La ciudad de Amsterdam es famosa por sus canales, las pinturas de Van Gogh, la Casa de Ana Frank y sus millones de bicicletas. Pero es muchísimo más.
Los argentinos comenzamos a conocer a los neerlandeses gracias al fútbol. A fines de la década del ´70 su seleccionado nacional se convirtió en la “naranja mecánica” y fue uno de los más duros rivales que tuvo nuestro seleccionado en aquella final de 1978 cuando conseguíamos nuestra primera Copa del Mundo.
La verdadera Amsterdam es una ciudad moderna, respetuosa del orden social, avanzada en principios de tolerancia religiosa, identidad sexual y convivencia con el otro.
Mientras que en el resto del mundo se condenaba hasta con prisión el consumo de la marihuana, la ciudad habilitó los “coffee shops”, que en realidad no vendían variedades de cafés sino de hierba, con uso exclusivamente recreacional. Algo que desde el sur del continente americano se veía como otra muestra del liberalismo de la sociedad neerlandesa.
Ciudad de canales
La ciudad no es muy grande, si la comparamos con Buenos Aires por ejemplo, y por eso mismo es perfecta para recorrerla a pie, o en tranvía, pero nunca, nunca en bicicleta. ¿Por qué? se preguntarán, si todo el mundo va en bicicleta por la ciudad, y la respuesta es justamente por eso: son miles las personas que se trasladan de un punto a otro de Amsterdam en las dos ruedas (¡siempre por las que nosotros llamaríamos bicisendas!) pero como las conocen a la perfección pedalean a toda velocidad y como que se llevan el mundo por delante. Si un turista elige ese modo de pasear, lo más probable es que entorpezca la circulación y se lleve de recuerdo algunos golpes, y hasta insultos, eso sí en Dutch (u holandés).
Es perfecta para recorrerla a pie o en tranvía, pero nunca, nunca en bicicleta. ¿Por qué?, se preguntarán, si todo el mundo va en bicicleta por la ciudad, y la respuesta es justamente por eso.
En cuanto a los museos, es imprescindible visitar el de Van Gogh y el Rijksmuseum. Como están uno frente al otro es posible ir a la mañana a uno y a la tarde al otro, sólo para darles un rápido vistazo ya que sería imposible una visita a fondo de estos dos grandes reservorios del arte mundial, pero vale la pena tomarse el día.
Navegar por la ciudad
Una de las maneras más sencillas de hacer una visita panorámica es subirse a una de las tantas barcazas que parten desde muchos puntos de la ciudad y encarar una recorrida de unas dos horas en las que se pasa por los principales edificios, mientras se va escuchando una audioguía en español. Gracias a esto se conocerán muchas cosas que de otra manera pasarían desapercibidas.
Comer y beber
Quesos de todas las formas y aromas abundan en los comercios especializados que se encuentran por toda la ciudad. Sería imposible resistirse a ellos. Ya sea en un sándwich o formando parte de una comida, todos son absolutamente fabulosos. Y algo que no debe quedar aparte: el pan debe ser uno de los secretos mejor guardados de los neerlandeses ya que son deliciosos.
Siempre habrá a mano una buena cerveza, y es muy habitual que nos sorprendan con vinos argentinos en los bares y restaurantes (¡efecto Máxima!) así que nadie quedará insatisfecho a la hora de saciar la sed.
Si se atreven y quieren vivir una experiencia inolvidable en algunos escaparates podrán ver unas botellas de vodka con cocaína y cannabis. Eso sí, no sabríamos decirles si son legales en Argentina.
Más información en ciudadanosviajeros.com.ar.