Por Feminacida
En la meta al éxito no se permiten fisuras. No hay lugar para los sentimientos, ni los dolores, ni los riesgos. Con sus trajes impolutos y sus presentaciones milimétricamente ensayadas, los Juegos Olímpicos (JJ.OO.) siempre estuvieron asociados a esa imagen exitista y al concepto de “élite”. Durante las últimas dos semanas, el mundo entero siguió cada partido, cada carrera y cada combate, mientras miles de atletas volvían a ponerse a prueba luego de un año sin competir por la pandemia. Pero esta vez, las sorpresas fueron las fuertes muestras de rebeldía y la exigencia de mayor igualdad e inclusión.
Por primera vez en la historia, la edición de Tokio 2020 se acercó a la paridad de género. Según el Comité Olímpico Internacional (COI), la participación de las mujeres alcanzó el 48,8 por ciento. Esto implica un gran avance, teniendo en cuenta la invisibilización histórica de mujeres en el deporte, sobre todo en las disciplinas predominantemente masculinas. El colectivo LGTBIQ+ también conquistó espacios antes vedados con la participación de 168 personas disidentes en la competencia.
A lo más alto: Quinn, la primera persona trans en ganar una medalla de oro
A sus 25 años, Rebecca Catherine-Quinn se convirtió en la primera persona transgénero en competir y ganar una medalla olímpica junto a su equipo de fútbol canadiense. Con una carrera meteórica que la llevó desde el equipo Washington Spirit al París FC, Quinn, que se luce como mediocampista, jugó contra Suecia en la final en Japón y logró hacer historia dentro del podio de los Juegos Olímpicos. “No sé cómo sentirme. Me enorgullece ver el nombre ‘Quinn’ en la alineación y en mi acreditación. Me siento triste de saber que hubo atletas olímpicos antes de mí sin poder vivir su verdad por culpa del mundo. Soy optimista por el cambio”, escribió en su cuenta de Instagram cuando comenzó la competencia.
Me siento triste de saber que hubo atletas olímpicos antes de mí sin poder vivir su verdad por culpa del mundo” (Rebecca Catherine-Quinn, jugadora de fútbol trans que ganó el Oro con Canadá)
Desde 2015, el COI dispuso la aceptación de personas trans en los JJ.OO. sin la necesidad de que se sometan a cirugías en sus genitales, pero sí mantuvo la recomendación en la medición de testosterona para mujeres trans. Esto se puso en debate en las redes sociales, donde abundaron discursos trans-odiantes que rechazaban la participación de personas no binarias con argumentos biologicistas.
“Soy consciente de las realidades. Niñas trans siguen vetadas de jugar deportes. Mujeres trans son discriminadas y atacadas mientras buscan sus sueños olímpicos. Aún queda mucho por pelear y lo celebraré cuando estemos todas aquí”, expresó Quinn. A pesar de las críticas, otro caso destacable fue el de Laurel Hubbard, la primera atleta trans neozelandesa que debutó en levantamiento de pesas.
La declaración de principios del equipo noruego de beach handball
Como si no se hubiera enterado de que la revolución feminista también llegó al mundo del deporte, la Federación Internacional de Handball se quedó por fuera de estos cambios históricos. Mientras los varones tienen permitido jugar al beach handball usando un short de hasta 10 centímetros por encima de la rodilla, las mujeres todavía tienen como uniforme una pequeña bikini. Hartas de los estándares sexistas, las jugadoras de la selección de Noruega decidieron vestirse con shorts. ¿La reacción? La Federación les impuso una multa de 50 euros a cada una de ellas y por cada partido.
Rápidamente, la decisión se viralizó en las redes, sobre todo porque las noruegas decidieron mantener su postura y jugar con shorts. La Federación Noruega de Handball les mostró su apoyo y declaró que se harían cargo de la multa —a lo que también se ofreció la cantante Pink, que aplaudió esta decisión—. “Lo más importante es disponer de uniformes con los que las deportistas estén cómodas. Debería ser una elección libre en el marco de las reglas estandarizadas”, dijo el presidente de la Federación Noruega de Handball, Kare Geir Lio.
El autocuidado de Simone Biles
Lo sucedido con Simone Biles fue una declaración de principios que resonó fuerte y sacudió las mismas estructuras meritocráticas que giran en torno al deporte. En un primer momento, la atleta decidió retirarse de la prueba por equipos y de la competencia individual “all around” para cuidar su salud mental. Sostuvo que a la hora de subir al tapiz debía enfrentarse sola a todos sus demonios. “Creo que hay que priorizar la salud mental, porque en caso contrario no vas a disfrutar del deporte y no vas a tener éxito. No pasa nada por dejar pasar una competición para concentrarte en vos mismo, porque demuestra lo competitivo que eres en lugar de seguir luchando contra ello”, dijo en una conferencia de prensa luego de retirarse de la final de la competición.
No pasa nada por dejar pasar una competición para concentrarte en vos mismo” (Simone Biles)
Biles no sólo es una de las mejores atletas del mundo, con cuatro medallas en su haber, sino también una luchadora y sobreviviente. En 2018, contó que fue una de las 150 víctimas de los abusos de Larry Nassar, el médico del equipo olímpico de gimnasia estadounidense, quien fue condenado a más de 175 años de prisión por delitos sexuales y tenencia de pornografía que involucraba a niñxs. Biles y sus compañeras demandaron el año pasado al Comité Olímpico y Paraolímpico de Estados Unidos, poniéndose al frente de la lucha por exponer el entramado de abusos de Nassar y sus cómplices.
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Por eso, el discurso de Biles cobró doble importancia: desde la perspectiva del autocuidado, pero también por el apoyo que recibió de parte de sus compañeras. La deportista remarcó saberse respaldada por ellas. Días después de que sus palabras recorrieran el mundo, subió nuevamente a la barra de equilibrio con una sonrisa, abrazada por su equipo y miles de personas aplaudiendo. “Ya estaba orgullosa de mí misma simplemente por haber logrado estar ahí después de lo que he pasado”, dijo luego de obtener la medalla de bronce. Si dieran medallas de oro por ser luchadoras, Simone ya la habría ganado.