En los Tribunales de San Isidro, en este momento, se juzga el feminicidio de Nancy Fernández, una mujer Qom que, hace ya diez años, fue asesinada mientras denunciaba a la red de trata que explotó y mató a su hija. Este jueves son los alegatos, con lo cual se espera que pronto los jueces emitan su veredicto. El acusado es Juan Carlos Corvalán, un conocido de la víctima sobre el que pesan pruebas contundentes.
“Justicia por Nancy y Micaela. ¡10 años de impunidad!” grita un cartel en la puerta de los Tribunales de San Isidro. Micrófono en mano, las mujeres que concentran en la avenida Centenario dan detalles del caso que se juzga puertas adentro: el feminicidio de Nancy Fernández, una mujer de la comunidad Qom Yecthakay a quien asesinaron mientras pedía Justicia por su hija Micaela, asesinada a su vez por un proxeneta de General Pacheco conocido como Dante “Pato” Cenizo.
Al comienzo del proceso, el martes pasado, la Fiscalía leyó la acusación: que el 2 de mayo de 2014, entre las 00:00 y las 12:00 horas, Juan Carlos Corvalán estaba en el domicilio de Fernández, con quien tenía una relación. Que, “con clara intención de provocarle la muerte”, la asfixió y, luego, “se apoderó ilegítimamente del celular de la víctima”, dando lugar al delito de homicidio triplemente agravado por ser de un hombre hacia una mujer (femicidio), por el vínculo y por hurto.
Paula Mercedes Alvarado Mamani, abogada de Lisette Fernández, adhirió a esa acusación y mencionó también la relevancia de la pertenencia de Nancy a la comunidad Qom, asegurando que el caso está notoriamente atravesado por una “cuestión de género y de raza”. La defensa, por el contrario, aseguró que sostendría la inocencia de Corvalán y que pediría la absolución.
Otro planteo que hizo la fiscalía fue que quedaría por sobreentendido y fuera de la discusión el hecho de que el semen hallado en el cuerpo de Nancy cuando la encontraron sin vida pertenecía a Corvalán, lo cual fue comprobado por un examen de ADN realizado cuatro años atrás.
El testimonio de Lisette, hija de Nancy
Lisette Fernández fue la primera en declarar. Además de una remera con los rostros de su madre y su hermana, llevaba un prolijo dibujo pintado a lo ancho de la cara y dos trenzas cortas hacia atrás. “Y, es difícil”, contestó cuando la jueza le preguntó si se sentía bien. Pese a la angustia, que caería con todo su peso en forma de llanto al terminar la jornada, su relato fue claro y contundente.
Consultada sobre si conocía a Corvalán, Lisette respondió que lo había visto “alguna vez” cuando iba a su casa a reunirse con su madre. “Cuando asesinaron a mi mamá, yo tenía 13 y vivía con mi hermana mayor, Alejandra Fernández”. Nancy la había mandado con ella porque, tras la muerte de Mica, “no estaba bien” y, además, recibía constantes amenazas.
“Ella estaba luchando por justicia por mi hermana, Micaela Fernández, que fue secuestrada en el año 2013, bajo amenazas, obligada a prostituirse y vender drogas. Mica decía que se iba porque quería, pero un día le confesó a mi mamá que estaba amenazada”. Además, Lisette recordó que Mica le dijo a Nancy que era en vano que denunciara porque había "policías involucrados" en su explotación.
“Cuando (Nancy) fue a denunciar, encontró golpes y discriminación”, reconstruyó Lisette. A su turno, Patricia, amiga de Nancy, daría más detalles: “Ella quería ir a buscar a la hija”, que estaba retenida en la casa de Cenizo. Cuando lo intentó, “los mismos policías la detuvieron, le pegaron y le dijeron que era una india, una negra”. Eran efectivos de la Comisaría Sexta de El Talar, quienes aún hoy permanecen sin identificarse y no sufrieron ningún tipo de consecuencia.
