“Péguenme un tiro acá para sacarme, no me voy a ir. Hijos de puta, están vendiendo la patria y ustedes nos vienen a pegar a las mujeres y a los jubilados. Ya estoy vieja, quiero morir peleando por mi Argentina”, les escupe una mujer en la cara a la Federal. La contienen entre dos personas, pero con los ojos inyectados de bronca y su cuerpo lleno de memoria, habla con la verdad de muchos. En el Senado, están votando la Ley Bases y la reforma fiscal; afuera las fuerzas de inseguridad responden a la movilización legítima con balazos de goma, palos y gas pimienta. Son las 16. Todavía quedan 6 horas para que se vote en general.
Desde la Oficina de la Presidencia deliran: “intentaron un golpe de Estado” frente al ejercicio democrático de un derecho, el de la protesta. Persiguen y detienen manifestantes. Incluso, se llevan a vendedores ambulantes, golpean a personas en situación de calle: la crueldad es extrema. En el Senado, hay empate en la votación en general. Villarruel desempata. Vota afirmativamente. La Ley Bases queda aprobada.
Más tarde, se trata lo particular y la reforma fiscal. Queda un sinsabor amargo, pero hay que ver las conquistas de la movilización popular: exclusión de Aerolíneas Argentinas y Correo Argentino de las empresas a privatizar, el rechazo a la moratoria y a la eliminación del monotributo social; que se suma al rechazo de los títulos de bienes personales y del impuesto a las ganancias; a la vez que se restringieron los sujetos a los que se les iba a permitir el blanqueo. Con estas modificaciones, se intentó torcer -de alguna forma- la balanza completamente desigual que proponía La Libertad Avanza: que los más ricos paguen menos y que a los más pobres les pongan la soga al cuello.
¿Es, entonces, una buena ley? ¿Hay que festejar? No, pero es necesario reconocer que, si no hubiésemos estado en las calles, sin el rechazo extensivo a la ley, sin la previa marcha universitaria y todas las expresiones en contra de la ley, la normativa hubiese sido aún más a la medida de los sectores más poderosos. Una vez más, no hay nada que celebrar pero es necesario reconocerlo para que, de esa forma, valoremos como pueblo la fuerza que tenemos cuando nos organizamos y estamos en las calles defendiendo los derechos de nuestro suelo. Sobre todo, para lo que sigue ahora en donde Diputados puede ratificar lo que vino del Senado o volver al texto original que sería muchísimo peor.
Valorar la fuerza que tenemos como pueblo. Una fuerza histórica que no nos va a permitir claudicar. La fuerza del 17 de octubre, de las puebladas de Cutral Có, de los compañeros Darío y Maxi, de las Madres y Abuelas, de los compañeros del 19 y 20 de diciembre; una fuerza colectiva que le hace frente a las injusticias y que hoy, frente a un gobierno totalmente cruel y deshumanizante, que dispara al pecho de nuestra identidad queriendo vender todo lo que nos es propio, que justifica el hambre del pueblo dejando pudrir alimentos, tirándose con denuncias penales entre ellos, inventando causas para lavarse las manos como Poncio Pilato, tiene que arder más que nunca hasta derribar el sueño de la casta propia.
Foto de Pedro Palacios