Javier Milei inició su gobierno de espaldas al Congreso; no en un sentido metafórico, sino literal. A un día de cumplirse un año, el 10 de diciembre de 2023, cuando recibió los atributos presidenciales, se limitó a jurar ante la Asamblea Legislativa y fue directo a la explanada del Palacio para pronunciar su discurso inaugural de cara a la militancia.
Esa imagen marcó el inicio de un período legislativo totalmente atípico, cuyo corolario estuvo a la altura del arranque: la última semana de noviembre quedó atravesada por el sabotaje libertario al proyecto Ficha Limpia, proyecto que ellos mismo abrazaron como propio, lo que sembró dudas sobre un posible pacto entre La Libertad Avanza y Unión por la Patria.
Durante el primer año de gestión, Milei sorteó el Congreso toda vez que pudo, valiéndose de los Decretos de Necesidad de Urgencia (DNU). Además, se limitó a construir alianzas circunstanciales para imponer su poder de veto y avanzar con un par de leyes simbólicas.
Jamás apuntó a ampliar el espacio, sino a profundizar su identidad desde la confrontación hacia la “casta”. Pero, con el correr de los meses, quedó en evidencia que el relato anti-casta no fue más que eso: un relato.
Un repaso en números
Durante el primer año de Milei, el Congreso sancionó 44 leyes. De acuerdo a un balance elaborado por Directorio Legislativo, 31 de ellas son tratados internacionales. Por eso, el número parece muy “pobre” si se lo compara con el primer año del segundo mandato de Cristina Kirchner (144), el de Mauricio Macri (97) o incluso con el de Alberto Fernández (64), que se vio atravesado por la pandemia de Covid-19.
Pero hay varios puntos a tener en cuenta. Uno de ellos es que entre esas 44 leyes de la era Milei se encuentra nada menos que la Ley Bases –que en su primera versión tenía 664 artículos y alcanzaba más de 20 materias– y el Paquete Fiscal. Es decir, dos textos muy ambiciosos y abarcativos que podrían cuantificarse como varias “mini-leyes”, ya que incluyeron desde la vuelta de Ganancias al RIGI, pasando por la delegación de facultades, hasta la autorización al Ejecutivo a privatizar un puñado de empresas del Estado.
A estas dos leyes hay que sumarle el famoso DNU 70/23 que, de un plumazo, modificó y derogó unas 300 leyes. Entre ellas, la Ley de Alquileres.
Hay que recalcar que los dos grandes logros parlamentarios que se anotó el oficialismo durante este año fueron alcanzados pese a que los libertarios son una minoría parlamentaria nunca antes vista en el Congreso.
Desde la vuelta de la democracia, jamás un Gobierno –ni siquiera el de Macri— tuvo tan poca representación parlamentaria. Los libertarios cuentan con apenas el 10% de las bancas del Senado y el 15% de Diputados, cuando se requiere la mitad más uno de los presentes para poner en marcha cualquiera de las dos cámaras.
El apoyo que recibió Milei en las urnas (y que seguiría en pie de acuerdo a las encuestas) le allanaron el camino al libertario en el Congreso. Los bloques dialoguistas, más allá de imponerle (muchos) cambios a ambos proyectos, terminaron votando las dos medidas, interpretando que era lo que sus votantes esperaban de ellos: que no le pusieran palos en la rueda al mandatario.
El capitán Beto
“El déficit cero no se negocia”, es una consigna que Milei repite desde el primer día. Y lo sostuvo. Al menos a la hora de plantarse frente a los dos proyectos impulsados por la oposición, que tocaban fibras sensibles pero que ante los ojos libertarios atentaban contra su objetivo. Ellos fueron la reforma de la fórmula previsional y la ley de financiamiento universitario.
En ambos casos, Milei y sus laderos demostraron la capacidad de negociación (y de “rosca”) que tanto le cuestionaron a la “casta política”. Para ambos casos, el Gobierno logró quebrar al bloque UCR, sumando cinco aliados que fueron decisivos para reunir el número mágico de 86 diputados, es decir, el tercio que se requiere para sostener en pie cualquier veto presidencial. Así nacieron los “radicales con peluca”.
Pero también, Milei logró persuadir a gobernadores de diferente signo político (con promesas muchas veces incumplidas) para que los diputados que les responden no bajaran al recinto. En ambas oportunidades, y más adelante frustrando la sesión en la que la oposición se aprestaba a avanzar con la reforma a ley que regula los Decretos de Necesidad y Urgencia y el DNU de reestructuración de deuda, los libertarios supieron usar a su favor la hiperfragmentación parlamentaria, que se registra incluso dentro de los bloques.
La gran derrota
El desempeño de los libertarios en el Congreso superó cualquier expectativa, sobre todo si se tiene en cuenta que se trata de un poder colegiado en el que se imponen las mayorías. Aún así, su lema bíblico que reza “la victoria no depende del número de soldados, sino de las fuerzas del cielo” se cumplió casi a rajatabla.
Salvo en lo vinculado a los organismos de inteligencia, que este año volvieron a ser rebautizados bajo el nombre de SIDE. Es que Javier Milei fue el primer presidente que vio caer en desgracia un DNU.
Desde la sanción en 2006 de la ley que regula los DNU, que tiene como autora a Cristina Kirchner, el Congreso jamás había rechazado uno. Hasta que Milei, a través de ese instrumento, y pese a repetir hasta el cansancio el slogan “no hay plata”, amplió en $100.000 millones los fondos reservados de la SIDE. Ni siquiera el PRO de Mauricio Macri acompañó al libertario en esta jugada.