Sin embargo, a su turno, el entonces Policía Federal Alberto Gabriel De Lio opinaría livianamente que “no tiene nada que ver eso de que la víctima perteneciera al pueblo Qom”, pasando por alto no solo los insultos racistas de los policías sino también la vulnerabilidad social y económica a la que son empujadas las comunidades originarias.
No conformes con los golpes, los policías siguieron amenazándola por teléfono. “Tenía llamados de parte de la policía, los mismos que la golpearon”, detalló Lisette frente a los jueces. “Al tiempo, (el 17 de febrero de 2013) la encuentran asesinada a mi hermana, con un tiro en la cabeza y golpeada. Sin hacer la autopsia, nos dicen que se suicidó”.
Yo digo que fue un feminicidio, porque mi mamá estaba denunciando una red de trata con complicidad policial y el Estado no la cuidó.
Igual de llamativo fue el manejo de la policía frente al posterior asesinato de Nancy: “Nos dijeron que fue una muerte natural”, recordó su hija, cuando en realidad la encontraron “boca abajo”, desnuda de la cintura para abajo y con signos de abuso sexual. Lisette no se refiere al asesinato de su madre con la palabra femicidio sino con otra que, sumadas dos letras, añade la responsabilidad estatal: “Yo digo que fue un feminicidio, porque mi mamá estaba denunciando una red de trata con complicidad policial y el Estado no la cuidó”.
“Mi abuelo siguió el pedido de justicia”, continuó Lisette. Se trataba de Eugenio Fernández, referente de la comunidad Qom Yecthakay que finalmente murió en 2017. En esa búsqueda, “nos cerraron todas las puertas”, recordó la joven, y señaló, por ejemplo, que al contactar con la PROTEX le contestaron que el de su hermana y su madre no calificaba como un caso de trata. También buscó ayuda en el Ministerio de Mujeres, sin resultado. “Acá estoy, sola con mi abogada”, ponderó. “Pero estamos en un juicio”, objetó la jueza. “Sí, porque la peleamos”, retrucó Lisette.
La hija de Nancy también declaró que, en 2020, ella y su abogada pidieron a la fiscal Marcela Semería que ordenara un examen de ADN para su progenitor Juan Domingo Giorlando, para el Pato Cenizo y para Juan Carlos Corvalán, porque su abuelo se había referido al ahora imputado como un hombre que frecuentaba la casa de Nancy y que, en una ocasión particular, golpeó la puerta para “ofrecerle drogas”. Ella dijo que no porque "no se sentía bien", y él ingresó de todos modos, por una entrada precaria que sabía que no tenía traba.
Finalmente, la información del ADN de Corvalán coincidió con el semen hallado en el cuerpo de Nancy, a lo que se sumó el hecho de que los registros de las antenas de celular permitieron encontrar el teléfono de la víctima en la casa de la familia del imputado.
Con la mirada firme en los tres jueces, Lisette redondeó su declaración: “Yo no quiero que quede desvinculado el caso de mi hermana del de mi madre, yo creo que no es menor el contexto en que fue asesinada. A mi mamá le habían arrebatado a una hija, la estaban amenazando”.
Más tarde, cuando Alvarado Mamani solicitó la incorporación de la causa por el asesinato de Micaela (que en los registros oficiales es considerado un suicidio) al expediente de Nancy, los jueces desestimaron su pedido argumentando que no había relaciones suficientes entre un hecho y otro.
El fantasma de Dante "Pato" Cenizo
Cerca de las tres de la tarde, en la puerta del Tribunal, Soledad, una de las acompañantes de Lisette, hizo énfasis en un detalle concreto de la audiencia que acababa de terminar: “A lo largo de todas las declaraciones, escuché más veces el nombre del Pato Cenizo que del propio Corvalán”.
Fue en su cama que Mica fue hallada sin vida, con un disparo en la cabeza. Tenía apenas 14 años y él más de 30, y aunque se supiera abiertamente que el hombre la amenazaba y la explotaba sexualmente, al momento de su declaración en la audiencia de este martes el policía De Lio utilizó varias veces los eufemismos “relación de pareja” y “convivencia”. También se mostró bastante seguro de que Micaela Fernández “se suicidó”.
