En su momento más glorioso de los últimos 36 años, Racing contó con una fanática tan peculiar como inesperada: la rusa Valeria Ptitsyna, directora de la Casa de Rusia en Buenos Aires, que depende directamente de la Embajada rusa, se hizo fanática de la "Academia" hasta el punto de viajar a Asunción para alentar al equipo en la final contra Cruzeiro.
En paralelo a su nutrida agenda cultural en Argentina y a todas las tensiones que implica ser nacional de un país en guerra, Ptytsyna, quien es Licenciada en Letras, vive el fútbol muy fervientemente y, por tanto, entiende que en estas instancias, los hinchas también tienen que dejarlo todo. "Es que Racing es una pasión muy asimilable a la forma que tenemos de sentir las cosas los rusos", asegura.
Diario con Vos: ¿Por qué te hiciste de Racing?
Valeria Ptitsyna: Yo soy fanática del fútbol. Vine en noviembre de 2022 y viví con todo el título mundial. Vengo de una familia de hinchas del Spartak de Moscú, cuando vine pensé que tenía que encontrar un equipo sí o sí .
DV: ¿Y se conocía allá a la Academia?
V. P.: No, en Rusia solo se sabe de Boca, por Maradona, a quien yo admiro por sobre todos los deportistas de la historia. De hecho, uno de los primeros proyectos que promoví en la Casa Rusia fue una exposición sobre Diego en la Unión Soviética. Allí encontré una foto de él cuando fue a Moscú con en Nápoles, el año 90’, y apenas llegó a Rusia se compró el tapado más lujoso y largo que encontró. Todo un rock star. Era un aniversario de la Revolución de Octubre y la Plaza Roja estaba cerrada, pero cuando lo vieron los policías se derritieron y lo dejaron pasar por entre todos los alambrados. De esa forma aparecieron esas fotos del Diego en la Plaza Roja.
DV: ¿Y por qué no sos fan de Boca entonces? ¿Por los colores?
V. P.: No, los colores no tienen nada que ver y asociarlos a otras cosas fuera del fútbol me parece que es manipular y mezclar cosas. Fue mucho más simple: acá intenté ir a la Bombonera y al Monumental para ver cómo eran, pero no pude entrar. Me pidieron ser socia y tener antigüedad. En el Cilindro, en cambio, me dejaron entrar… aunque reconozco que no de forma muy legal, con el carnet de un chico de 15 años (se ríe). Ahora sí voy a hacerme socia de manera oficial.
DV: ¿Y cómo fue descubrir la cancha en Argentina?
V. P.: Me encantó la experiencia y desde entonces no dejé de ir. Hubo mucha química porque es una hinchada muy linda, con cuatro generaciones apoyando. Al comienzo, me vieron como un bichito raro y muchos me preguntaban cómo, por qué. Cuando les explicaba, les encantó la idea de un vínculo ruso con Racing y se emocionaban. Me cantaron “la rusa es de Racing, de Racing de verdad”.
También descubrí que Racing es muy “Espartaco”: te hace sufrir para conseguir sus logros. En mi casa aprendí a vivir el deporte así, siempre se trató de eso, de pasar por una montaña rusa de emociones y drama. La Selección Argentina en general me parece que es así también.
Además, creo que tiene una muy buena política social. Es accesible para los hinchas. Cada quien se puede poner en la fila y llegar. Y para los extranjeros también es mucho más accesible. Te dan la oportunidad de asociarte y disfrutar. No sé si deba a que son una asociación civil y tengan un espíritu más de compartir.
DV: ¿Y te interiorizaste en el mundo Racing?
V. P.: La historia es increíble, la resistencia y los años sin ganar, el apoyo del pueblo cuando estaban en banca rota. Veo muchos paralelismos con mi equipo de Rusia, donde el banco patrocinador se quedó sin plata y toda la gente fue a aportar con sus propios recursos. Así salimos campeones de la copa Gagarin. Eso es increíble. No es que podés comprar cualquier jugador y ganar solo por los recursos y el físico. Lo bello es el triunfo del espíritu. Para mí, Racing ganó porque tiene espíritu, desde su técnico hasta el hincha más joven.
Además tienen a Juan Fernando Quintero que es un espectáculo en sí mismo. Es un jugador muy estético que descubrí en el Mundial de Rusia. Me acuerdo que fui allá a ver el partido de Colombia con Inglaterra y los colombianos empezaron a cantar la canción típica de los argentinos: "El que no salta, es un inglés".
DV: ¿Y ahora, cómo te decidiste a ir a la final?
V. P.: Bueno, pasó mucho entre medio. Es un sentimiento que no ha parado de crecer, yendo a la cancha y siguiendo al equipo cada vez que puedo. Ahora, no sé, sentí que tenía que estar... como si la sangre tirara. Así que primero compré un pasaje a Formosa, creyendo que podía acercarme así al lugar. No sabía que en tierra desde ahí era tanto. Por suerte, luego conseguí un vuelo directo a Asunción, el viernes en la noche. Salí del trabajo y me fui a Ezeiza. Llegué tarde y la verdad es que no alcancé a ver nada de la ciudad. En la mañana me fui al estadio y solo puedo decirte que me pareció todo tropical: los paraguayos nos tiraban agua desde el balcón y nos apoyaban por la onda que traíamos los de Racing.
DV: ¿Y cómo sobrevive una mujer blanca de las estepas frías en el corazón caliente de Latinoamérica?
V. P.: A duras penas. Me insolé porque había 40 grados y el estadio se llama la Olla, no en vano. Le escribí a mi madre cuando estaba allí y ella estaba saliendo al estadio en Moscú. Me contó que allá había 28 grados bajo cero ¡Casi 70 de diferencia!
DV: ¿Qué te pareció el partido?
V. P.: Racing fue una máquina, pero en el segundo se pusieron las pilas los brasileros. Hasta el tercer gol hubo suspenso, como no podía ser de otra forma. Pero ese gol en el último minuto fue cine. Todo el mundo se puso a grabar para tener el pitazo final y se quedó con un registro inolvidable.
DV: ¿Y la celebración?
V. P.: Una fiesta, fue increíble. Me bautizaron como la rusa trucha, porque me gusta más el fernet que el vodka. Me hice muchos amigos: gente de Córdoba, de Santa Fe, de lejos de Avellaneda. Un tipo que lloraba porque meses antes falleció su papá de Racing. Eso es hermoso, porque el equipo te conecta con algo muy profundo.
La verdad es que me hubiese gustado tener 18 años para seguir con toda la banda, pero con tanto sol, emociones y viaje me quedé sin energía. Lo que estuve, la pasé genial y hasta me metieron en un grupo de WhatsApp que se llama Racing Campeón, para juntarnos a ir la cancha acá. Fue una experiencia increíble, de la que no sé si me repongo todavía.