Un grupo reducido de personas mira en silencio la llegada de un camión jaula cargado de vacas, que también miran como pueden a través de los barrotes. El miedo que puedan sentir en ese momento aumentará exponencialmente unos minutos más tarde, cuando las aturdan para finalmente colgarlas cabeza abajo y cortarles el cuello. Los humanos les sacan fotos, filman su entrada al matadero y, si tienen la posibilidad, las acarician del otro lado de las rejas. Algunos de los jóvenes presentes lloran. Sienten, eso dicen, como nosotros cuando nos imaginamos la escena.
Y eso es lo que intentan establecer en el Código Civil y Comercial quienes impulsan la Ley Sintientes, un proyecto más antiguo que la Ley Conan que se trata ahora en el Congreso.
La industria ganadera y las personas que tengan miedo de no poder comer más asado pueden quedarse tranquilas. El cometido de la Ley Sintientes no tiene nada que ver con prohibir esas acciones. Es apenas un pequeño (gran) paso para que nuestro Código Civil deje de considerar cosas a los animales y les dé categoría de persona. Se centra, sobre todo, en actividades como las jineteadas, los zoológicos, las sangrías de yeguas, la tracción a sangre y otros casos que generan indignación común y que cada tanto quedan registrados en algún video en el cual un humano golpea violentamente a un perro o un gato.
La cara visible del proyecto es la actriz y modelo Liz Solari, quien conoció al abogado Leonardo Barnabá cuando grababa el documental Cinco Corazones. “El punto central de nuestras discusiones era siempre ‘¿Cómo puede ser que los animales sigan siendo cosas en nuestro Código Civil?’ Entonces dijimos, ‘bueno, avancemos en este sentido’”, recuerda Barnabá en diálogo con Diario Con Vos.
El proyecto “propone modificar el Código Civil y Comercial Argentino para que todos los animales sean considerados personas no humanas sujeto de derecho. Esta nueva categoría los excluye del carácter de cosa y los reconoce como seres sintientes, tal como lo ha avalado la ciencia”, explican desde la web de la organización.
Entre los fundamentos del Proyecto Sintientes, que ingresó al Congreso en 2022, se mencionan antecedentes científicos tales como la Declaración de Cambridge, que sostiene que “los humanos no somos los únicos en poseer la base neurológica que da lugar a la consciencia” sino que “los animales no humanos, incluyendo a todos los mamíferos y aves, y otras muchas criaturas, entre las que se encuentran los pulpos, también poseen” las condiciones neurológicas que dan lugar a la conciencia y el comportamiento intencional.
¿Es lo mismo la Ley Sintientes que la Ley Conan?
“Nada que ver”, contesta Leonardo. En realidad, él mismo colaboró asistiendo al diputado Damián Arabia y pidiendo algunas modificaciones al proyecto de Ley Conan. “Hemos participado, pero para nosotros hay un montón de cosas que están mal”, aclara. En primer lugar, Conan busca modificar una ley de índole penal, la 14.346 del año 1954. Sintientes, en cambio, propone modificaciones al Código Civil. Además, desde la organización de Solari y Barnabá consideran que hay “un montón” de actos de maltrato que debería contemplar la Ley Conan y no lo hace.
“Para nosotros debe ser un delito la jineteada, la doma, la sangría de yeguas, los zoológicos, los circos con animales. No son otra cosa más que delitos porque dañan directamente el propio comportamiento de los animales. Otra, por ejemplo, es la caza con jauría, la caza con perros, que para nosotros es nefasto que exista”, puntualiza el abogado. A esa lista de actos de maltrato animal que debería penar la Ley, Barnabá suma la clonación.
Nosotros tenemos una posición clara y obviamente es contraria a la clonación de animales. Para mí es muy poco feliz que la ley se llame Conan.
¿No es paradójico que una norma que pretende condenar el maltrato lleve el nombre de un perro que fue clonado, actividad que, en promedio, implica cuatro abortos por cada un caso exitoso? Leonardo Barnabá responde afirmativamente. “Nosotros tenemos una posición clara y obviamente es contraria a la clonación de animales. Para mí es muy poco feliz que la ley se llame Conan”, determina.
Sin embargo, las críticas no tienen por qué ser sólo negativas y Leonardo entiende que una ley que castigue ciertos tipos de maltrato es mejor que ninguna. “También entiendo que (apoyar la Ley Conan) parte de un punto de vista estratégico, al diputado (Arabia) le sirve porque no es menor ponerlo con el nombre de uno de los perros del presidente. Ahora, para nosotros no se debería clonar perros como hizo el presidente de ningún modo, habiendo tanta cantidad de animales en la calle a los que se puede adoptar”.
