“Los argentinos venimos de los barcos”, dijo hace algunos años el entonces presidente Alberto Fernández. Algo similar había declarado su antecesor, Mauricio Macri, cuando dijo que “todos somos descendientes de europeos”. Antes, Carlos Menem había sido aún más tajante y polémico: “En Argentina no hay negros, ese es un problema de Brasil”.
Ejemplos como estos hay miles, lo que refleja una visión que atraviesa a gran parte de la población del país. Lo cierto es que negros hay, pero es verdad que proporcionalmente son pocos y eso lleva a miles de confusiones, tanto en nuestro país como en el exterior. De hecho, esta semana se generó un escándalo internacional por los cantos de la Selección Argentina contra la de Francia, que reavivó una mirada extranjera basada en teorías conspirativas sobre por qué "no hay" negros en nuestro país.
Desde hace muchos años, en el imaginario colectivo argentino la población negra no existe. Y cuando hay, se presume que son inmigrantes. Esta visión tiene una razón de ser: la población negra es actualmente muy baja, por lo que muchas personas realmente no conocen a ningún afroargentino. Según los resultados del último censo (2022), la población que se reconoce afrodescendiente o tiene antepasados negros o africanos son 302.936, un 0,7% de la población total, aunque se cree que pueden ser más.
Sin embargo, en otros tiempos esto no era así. El primer censo realizado en lo que más tarde sería nuestro país fue el que tuvo lugar en la Ciudad de Buenos Aires en 1778, cuando todavía regía el Virreinato del Río de la Plata. En ese momento, la población negra representaba un 30% del total, aunque claramente eran cantidades significativamente inferiores a las actuales (7.235 de 24.363). En el resto del Virreinato, en zonas más campestres, ese porcentaje era menor.
Hoy la población que se reconoce afrodescendiente o tiene antepasados negros o africanos son 302.936, un 0,7% de la población total, aunque se cree que pueden ser más.
La cantidad de inmigrantes africanos que eran traídos a la fuerza al Río de la Plata era menor que en otros virreinatos, debido a que España tenía algunas restricciones para comerciar esclavos desde África. Por este motivo, los esclavos estaban mucho más presente en las áreas urbanas, donde eran destinados a realizar tareas de servidumbre.
Esto generó un contraste demográfico con lugares como Brasil o el Caribe, donde los esclavos eran utilizados como mano de obra en las plantaciones de azúcar, por lo que se convirtieron en sociedades que dependían de su trabajo para el funcionamiento de la economía, cosa que no ocurrió en esta región.
Se suele decir que esta distinción del tipo de esclavismo les permitía ser mejor tratados por sus amos. Es cierto que no hubo una segregación como la ocurrida en otras colonias, pero existía una altísima tasa de mortalidad en situaciones diarias por parte de la población de origen africana, y en gran medida se debía a las pésimas condiciones en las que se los obligaba a vivir. A su vez, los amos evitaban que se juntaran y tuvieran familia, con el argumento de que esto le impedía “prestar todos los servicios para que fue comprada”, además del riesgo de morir en el parto, lo que provocó una tasa de natalidad muy baja.

Ya en el siglo XIX, la abolición de la esclavitud (que tuvo varias etapas entre 1813 y 1853) generó un incremento en la población negra. Según el censo de 1810, había un total de 9.615, y para 1838 eran 14.928. Sin embargo, la población blanca también se incrementó, y en una medida mayor, por lo que los negros y mulatos pasaron a representar un 23% de la población total. Sin embargo, para el censo de 1887, los afroargentinos habían disminuido a 8.005 representando menos de un 2%. ¿Qué pasó en el medio?
Obviamente, todos los números expuestos deben tomarse con pinzas, primero porque no son representativos en su totalidad de lo que hoy conocemos como Argentina, pero además por lo delicado que implican cifras de documentos que tienen tantos años encima. Sin embargo, nos sirven para tener una idea.
¿Por qué disminuyó la población de negros?
El relato oficial indica que la disminución de la población negra se generó debido su utilización como “carne de cañón” en las guerras de la Independencia y las civiles que vinieron después (especialmente la del Paraguay entre 1865-1871), a lo que se sumaron las epidemias de cólera (1861) y de fiebre amarilla (1871) que provocaron gran mortandad entre los más pobres. Sin embargo, la explicación es un poco más compleja.
Es verdad que las bajas producidas por conflictos bélicos fomentaron más el mestizaje, la mezcla de afrodescendientes, eurodescendientes e indígenas. Este es un factor importante en toda esta historia, ya que fue cambiando de manera paulatina las etnicidades “puras”, se fueron diluyendo, y por mayoría de presencia blanca, esta pigmentación empezó a imponerse.
A esto se le sumó lo que vino ya con Argentina conformada como un Estado-Nación: las exitosas políticas de blanqueamiento impulsadas por los gobiernos liberales de mediados y fines del siglo XIX. La intención de ser “la Europa de Sudamérica”, de imponer “la civilización” por sobre la “barbarie”, tuvo consecuencias tanto físicas como simbólicas.
En este sentido, la Constitución de 1853 promovió la inmigración europea eliminando las barreras para la llegada de extranjeros de ese continente, con el objetivo de poblar el país de “gente deseable”. Las masivas oleadas migratorias que se produjeron desde entonces, y especialmente entre 1880 y 1930, significaron un crecimiento abismal de la población blanca, ya que significó un aumento de más de la mitad de la población total.
Esto impulsó aún más el mestizaje. El censo de 1887 fue el último en incluir la categoría de la población negra hasta 2010, que se incluyó la categoría para afrodescendientes (aunque no implica ser negro). Ya en el siguiente censo, en 1895, la posición del Estado argentino quedó explícita:
“La cuestión de las razas, tan importante en los Estados Unidos, no existe pues en la República Argentina, donde no tardará en quedar su población unificada por completo formando una nueva y hermosa raza blanca producto de todas las naciones europeas fecundadas en el suelo americano”.

