujer gitana en doctorarse en Latinoamérica.

Aunque no cursó la escuela primaria, Nedich logró estudiar Letras en la Universidad de Lomas de Zamora.

La historia de Voria merece ser contada. También nómade, nació en Rusia y en algún momento la familia, que tenía un circo itinerante, llegó a Brasil. Allí fue separada de sus padres por mero prejuicio: hubo un asesinato y asumieron que su familia, al ser gitanos, eran los culpables. Además, fueron acusados de robarse una niña (ella) por ser de tez clara y rubia. Por esta razón fue enviada a un orfanato, donde la obligaban a pedir perdón por ser gitana.

Allí aprendió a leer gracias a la ayuda de una monja que se compadeció con la situación. Luego pudo salir de la institución y volvió con su familia, pero la obligaron a casarse a los 15 años con otro gitano. Ella no estaba dispuesta a tener hijos porque quería formarse y sabía que ese sería un impedimento. Siguió estudiando mientras tomaba pastillas anticonceptivas a escondidas, y cuando la descubrieron, huyó.

Hoy, Jorge y Voria dirigen el Observatorio Gitano, donde trabajan por un reconocimiento estatal que visibilice su cultura y que permita una inserción educativa. “El Estado ha firmado convenios comprometiéndose a implementar la educación intercultural en las escuelas, y no lo hace. Eso no es un olvido, es una decisión. Y en este caso, es una decisión racista”, acusó Nedich.

Discriminación estatal y prejuicio social

Según el escritor, en la comunidad gitana la escuela no es importante, aunque aclaró que esto se debe al desconocimiento: “No se puede amar lo que no se conoce. Los chicos no van a la escuela porque a los gitanos nunca les dieron la posibilidad de educarse. Cuando se declararon los Derechos Humanos los más occidentalizados pudieron ingresar, pero a los que eran más radicales no los dejaron”, explicó.

En Argentina se estima que viven unos 300 mil gitanos, aunque para Nedich ese número es simbólico, porque para saber realmente cuántos son debería existir un apartado en los censos para insertar a la comunidad gitana, y "el Estado siempre se negó a hacerlo”. Además, muchos esconden su origen, por temor a ir presos o ser agredidos simplemente por ser quienes son y vestirse como lo hacen.

En 1946, durante la primera presidencia de Perón, el gobierno dictaminó que los gitanos debían vivir en casas y no en carpas, alegando una necesidad de progreso. Sin embargo, el método no fue el más adecuado: se mandaron a quemar todas las carpas del país. En una de ellas se encontraba el bisabuelo del escritor, quien se negó a irse y prefirió morir calcinado antes que dejar su hogar.

Una carpa gitana vista desde adentro.

Para el docente, hoy en día implica meramente una cuestión económica más que cultural: “Yo no dejaría la comodidad de una casa para volver a una carpa ni subiría al carromato de mi abuela para dejar mi auto. Los que se han quedado allí es gente que tiene problemas crónicos, que no fueron a la escuela y no saben vivir fuera del ghetto gitano”.

La discriminación persiste, más allá de la desatención estatal y todo lo que eso implica, en la vida diaria. Esto se ve reflejado a la hora de querer participar de algún espacio social, como comer en un restaurante o asociarse a un club: ”Está todo naturalizado. La sociedad ve al gitano como una caja de Pandora con cosas terribles, y son estereotipos. Los estereotipos no dejan pensar a las personas y los hacen actuar de manera violenta”.

El que delinque que vaya preso, y más si es gitano. Después tenemos problemas en nuestra vida diaria.

En este sentido, Nedich hizo referencia a lo que sucede cuando un gitano comete un delito, como ocurrió hace unos meses con el joven de 17 años que casi mata de una piña al playero de un estacionamiento, o aquel caso hace unos años donde otro disparó y mató a un diputado: “El que delinque que vaya preso, y más si es gitano. Después tenemos problemas en nuestra vida diaria”.

