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Tecnología

Videojuegos retro: ¿valía la pena soplar los cartuchos?

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En los últimos años, los videojuegos retro han experimentado un resurgimiento, de la mano de los nostálgicos pero también de los nuevos jugadores. Si jugabas hace unos años, recordarás el acto de soplar los cartuchos como prácticamente un ritual pero: ¿servía para algo?

El resurgimiento de los videojuegos retro se debe principalmente a la gran disponibilidad de emuladores, reediciones y consolas miniaturizadas. Estos ofrecen una forma práctica de revivir los clásicos del pasado sin gastar una fortuna.

Cuando un juego no cargaba correctamente, la solución universalmente aceptada era sacar el cartucho de la consola, soplar el conector y volver a intentarlo. Este acto aparentemente mágico, aunque anecdótico, generó debates interminables sobre su eficacia real. ¿Funcionaba?

¿Funcionaba soplar cartuchos de videojuegos?

La costumbre de soplar los cartuchos se remonta a los primeros años del gaming, aunque se popularizó hacia finales de los años 80, junto al furor por la consola NES (la primera consola de Nintendo).

Con la NES los cartuchos podían dejar de funcionar repentinamente, debido a que esta plataforma usaba un mecanismo de inserción mediante fuerza nula (ZIF). Esto significaba que, teóricamente, podíamos insertar los juegos con poca fuerza, a diferencia de otros sistemas como Atari (en la que teníamos que presionar el cartucho para que entre).

La efectividad del soplo de cartuchos ha sido objeto de mucha especulación y discusión por parte de gamers y expertos en la materia. Algunos argumentan que el acto de retirar y volver a insertar el cartucho era lo que realmente solucionaba el problema, mientras que otros creen que el polvo o la suciedad en los conectores era la verdadera causa de los fallos de lectura.

Aunque no existe una respuesta definitiva, muchos jugadores juran que el soplo les salvó de innumerables momentos de frustración. Si soplamos cartuchos aún sabiendo que no funciona, es por dos razones: un patrón de reconocimiento en nuestro cerebro y la parcialidad de confirmación.