"No buscamos prohibir el consumo de carne de ninguna manera"
Entre las principales actividades con las que se busca terminar a través del proyecto Sintientes están las jineteadas, en las que se intenta “dominar” caballos visiblemente alterados y asustados a través de golpes; la sangría de yeguas, consistente en inseminarlas, sacarles sangre para obtener una hormona, hacerlas abortar y repetir el proceso a perpetuidad; los zoológicos y cualquier clase de testeo en animales u otra acción que involucre maltratarlos.
“¿Tu industria se basa en maltratar animales, se basa en hacerlos sufrir? Si tu respuesta es que no, perfecto, tu actividad va a seguir funcionando como viene funcionando. Ahora, si tu actividad se basa en maltratar, no la vas a poder seguir haciendo, excepto que encuentres la manera de no maltratar a ningún animal. Si vos sabes que estás haciendo sufrir a otro, eso no lo podés hacer y yo festejo que así sea”, sintetiza el abogado.

El proyecto apunta contra una escala de formas de maltrato pero se detiene justo antes de llegar a la más extrema: el asesinato. “Nosotros entendemos que este es un país donde se consume carne y de ninguna manera se busca prohibir eso, porque si no el proyecto está destinado a fracasar”, expresa el impulsor de la Ley Sintientes, distanciándose del movimiento vegano.
“Yo siempre digo que Sintientes es un proyecto posible para nuestro país y necesario, o sea, se puede llevar adelante. Y realmente se lo necesita”, completa antes de recordar que matar a un animal no es delito en Argentina ni en ninguna parte del mundo. No existe, al parecer, un “clima de época” que permita avanzar sobre ese punto en lo legal.
Pese a las distancias, varias agrupaciones veganas ven a Sintientes con buenos ojos. “Estamos totalmente a favor. Siento que necesitamos empezar a considerar a los demás animales como sujetos, como seres sintientes, ¿no? Y dejar de tratarlos como cosas y usarlos para nuestra conveniencia”, reflexiona Ander, militante del colectivo vegano Difusión V en conversación con este medio.
Difusión V no centra su actividad en el plano legislativo. Hacen “pegatinas” y, como su nombre lo indica, difunden información en redes. “Ahora tenemos una actividad que es la de asistir a vigilias, que es como llamamos al momento en que nos ubicamos en la puerta de un matadero y esperamos a que vengan los camiones con los animales que van a ser asesinados. Es darles un momento de amor y empatía, que no es solo el último sino el único momento de amor y empatía que esos animales van a tener en su vida, y despedirlos, y a la vez visibilizar esto”.
Es darles un momento de amor y empatía, que no es solo el último sino el único momento de amor y empatía que esos animales van a tener en su vida, y despedirlos, y a la vez visibilizar esto
Alguien, no algo
¿Por qué para nuestra legislación los otros animales son cosas? Nuevamente salvando las distancias, Ander y Leonardo coinciden en asociar la respuesta a razones culturales. El abogado que creó el proyecto Sintientes divide su explicación en dos. Primero, está “el folclore o la comodidad de decir ‘bueno, si las cosas vienen siendo de determinada manera es porque debe estar bien que sean así’, lo cual filosóficamente es una enorme equivocación”. Para Barnabá, que algo se haya hecho durante muchos años “no significa que sea correcto”, porque yendo al caso “antes también era normal la esclavitud”.
El otro gran obstáculo de la Ley Sintientes responde al “lobby de la gente que necesita lucrar con esto, porque obviamente una persona a la que no le interesan los animales y que lucra con ellos lo que menos quiere es una norma que entienda que los animales son seres que sienten”, detalla Leonardo.
Con la soltura de quien no necesita el aval de un grupo de legisladores ni de la opinión pública en general, Ander agrega que la distinción entre perros y gatos, por un lado, y vacas, cerdos, gallinas y peces por el otro no tiene ningún respaldo más allá de la costumbre. “En China se comen a los perros, en otras culturas matan a los gatos, que son animales que nosotros hoy cuidamos como si fuesen nuestros hijos, pero en India la vaca es sagrada y no se la toca”.

“Acá en Argentina consideramos familia a los perros y a los gatos, pero consideramos comida a las vacas, a los chanchos, a los pollos y a los peces. Consideramos transporte a los caballos, consideramos de experimento y de laboratorio a las ratas, a los conejos, a los monos, incluso a algunos perros”. En otras palabras, y de nuevo, los consideramos objetos antes que seres vivos con sentimientos propios.
“Yo confío en que la Ley Conan tenga un tratamiento correcto, que se pueda dialogar, se pueda debatir, que sean citadas las organizaciones y realmente se escuche”, reflexiona Leonardo Barnabá. “Una vez que la ley se apruebe, si lo hace, va a ser prácticamente imposible modificarla por los próximos 50 años. Por eso hay que pensar muy bien qué es lo que se hace, hay que escuchar a todos y hay que hacer la mejor ley que se pueda tener. No hay ningún motivo para hacer menos que eso”.