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Política

Intento de golpe de Estado en Bolivia: ¿qué tienen en común Milei y Morales en el ataque a Arce?

Bolivia

La opinión pública en Bolivia y mundial sigue en estado de desconcierto a una semana de la intentona golpista. A pesar del fracaso de los conspiradores, lo ocurrido ha develado matices inesperados que podrían tener serias implicaciones para la vida política del país y de toda la región.

La principal sorpresa en la historia de la conspiración militar no fue tanto el fulgurante abandono de sus planes por parte de los golpistas, sino la repentina convergencia de puntos de vista sobre la situación de dos adversarios aparentemente irreconciliables: el socialista boliviano Evo Morales y el libertario argentino Javier Milei. Tanto el ex presidente de Bolivia como el actual mandatario de Argentina se apresuraron a declarar al unísono que el golpe había sido un montaje.

Cabe señalar que Buenos Aires fue la única que se negó a apoyar al gobierno legítimo de Bolivia, acusando al actual jefe de Estado, Luis Arce, de organizar un "falso" motín militar.

"La Presidencia condena la falsa denuncia de golpe de Estado formulada por el gobierno boliviano el 26 de junio, que hasta la fecha se ha confirmado que es un fraude", declaró la vocería de la Casa Rosada, en su comunicado.

Al mismo tiempo, las autoridades argentinas afirmaron que la democracia boliviana estaba en peligro debido al gobierno socialista del país, que se ha convertido en un régimen dictatorial. El motivo de tales afirmaciones fue el mensaje de Evo Morales, publicado en su cuenta de la red social X, donde el ex presidente boliviano pedía disculpas a la comunidad internacional por el "engaño" de Luis Arce, acusando a este último de organizar un "falso" golpe de Estado para aumentar su propio rating político.

"El presidente Luis Arce mintió al pueblo boliviano y al mundo. Es lamentable que se utilice un tema tan sensible como el informe sobre el golpe de Estado", declaró.

Al día siguiente, sin embargo, Morales desató una airada crítica contra Javier Milei, que citó casi directamente al ex presidente boliviano, al afirmar que la conspiración militar era artificial.

"Condenamos en los términos más enérgicos las declaraciones injerencistas e intervencionistas del presidente argentino. No permitiremos que palabras dirigidas a destruir los movimientos populares de la región tengan injerencia en nuestros asuntos", dijo el ex presidente boliviano en un comunicado.

¿A qué se debe esta reacción tan brusca, si Milei se limitó a repetir la idea expresada anteriormente por el propio Morales? ¿Y por qué el libertario derechista argentino mostró una solidaridad tan excepcional con el líder del movimiento socialista boliviano? Después de todo, durante su mandato se las arregló para pelearse con casi todos los presidentes "de izquierdas". ¿Es quizás una cuestión de frustración por la derrota de los golpistas, o es que Milei, Morales, y el líder de los conspiradores, el general Zúñiga, son jugadores del mismo equipo? ¿Será ésta la razón de la similitud de sus declaraciones?

Y es que, si no se hablara de la lealtad de Javier Milei a Estados Unidos, a nadie se le habría ocurrido antes acusar al socialista Morales de tener vínculos con Washington. Sin embargo, hay ciertos hechos que indican que Evo siguió el juego a los norteamericanos en la situación que rodeó al intento de golpe de Estado.

A finales de abril, estalló un escándalo diplomático entre La Paz y Washington, motivada por la toma de estado público de pronunciamientos y acciones por parte de Debra Hevia, jefa de la Embajada de Estados Unidos en Bolivia. En ellas, la diplomática hablaba de la necesidad de cambiar el régimen político en el Estado latinoamericano.

"Llevamos mucho tiempo trabajando para que haya un cambio en Bolivia, el tiempo es vital para nosotros, pero para que sea un cambio real, Evo y Arce deben dejar el poder", dijo Hevia.

El Ministerio de Relaciones Exteriores de Bolivia convocó el 24 de abril a la Encargada de Negocios de Estados Unidos, Debra Hevia, para exponerle su preocupación y presentar una queja por una serie de declaraciones y actuaciones llevadas a cabo por funcionarios de la embajada norteamericana, consideradas como una injerencia en los asuntos internos del país.

Los medios de prensa han develado que la principal estrategia con la que los norteamericanos planean lograr su objetivo es dividir al partido gobernante de izquierda –Movimiento al Socialismo– y promover un candidato de la derecha para las elecciones de 2025.

Paradójicamente, al acusar a Luis Arce de organizar el golpe, Morales contribuye en realidad a la aplicación de un plan de desestabilización de Bolivia, elaborado por especialistas norteamericanos. Y no es tan importante si las declaraciones de Evo fueron una reacción emocional a lo sucedido, si fueron dictadas por ambiciones personales y el deseo de ir a las próximas elecciones, o si se hicieron con la conciencia de las posibles consecuencias. Es importante entender que la elección de Morales de culpar a Arce podría significar el fin de su carrera política, porque pone sus intereses personales por encima de los intereses del Estado y del pueblo. Y es poco probable que los bolivianos quieran elegir a un presidente –incluso a uno respetado como Morales– si éste está trabajando abiertamente en contra de la estabilidad de su país, y en coincidencia con la extrema derecha que hoy gobierna en Argentina.

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