Cuando un hijo de cuatro años dice “culo” y le llamás la atención, su reacción inmediata es decir “culo, culo, culo” porque se dio cuenta de que te molesta. Quiere ver cómo reaccionás. Te desafía. Siente que está rompiendo un límite y que él está poniendo un poco las reglas del juego.
Con una lógica no mucho más sofisticada que ésa funcionan por estas horas los escudos libertarios del presidente Javier Milei en las redes sociales y los canales de streaming. Verdaderos expertos en cazar indignación progresista, las voces que emergieron en el opaco mundo de Twitter con fuerza provocadora por su incorrección política en tiempos de mainstream woke, poco a poco se van volviendo previsibles y, como toda propaganda oficialista, menos contundente, menos interesante.
Lo están viviendo las figuras más rutilantes de la comunicación de Milei. Por ejemplo, uno de los más picantes en X era Juan Doe pero ya tiene que lidiar con que es “Juan Pablo Carreira, secretario de Comunicación Digital”, con todo lo que ser burocracia supone. Otro referente de esos mundos, Daniel Parisini, conocido como “Gordo Dan”, ya conduce un programa diario on line, como si fuera Nico Occhiatto o Tomás Rebord.
Tienen que decir cosas llamativas todos los días. Entonces apelan al “culo, culo, culo” de los nenes. Bueno, en definitiva el Gordo Dan trabajó en el Hospital Garrahan. Dicen “me chupa la pija” cualquier cosa, hablan de si le darías a un “trava o a una mina fea” o aseguran que en el bondi hay “olor a peruano” o mencionan que “Norita está en el infierno”, en referencia a Nora Cortiñas, uno de los símbolos de las Madres de Plaza de Mayo, recientemente fallecida.
Se ríen de su supuesta provocación como nos reíamos a los 15 años en el fulbito diciendo barbaridades que enojarían a nuestros viejos. Esperan el asombro y la crítica sacada de los que no pueden creer que digan eso. Se alimentan de esa reacción. Cuando ocurre, misión cumplida.
En algún momento, es cierto, la corrección política se había pasado de largo. De la mano de las redes sociales, la cancelación fácil había vuelto imposible hablar libremente en algunos momentos. Era en todo caso un daño colateral de la reivindicación de minorías maltratadas por años, pero la idea de que existiera un comisariato ideológico en temas de género o de derechos humanos les calzó a muchos como una excusa para dar rienda suelta a una revancha antiprogre.
Por eso al principio el chiste homofóbico, machista y discriminador garpó. Era rebeldía ante lo que se imponía desde arriba, con cambios legislativos, políticas públicas, mensajes en la comunicación.
Pero ahora que esa resistencia llegó al poder, muy rápido se transforma en el discurso dominante, que encima en estos temas fue históricamente dominante, salvo el último cuarto de siglo. De ahí a perder el encanto de “lo nuevo”, un paso.
En las últimas semanas, además, el éxtasis de lo disruptivo por derecha quedó descolocado ante el pragmatismo de la realidad. Mientras todo el tuiterío se jactaba de que se les estaba diciendo a los franceses “lo que había que decirles”, o sea que “juegan en Francia pero son todos de Angola”, digamos, la hermana del jefe de Estado iba a pedir perdón a la embajada en Buenos Aires porque su vicepresidenta les había dicho colonialistas.
Más tarde, además, el Gobierno directamente salió a manguear una entrada para que la secretaria general de la Presidencia fuera a la inauguración de los Juegos Olímpicos de París, un evento donde sólo van jefes de Estado y a lo sumo el embajador en el país organizador. Los gustos hay que dárselos en vida.
El desconcierto de las cuentas anónimas que siempre opinan en simultáneo de los mismos temas y con el mismo tipo de información coincidió además con el momento en el que toda la política empezó a atribuirle otra cuenta al asesor presidencial Santiago Caputo que bajaba línea tajante respecto de qué hacer con los “kukas” hasta que se la suspendieron por mostrar armas en forma amenazante.
La noticia que acompañaba todas estos movimientos del poder en las redes sociales que hacen a la difusión paraoficial hacía juego bastante bien: el Gobierno autorizó un aumento del presupuesto para la flamante secretaría de Inteligencia de $15 mil a 136 mil millones de pesos para este año. Todo pasa de largo. Dale que va.
Mientras aguante, la batalla cultural entretiene y mantiene el foco de tensión en el pedacito del debate público que acapara, siempre y cuando la inflación se mantenga a la baja y el dólar no tenga sobresaltos.
Después de un mes con fines de semana de incertidumbre o anuncios para combatirla, el cierre de julio al menos llegó con algo más de calma. Las cotizaciones paralelas bajaron, como estuvo buscando el equipo económico, pero sin embargo el riesgo país se mantiene en los mismos niveles de 1600 puntos básicos que cuando se desataron las turbulencias posteriores a la sanción de la ley Bases y el paquete fiscal.
La búsqueda de alguna línea de crédito ya sea del Fondo Monetario, el Banco Mundial, instituciones financieras internacionales o hasta fondos soberanos revelan que el Gobierno escucha el tic tac de fondo. Se habla de US$10 mil millones, pero ver para creer. Además, si la clave para algo de eso es que gane Donald Trump y le tire una soga a su amigo libertario, nada de eso ocurriría antes del primer trimestre del 2025. Digamos, o sea.
Tras hacer los primeros anuncios de flexibilización del cepo cambiario con más acceso a importadores, el ministro de Economía, Luis Caputo, y el jefe del BCRA, Santiago Bausili, saben que tendrán más demanda de divisas mientras la acumulación de reservas hace agua. La segunda quincena del mes terminó con un promedio de ventas de US$12 millones por día. Se supone que lo peor del tercer trimestre está por venir.
¿Cómo conseguirá el Gobierno evitar una devaluación, si el campo que hoy escuchará a Milei en La Rural le pide que mejore el tipo de cambio para largar las divisas? ¿Cuál será la brecha cambiaria el día que se decidan a levantar la mayoría de las restricciones para acceder al dólar?
El mensaje de esta semana es que la recesión será la respuesta a todas esas dudas. Habrá tan pocos pesos que la inflación será exterminada y la gente venderá dólares para vivir, por lo que la brecha que hoy está en 50% bajará y el cepo se va a abrir sin consecuencias. Lo explicó Milei en un tuit y también el Central en una especie de marco teórico de lo que se está haciendo.
Si se confirma, entonces, la clave será el aguante de la población, que lo mejor que le puede pasar a La Libertad Avanza es que se distraiga en una discusión sobre las barbaridades que propalen los voceros sui generis sobre género, inmigración o derechos humanos.
Prepárense, se viene mucho más “culo, culo, culo”.