Al sentarse frente al Tribunal, el otrora oficial de la División de Homicidios de la PFA explicó que, en 2020, la Fiscalía le derivó la investigación de tres muertes: la de Nancy, la de Mica, y la de “otra chica de 2015”, Tamara López. El punto en común entre las tres causas, como él mismo reconoció, era la conexión de las víctimas con el Pato Cenizo.
Recordando los testimonios de los vecinos de la zona, el testigo señaló que “muchos tenían miedo” de hablar sobre Cenizo, aunque en general coincidían en que Mica “convivía con este Cenizo, como pareja. Le daba drogas, la trataba muy mal, como basura”. En lo siguiente, recordó la conversación que mantuvo con un vecino en particular, que dijo haber hablado con Mica poco antes de su muerte. “Habla con la nena y ella le dice ‘(Cenizo) me dejó un arma’. Veinte minutos después escuchó el disparo”.
Sobre Tamara López, De Lio, que apenas recordaba su nombre, se limitó a decir que la joven “conocía a este Cenizo”. Antes, Lisette había dado más detalles: “No lo procesaron por el asesinato de Mica, y también lo señalan por el asesinato de Tamara López, que su mamá me dijo que era testigo en el caso de mi hermana”.
Además de “india de mierda”, los policías que golpearon a Nancy en la Comisaría Sexta le dijeron “a Cenizo lo manejamos nosotros”, según denunciaba la propia víctima en un video que quedó registrado en redes sociales. Y, por lo que se desprende del testimonio de Lisette, no sólo lo protegía la policía: “El fiscal en la causa de Mica fue Julio Novo, quien se sabe que fue obligado a renunciar por complicidad con el narcotráfico”.
De los últimos días de Nancy, Patricia rememoró durante su declaración que su amiga “estaba muy triste por la pérdida de la hija” y señaló que, mientras estaba viva, Mica “se tenía que escapar (de Cenizo) para ir a su casa”.
También mencionó los problemas que tenía Nancy con el alcohol y las drogas, lo que había motivado que su hija mayor, Alejandra, se mudara de la casa familiar y que su propio padre, con quien convivió un tiempo, también terminara alejándose. “Me decía que no quería vivir, que estaba muy triste y sola”. Era en ese contexto que frecuentaba a Corvalán, quien sostiene que solamente se reunía con ella “a tomar cerveza”.
Lejos de la liviandad con la que hablaría De Lio a su turno, el recuerdo de Patricia deja a las claras la situación de vulnerabilidad y desamparo, en la que también jugaba un rol determinante la pobreza extrema.
A día de hoy, Cenizo no fue investigado, ni por asesinato o inducción al suicidio, ni por secuestro, explotación sexual o violencia contra Mica, quien, vale repetir, en ese entonces tenía apenas 14 años y estaba en situación de extrema vulnerabilidad. La única razón por la que fue preso fue por vender drogas. También, por supuesto, permanece impune el feminicidio de Tamara López.
En su exposición al finalizar la audiencia, Soledad también señalaría que las desapariciones y los casos de explotación sexual suceden mucho en el Municipio de Tigre, pero no en todos sus barrios sino en algunos puntos concretos: las famosas “zonas liberadas”, que siempre resultan ser las más empobrecidas.
Habiendo declarado, durante la primera jornada, los dos policías federales que participaron de la investigación, la amiga de Nancy, su hija Lisette y la madre del imputado, este miércoles se sumaron los testimonios del médico legista, de la otra hija de la víctima, de Corvalán y de su hermano.
Agotados los testimonios, hoy es la lectura de alegatos y la querella reclamará prisión perpetua para el acusado, en los términos de dos incisos del artículo 80 del código penal: el 11, que refiere a la violencia de género, y el 4, alusivo a quien mata "por placer, codicia, odio racial, religioso o de género".
En el marco del juicio, siguen siendo una incógnita los motivos del asesinato y, de igual manera, quedó completamente fuera del debate la pregunta sobre si el imputado respondía a sectores policiales o directamente a las redes de trata.
Foto principal: Instagram (La Voz de Mica y Sisas Medio)