Tomás Saraceno explora, a través de sus construcciones artísticas en 3D y, muchas veces, gigantescas, la relación entre el ser humano y las demás especies con las que compartimos el mundo. A través de una particular obsesión con las arañas y sus redes, y proyectos artísticos-tecnológicos, el argentino busca «repensar la forma de habitar el mundo» y la «cocreación de la atmósfera».
Necesitamos aprender a movernos de otro modo, o a reaprender las viejas formas de movernos.
Además, Saraceno diseña telas de araña, y construyó una comunidad interdisciplinaria alrededor del concepto de la «aracnofilia«. Para el artista, hay que pasar de la aracnofobia que sufren muchas culturas a una relación más sana con los artrópodos de ocho patas, y con ese objetivo trabaja junto a científicos, artistas e, incluso, «adivinadores de arañas», una suerte de chamanes de Camerún que ven el futuro en las telas de estos eximios cazadores.
En declaraciones a la BBC, el artista expresó: «Hay mucha sabiduría entretejida en las culturas que aún viven, y rescatando algunas de estas narrativas que de alguna manera se están perdiendo, podríamos estar mejor«. «Necesitamos aprender –destacó el artista– a movernos de otro modo, o a reaprender las viejas formas de movernos«. El artista diseñó, además del ya mencionado globo a energía solar, «ciudades en las nubes», que flotan sobre la tierra. Esta última iniciativa remite a las ideas del artista eslovaco-argentino Gyula Kosice, quien supo plantear la necesidad de crear una «ciudad hidro espacial».