Para sorpresa de la platea que mira y sigue expectante los pasos de la política argentina, a fines de noviembre se dio un caso llamativo que dejó sospechas para todos y una pequeña herida en el oficialismo. El 29 del mes pasado, la cámara de diputados no logró el quórum suficiente para que en la misma se lleve a cabo el debate por el proyecto de ley de Ficha Limpia. El texto impulsado por el PRO no llegó a obtener las presencias necesarias de diputados. Trece fueron las ausencias que dejaron sin efecto la posibilidad de discutir en la cámara baja la prohibición para ocupar cargos públicos a cualquier persona que haya sido condenada por un tribunal en segunda instancia. De llegar a concretarse la iniciativa hubiese tenido para el año que viene su primera prueba. Se trata de la ex presidenta Cristina Fernández, quien hace poco tiempo fue declarada culpable en segunda instancia en la causa “Vialidad”. El 13 de noviembre la Cámara de Casación penal ratificó la condena impulsada por el Tribunal en lo Criminal Federal N 2 en diciembre de 2022.
La ausencia de ocho diputados de La Libertad Avanza abrió sospechas y una polémica en los medios de comunicación cuyos periodistas intentaron entender el motivo por el cual los oficialistas no bajaron al recinto. Las sospechas rondan acerca de un acuerdo entre Milei y Cristina. La prenda de cambio para la negativa del oficialismo a dar quórum parece haber sido el apoyo que el Kirchnerismo brindó al pliego del nombramiento de Ariel Lijo como Juez de la Suprema Corte. Unos días antes de la frustrada sesión por Ficha Limpia, la senadora catamarqueña Lucía Corpacci firmó el dictamen favorable a Lijo. Sin embargo, CFK salió a despegarse rápido de cualquier de cualquier vinculación que pudiera atribuírsele con Milei.
Sea verdad o no esta suposición de un pacto entre el Kirchnerismo y La Libertad Avanza, lo cierto es que Milei al no mandar a sus diputados a sentarse y dar el debate dejó abierto un flanco en su supuesta superioridad moral. Es que el proyecto en cuestión iba de la mano de uno de los principios rectores del sumun libertario que dice que “el que las hace las paga”. Parece ser que esta vez Milei no estaba dispuesto a que su propia casta pague los costos de un mal endémico de la política argentina: la corrupción.
Por una cosa del destino esta vez “las fuerzas del cielo” no llegaron a tiempo y no hubo tiempo para que el presidente pudiera enmendar el error. A los pocos días del mal paso del libertario con respecto al intento de desterrar a la corrupción del estado, uno de los senadores que más lo habían apoyado fue pescado “in fraganti en comisión de un delito”. Se trata de Edgardo Kueider, representante en la cámara alta de la provincia de Entre Ríos. El senador está preso en Paraguay sospechado del delito de lavado de activos porque fue detenido cuando intentaba ingresar al país con 211 mil dólares sin declarar. Ayer el senado resolvió por abrumadora mayoría expulsar a Kueider del parlamento.
El oficialismo intentó de todos modos desprenderse de Kueider, quien había ingresado al senado como candidato de Unión por la Patria pero que rápidamente se fue del bloque y fue uno de los votos con los que contó el oficialismo para la sanción de sus proyectos. Hasta llegó a ser el candidato de Santiago Caputo, uno de los vértices del triángulo de hierro del gobierno, para presidir la bicameral de inteligencia.
Lo inesperado de la detención de Kueider y su posterior expulsión como senador implica una llamada de atención para el gobierno. Javier Milei se ha ensañado con la casta, léase políticos, gremialistas, periodistas, etc, pero sin embargo no ha podido o no ha querido desprenderse de ella, sobre todo si de votos se trata. Por eso el caso Kueider lo deja desnudo sin más que la opción de desconocer hasta el que hace muy poco tiempo supo ser su aliado.