El siglo XIX llegaba a su fin y Thomas Alva Edison se preparaba para iluminar a Estados Unidos con los productos de su empresa, Edison Electric. Desde la Exposición Mundial de París de 1881 en la que había presentado la lámpara con su bombilla eléctrica mejorada, la electricidad se había vuelto la obsesión del mundo entero.
Para que sus lámparas funcionaran tenía que haber centrales y tendido eléctrico a donde conectarse, una obra que para la época parecía tan titánica como millonaria. Para costearla, Edison hizo una alianza con el poderoso banquero J.P. Morgan, que se convirtió en el principal accionista de su empresa. Para fines de la década del 80, Edison Electric tenía algunos generadores instalados en New York y proveía de energía eléctrica a algunas empresas y barrios pequeños.
La tecnología que Edison instalaba, la corriente continua, tenía un inconveniente crítico: era muy ineficiente. Si se quería alimentar grandes motores o se la quería transportar a distancias superiores a un km, la proporción de energía que se disipaba en forma de calor era enorme. Esto hacía que se tenga que instalar un generador o una central eléctrica por cada km cuadrado y esto era, obviamente, muy costoso.
Mientras el prestigioso inventor chocaba con las limitaciones de su tecnología, un joven prodigio nacido en Smiljan ―en la actual Croacia― ingresaba a trabajar en su empresa: un tal Nikola Tesla. Una de las ideas más revolucionarias que trajo este brillante ingeniero eléctrico fue la del motor asincrónico de corriente alterna, que solucionaba las grandes deficiencias de la tecnología vigente.
Edison seguramente se haya dado cuenta del potencial de este invento, pero decidió mantenerse fiel a su tecnología en la que ya había invertido mucho tiempo y dinero, que tenía que justificar. En lugar de dejar a Nikola explorar por esta vía, le dio una tarea en la que él mismo había trabajado sin mucho éxito: mejorar la eficiencia de los generadores de corriente continua que fabricaba la compañía.
Cuando Tesla le llevó la solución, Edison se negó a pagarle la prima de 50 mil USD que le había prometido como recompensa ―según él en broma― y ni siquiera le quiso subir el sueldo, que era el de cualquier empleado de rendimiento promedio. Ante este destrato Nikola renunció a Edison Electric y comenzó a trabajar por su cuenta.
Patentó algunas de sus ideas, como el ya mencionado motor de corriente alterna y otras relacionadas con el sistema polifásico de producción y distribución de energía eléctrica. Un acaudalado empresario ferroviario cuyo nombre era George Westinghouse, que nada entendía del tema, se interesó por estas patentes y decidió licenciarlas. Así fue como el joven Nikola comenzó a trabajar en Westinghouse Electric Company y a desarrollar esta nueva tecnología, que tenía la gran ventaja de ser mucho más barata y eficiente, pero mucho más peligrosa, sino se tomaban una serie de medidas de seguridad durante su instalación y operación.
El secreto de la corriente alterna de Tesla era que podía alimentar motores de cualquier tamaño y ser transportada a distancias ilimitadas, siempre y cuando esto se hiciera manteniendo el voltaje alto, ya que de esta manera se minimizaba la perdida de energía. Esta alta tensión tenía que bajarse luego en el lugar de destino hasta valores que fueran seguros para los usuarios (por ejemplo 220 V) y para esto Nikola se valió de un flamante invento de sus colegas europeos: el transformador.
Aun así, la tecnología tenía sus peligros si no se tomaban las medidas de seguridad adecuadas, las propias del manejo de líneas de alta tensión. De este argumento se valió Edison para boicotear la alternativa que presentaba su competencia, inaugurando una de las campañas de desprestigio más sucias que se haya visto en la historia.
Un día leyó en el New York Post un artículo del ingeniero eléctrico Harold Brown en el que describía la muerte de un joven que estaba manipulando una línea de alta tensión mal aislada:
«La única excusa para el uso de la mortal corriente alterna, es que le ahorra a la compañía que la está operando gastar una mayor suma de dinero para los alambres de cobre más pesados que son requeridos por los sistemas incandescentes seguros. Es decir, el público debe someterse al peligro constante de la muerte súbita, a fin de que una corporación pueda pagar un poco más de dividendo.»
Luego de ver esta nota Edison contrató a Brown para que hiciera demostraciones públicas para exhibir los peligros la nueva tecnología. En estas, se sometía a animales a una descarga con corriente continua (no se sabe de qué voltaje) que apenas hacía tambalear a los mismos. Luego, se le aplicaba una descarga de alto voltaje que provenía de un motor de corriente alterna, electrocutándolo hasta su muerte.
Las primeras víctimas fueron perros callejeros, luego siguió con un caballo y terminó con la más resonante de las crueldades, la muerte de la elefanta de circo Topsy en el Luna Park, que había caído en desgracia por matar a 3 personas. Lo que se buscaba con estas exhibiciones era forzar una ley que impidiera a Westinghouse Electric usar la alta tensión, estableciendo límites de voltaje máximo.
Y esto no fue todo. El comité del estado de New York quería cambiar la forma de ejecución de los condenados a muerte, que hasta ese momento era la horca, por algo más humano. Edison les propuso que usaran la “electrocución” con motores de corriente alterna que Brown venía utilizando para sacrificar a los animales. En 1890, William Kemmler se convirtió en la primera persona ejecutada con la silla eléctrica, en una demostración bastante impresionante para el público allí presente.
Nada de esto fue suficiente. Por más recursos deshonestos que intentara Edison, las ventajas técnicas de la corriente alterna saltaban a la vista. En 1893 Tesla tuvo la oportunidad de dar su golpe de gracia. La Exposición Mundial Colombina de Chicago, pidió presupuesto a las dos compañías para la iluminación de su predio y el de Westinghouse Electric fue de alrededor de la mitad de valor del que presento General Electric. La iluminación de la exposición se realizó a través de los generadores y motores de corriente alterna, sin exhibir el más mínimo inconveniente.
Luego de esto el propio consejo directivo de la compañía comenzó o soltarle la mano Edison, cambiando el nombre de la empresa a General Electric. El triunfo de la corriente alterna fue definitivo cuando la Niagara Falls Power Company solicitó a Westinhouse Electric su sistema de generación y transmisión de energía, que con el tiempo llegó a alimentar a casi todo Norteamérica.
General Electric se unió Thomson-Houston Electric, que ya estaba trabajando con corriente alterna, para mudarse a esta tecnología. La corriente continua solo se utilizó de ahí en más, en dispositivos pequeños como pilas y baterías.
En la actualidad el tendido eléctrico no dista mucho de lo que concibió en un principio Nikola Tesla y la corriente alterna sigue iluminando e impulsando a la humanidad. Desde las centrales eléctricas gigantes hasta el alternador de un ciclomotor utilizan esta tecnología. La corriente continua ha conquistado algunos dispositivos pequeños más, como las luces LED, las computadoras y los teléfonos celulares.