Esa derrota fue de la mano de otra jugada opositora, que desbancó a LLA de la presidencia de la comisión Bicameral de Inteligencia. Nada menos que el cuerpo que, entre otras facultades, tiene la de hacer un seguimiento de esos fondos reservados. La silla, tras un acuerdo entre un sector radical y UP, quedó para el senador Martín Lousteau.
¿Quién era el nombre que Santiago Caputo tenía en mente para esa silla? Edgardo Kueider. Sí: el senador que la semana pasada fue detenido en Paraguay con más de US$ 200.000 dólares sin declarar. Ese que Cristina Kirchner y Javier Milei se endilgan mutuamente desde las redes.
Sin Presupuesto
El ninguneo que Milei mostró ante la Asamblea Legislativa hace un año atrás, cuando le dio la espalda en su primer discurso como presidente, fue apenas una muestra gratis de lo que se vio a lo largo de estos 365 días.
Durante estos 12 meses, les propinó insultos y memes a los diputados y senadores que se mostraron contrarios a sus medidas; también confeccionó “listas negras” con los nombres y apellidos de todos aquellos legisladores que no acompañaran sus iniciativas. Y ni siquiera le dedicó unas palabras al diputado Ricardo López Murphy tras el fallecimiento de su hija.
Ahora bien, más allá de alimentar el relato “anti-casta” desde la confrontación, el mayor ninguneo de Milei hacia el Congreso se vio al excluirlo, dos veces consecutivas, de la confección/aprobación de un presupuesto. En 2023, cuando apenas asumió como Presidente, el libertario ni siquiera se gastó a enviar un proyecto al Congreso. Prorrogó el elaborado en 2022, durante la gestión de Alberto Fernández.
Este año, en cambio, envió un proyecto pero, tras una serie de reclamos y propuestas opositoras, los libertarios cortaron de cuajo las negociaciones al filo de que culminara el período de sesiones ordinarias. Por segundo año consecutivo –hecho que no se vio al menos desde el retorno de la democracia—el Poder Ejecutivo prorrogará el presupuesto.
Dato mata relato anti-casta
Milei usó el Congreso como escenario para alimentar su relato. Desde allí, confrontó contra “la casta”, jugó a “todo o nada” con el Presupuesto y demostró que estaba dispuesto a sostener el déficit cero a como dé lugar, sin importarle –como él mismo dice—caer en las encuestas por vetar la ley de financiamiento educativo y la nueva fórmula previsional.
Pero al mismo tiempo, en ese mismo Congreso quedó en evidencia que Milei no siempre que ve una curva acelera. Y que es más pragmático que lo que dice ser.
Pese a que el 1 de marzo, ante la Asamblea Legislativa anunció entre bombos y platillos que avanzaría contra la “casta sindical” impulsando un proyecto para eliminar la reelección indefinida, optó por no tensar la relación con los gremios ¿a cambio de paz en la calle?
Como fuere, al filo de la firma del dictamen del proyecto impulsado por la UCR que busca la democratización de los gremios, los libertarios le soltaron la mano al diputado Martín Tetaz y sabotearon su aprobación.
Lo mismo pasó con Ficha Limpia. Otro proyecto que Milei prometió aquel 1 de marzo, a fin de demostrar que estaba dispuesto a desterrar de la política a los corruptos.
Pero, a un año de su mandato, y con Cristina Kirchner consolidada como su principal rival, avanzar con esa ley –interpretaron los libertarios—les podría haber significado un tiro en el pie de cara a la campaña 2025. ¿Qué mejor que confrontar con el rostro que mejor representa “el pasado”, que se ubica en el polo opuesto y que ayuda a barrer con las opciones “del medio”?
Así las cosas, pegaron el faltazo a la última sesión del año legislativo, dejando al PRO colgado de un pincel. Los argumentos –flojos de papeles— que dieron fueron que la ley de Silvia Lospennato no era “buena”. Todo esto pese a que los diputados de LLA lo acompañaron con su firma en comisión (sin hacer ningún planteo sobre la letra chica del texto) y hasta formaron parte de la convocatoria a la sesión para su tratamiento.
Lo que jamás imaginaron (¿no la vieron?) fue que pocos días después, uno de los senadores a los que los libertarios más apañaron (no solo lo propusieron –sin éxito— como presidente de la comisión de Inteligencia sino que también le otorgaron la presidencia de la estratégica comisión de Asuntos Constitucionales) sería encontrado con dólares sin declarar en Paraguay.
Es decir, los libertarios no solo quedaron pedaleando en el aire por tumbar un proyecto “anti-casta” como el de Ficha Limpia sino que, a la vez, tenían a “la casta” adentro. Hábiles para el relato y la sobreactuación, redoblaron la apuesta y salieron a amenazar con remover a todos los diputados y senadores que, al igual que Kueider, tengan causas judiciales.
Así como la verdadera madre negó a su hijo para evitar que el Rey Salomón lo cortara en dos para resolver el conflicto entre dos mujeres que lo reclamaban como propio, ahora, los libertarios niegan a Kueider y se lo endilgan a CFK.
Es que Kueider llegó al Senado de la mano del PJ, en la boleta de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, pero terminó alineado con los libertarios. Y se convirtió en un botón de muestra de que La Libertad Avanza también se valió de las prácticas de la casta para surfear las adversidades parlamentarias.
¿De qué buscarán salvarlo, los libertarios, que tanto lo niegan?