De todas maneras, aseguró que cuando un gitano comete un delito “hay un ensañamiento” por parte de la prensa y que se generaliza de modo tal que se mete a toda la comunidad dentro de la misma bolsa: “Sea cual sea el delito, hay un plus, que es que hay un gitano. Eso moviliza el morbo, la gente necesita un chivo expiatorio, por lo que un culpable fuera de la sociedad es importante. Y ese chivo expiatorio somos nosotros”.

“La ética te dice que podés poner la identidad o nacionalidad si es estrictamente necesario, pero no podés asociar el delito a esa identidad. Si en algún momento lo amerita, ponela. Pero no crees el odio”, reclamó el escritor aludiendo al accionar del periodismo en estos casos. En general, la discriminación va de la mano con los prejuicios, y estos tienen que ver con costumbres diferentes a las nuestras.

Costumbres y características gitanas

Bandera gitana.

Un ejemplo es la lectura de manos, la clásica mujer gitana que predice el futuro. Para muchos se trata de una simple estafa, y de ahí también el estigma. Según el escritor, esto tiene que ver con el origen indio de la etnia y con "altos conocimientos de astrología y astronomía”. “Pasado el tiempo esas ciencias se fueron complejizando y los gitanos quedaron desplazados, pero quedó como una forma de ganarse la vida”.

Otra práctica gitana que es muy cuestionada por la cultura occidental es el pago de la dote, es decir, un acuerdo económico entre dos familias para arreglar un matrimonio, como le sucedió a Voria cuando era adolescente. “Es real y se mantiene, es uno de los puntales de la cultura”, explicó Nedich, aunque se desmarcó de las críticas alegando que también “pasa en muchas otras culturas, como la judía ortodoxa o en el mundo arábigo”.

La comunidad cuenta también con su propio sistema jurídico, llamado Kriss, en el que se castiga a quienes tengan “mal comportamiento”, como puede ser emborracharse, algo que está muy mal visto. Por el contrario, se valora mucho el respeto, la solidaridad y la conciencia social de grupo. Si bien aún existe, el Kriss no tiene la misma fuerza que hace algunas décadas debido a la globalización e inserción en la sociedad occidental.

No dejaría la comodidad de mi casa para volver a una carpa. Los que lo hacen no saben vivir fuera del ghetto gitano.

Esa inserción permitió a muchas familias gitanas un progreso económico importante, principalmente por la venta de autos o metales. El escritor no dudó en decir que ese progreso tiene que ver con una “capacidad enorme para la improvisación” y que “la dificultad hace que aprendas a superarte”. Según comentó, de la venta ambulante se va escalando a negocios más lucrativos gracias a esa capacidad que atribuye a su etnia.

En cuanto a la religión, comentó que hoy “el 70% de los gitanos son evangelistas”, lo que lo pone en alerta: “Para mí es un peligro eso, se extirpa la cultura gitana y se instala la evangélica. Me asusta que en muchos casos enseñan a leer, pero enseñan la Biblia. Hay un lavado de cabeza importante. Por eso me preocupa que los chicos puedan ir a la escuela y tener un pensamiento crítico. Leyendo la Biblia no lo van a tener, que la lean por elección”.

Por este tipo de cosas, Jorge lucha por la visibilización y revalorización de su cultura, tanto desde el Observatorio como desde la editorial que fundó con el nombre de su esposa, que publica tanto literatura argentina en general como sobre su comunidad en particular: “Estoy armando una sección donde voy a publicar autores gitanos o que hablen de los gitanos. Hay que poner en valor la cultura y el arte gitano, hacer una colección para que la historia esté en el mercado”.

Si bien tiene muchos libros escritos sobre el gitanismo, como “El aliento negro de los romaníes”, el último de su autoría es “La alta de color obispo”, una novela que él definió como “erótica, negra y con rasgos de policial”, donde se trata el “dolor combinado con el placer”. “Tiene que ver con lo que nos pasa en el país. Hay una serie de situaciones donde la sociedad y las instituciones hacen la vista gorda”, concluyó el escritor.