La lucha de visibilización afroargentina
Este proceso de blanqueamiento fue tan efectivo que perduró con los años, al punto tal de que derivó en una negación y olvido de las propias herencias africanas en muchas familias. Así lo cuenta Carlos Álvarez Nazareno, sociólogo, activista por los derechos humanos de las personas afrodescendientes y ex-coordinador nacional del Programa Afrodescendencias y Derechos Humanos.
“Hubo mezclas que se dan porque la gente se enamora; se quieren, se casan, se juntan sin importar el color de piel. Pero también hubo corrientes dentro del movimiento afrodescendiente que, para evitar el racismo y lo que implicaba ser negro, el dolor que producía, había que ‘purificar la raza’: no hay que casarse con negros, hay que casarse con blancos para que podamos estar mejor”, afirmó a Diario Con Vos.
En este sentido, aseguró que por este motivo surgieron conceptos como moreno, morocho, mulato o pardo. “Todas estas connotaciones colonialistas son categorías para no decirte afrodescendiente o negro”. Hoy en día, con su población tan reducida e invisibilizada, ni siquiera son tenidos en cuenta como actores sociales. De hecho, se suele hablar de “negros” en referencia a quienes tienen una piel de color más amarronada, o “trigueña”. O más todavía para llamar de forma despectiva a alguien pobre.
Estamos bregando para que la Argentina reconozca la presencia histórica de su población afro.
Carlos Álvarez Nazareno
“Por eso estamos bregando para que la Argentina reconozca la presencia histórica de su población afro, para que también desde el punto de vista de la política institucional se generen acciones acciones afirmativas de promoción. Si nosotros no logramos, por ejemplo desde la perspectiva educativa, modificar esos discursos, esa currícula que solo nos ve como sujetos del pasado, como sujetos coloniales; los adolescentes argentinos se van a seguir criando con esa mentalidad”, sumó quien fuera director nacional de Equidad Étnico Racial, Migrantes y Refugiadas entre 2019 y 2021.
En este sentido, destacó la presencia de la figura de María Remedios del Valle, “la madre de la patria” en el billete de 10.000 pesos, aunque cree que es solo un comienzo: “Es necesario reivindicar figuras como ella, el sargento Falucho o Cabral, pero también hablar un poco de esa historia en términos del presente”.

“Dentro del Estado argentino mucha gente venía trabajando estos temas. Ahora hay una involución para nosotros en términos de la institucionalidad, y hay una evolución y un desarrollo de discursos de odio, de discursos racistas, de discursos xenofóbicos. Estamos preocupados porque efectivamente cada vez tenemos menos instancias de protección social”, afirmó Nazareno sobre el Gobierno de Javier Milei.
El miembro de la Agrupación Xangó enfatizó también en la importancia de las pequeñas acciones que cualquiera pueden realizar día a día reconocer palabras que se utilizan cotidianamente y que son un aporte de la comunidad afroargentina a la identidad nacional: “Quilombo, candombe, marimba, tango, mucama, bochinche, barullo; son pocas palabras que tienen una matriz del lenguaje africano o afrodescendiente y que se invisibiliza”.
“El concepto de quilombo se usa todo el tiempo para hablar de lío, de bardo, de ruido, cuando el quilombo era un espacio de emancipación, un espacio de libertad cultural de los africanos que se escapaban de sus esclavistas y construían esas comunidades autónomas”, explicó. En este sentido, invitó a repensar actitudes que tenemos internalizadas, como este tipo de expresiones: “Trabajemos desde el punto de vista antiracista para modificar esas prácticas del lenguaje”.