La carrera está desatada al cierre de la segunda semana de Javier Milei en la presidencia: el Gobierno está lanzado a construir un relato y una épica de orden y revolución liberal en la Argentina, tal vez en un intento de sostener el apoyo popular ante una escalada de precios que no se detiene y mientras la población se asoma a un frenazo de la economía con derrumbe del poder adquisitivo como pocas veces.
Era contundente el contraste por ejemplo el miércoles, cuando el despliegue oficial bordeó el ridículo para instalar que una movilización de un sector minoritario de la izquierda era el “día D” del control de la calle, frente a “extorsionadores” que además querían “voltear al gobierno”.
Siempre un enemigo desestabilizador garpa. Para un gobierno popular, Clarín o los formadores de precios. Para uno conservador, la calle, los gremios o 20 que cacerolean. No te extrañe que crezca la tesis de la infiltración cubano-venezolana.
La ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, por esas piruetas de la política, pasó de decir de todo de Milei hace dos meses a ser la cara del “protocolo antipiquete” con un comunicado que rezaba “el que las hace, las paga”, para vender que se acabó la era de los cortes de ruta como mensaje central aún cuando lo que se anunciaba no era un “piquete”. Se trataba de una marcha como la de todos los 20 de diciembre en conmemoración de los muertos de 2001. Una marcha como ha habido tantas y se supone seguirá habiendo.
Bullrich copó la escena con eslóganes como que los manifestantes “hagan fila india” para marchar por la vereda y aseguró que cobraría el costo del operativo a los organizadores.
Con la cobertura de los medios masivos transformando una movilización menor en un tema de trascendencia nacional, las estaciones de tren tuvieron también escenas de ciencia ficción para construir el discurso oficial.
Por los altoparlantes se oía “El que corta, no cobra”, una frase pensada desde el marketing que además se transmitía en las pantallas de los precios de los boletos. El clima se iba caldeando tanto que llegó a haber discusiones entre pasajeros y manifestantes sobre el derecho a protestar y el derecho a transitar.
Los canales de TV transmitían en vivo hasta que el show del orden tuvo sus momentos cumbre. De golpe apareció el jefe de Estado en el Departamento de Policía para “monitorear el operativo”. What? ¿El Presidente tiene que mirar pantallas sobre cómo se organiza una movilización de un puñado de gente, como si fuera Barack Obama viendo cómo liquidan a Bin Laden?
Ni qué hablar si uno indaga por qué estos operativos en la vía pública porteña eran de incumbencia nacional, cuando en realidad las calles de la Ciudad siempre están a cargo de la policía local.
“Pregúntenle a Bullrich”, respondió molesto Diego Kravetz, el titular de la fuerza al ser consultado por los movileros sobre la presencia de la Policía Federal, que además protagonizó el único cruce de tensión con empujones y detenciones.
Al cierre de la jornada, Bullrich brindó una conferencia de prensa para enumerar los “éxitos” de la jornada. “No se cortó el Metrobús”. “No cortaron la 9 de julio”. “No hubo chicos en la movilización”. “Hubo más denuncias de extorsión con los planes que manifestantes”.
El cuadro del “triunfo del orden” tuvo, además, una presentación que tiene pocos antecedentes, con la presencia de representantes de las fuerzas de seguridad sentados junto a la autoridad política. Las redes sociales afines al oficialismo, en tanto, salían a instalar la idea de que algo “empieza a cambiar” en la Argentina.
Control y descontrol
Durante esa misma tarde de la demostración de que la calle estaba bajo control, el descontrol en las góndolas no se detenía. Las listas de precios no paraban de llegar con ajustes de precios otra vez altísimos.
La gaseosa Coca Cola tal vez sea el caso testigo de la remarcación al infinito. Tras subir tres veces 10% en noviembre, esta semana anotó otro 30% de un saque. El shock lo registra el analista financiero Christian Buteler, que respalda a Milei pero no come vidrio y comparó el precio de una Coca de 2.25 litros: “Hace una semana compré en este supermercado a $1070. Hoy está a $1900. 77,57% de aumento”, posteó en su cuenta de X. Un usuario le compartió la ruta de la locura del pan lactal Bimbo, que el 1 de diciembre estaba a $1100 y este viernes tocaba los $2800.
El monitoreo semanal del rubro Alimentos de la consultora LCG también está on fire. En la tercera semana de diciembre pasó el 11%. Venía de un 6,1% la previa. Y de 7,4% en el arranque del mes. En los últimos cinco días, las frutas y verduras se dispararon un 18,6%. El aceite, 14,4%. Los panificados, 11%.
El Presidente retuietó notas que reflejan que hubo una baja del 20% en el ganado en pie en la última semana porque después de que el asado llegó a $8000, hubo una baja en las ventas. El módico alivio debería llegar ahora a los mostradores. Hasta el viernes, las carnes treparon otro 15,3% en la semana, según el relevamiento.
Lo loco es que Alimentos y Bebidas es según el Indec el rubro que más había aumentado entre enero y noviembre, un 170% contra una inflación promedio del 148%. De ahí que haya un “epa” cuando llega el argumento de que había precios atrasados o inflación reprimida, más allá de los productos que estaban bajo acuerdo e iban al supermercado, porque los que iban a comercios de cercanía no respetaban ningún sendero de alzas.
Hasta el periodista José Del Río, habitual entrevistador de los principales CEOs y empresarios del país llegó a hacer un llamado de atención en su programa de TV del domingo pasado en La Nación Más: “Hay que estar muy atentos a los pícaros de siempre. Si los tenían con el cepo, con Precios Justos y no aumentaban, ahora que son libres, ¿aumentan por si las dudas?”
Por ahora sin política de coordinación de precios ni medidas de recomposición de ingresos, la devaluación y el ajuste de precios relativos acentuaron la inflación del 150% heredada hasta niveles que por ahora no encuentran techo. En la mirada oficial, será la recesión que acompañe la salida de pesos de la economía lo que debería cortar la aceleración, ahí en la cornisa. ¿Y la inercia? ¿Y si se atrasa el tipo de cambio y hay otro salto?
Cuando las cosas estén tan caras que nadie las compre, será el supuesto punto cero del arranque de la estabilización. Durísimo el camino elegido, si funciona. La herencia recibida como respuesta a todo y el mensaje de que se está evitando la híper como venta de esperanza es el nuevo packaging del outsider en el poder.
La revolución del DNU
Tras llegar con el discurso contra la casta y mientras aplica plan ortodoxo clásico, se muestra dispuesto a hacer un giro liberal como sea.
Y ahí es donde se entiende el otro componente de la construcción del relato que también ocurrió ese mismo miércoles pasado, por la noche: el mega decreto de necesidad y urgencia que deroga y modifica más de 300 leyes desde el punto de vista de que toda regulación es mala para el funcionamiento de la economía. Desde un control sobre los alquileres, hasta el registro de los operadores turísticos que te llevan a una excursión riesgosa.
No hay ningún constitucionalista que considere que una norma así pueda ser válida. Ninguno. Es como agarrar la pelota con la mano y llevarla al arco. Salís festejando pero todos te miran porque es obvio que no vale. Entonces, debería ser cuestión de tiempo que caiga.
“¿Por qué no la mandaron al Congreso?”, le preguntaron a Federico Sturzenegger, el asesor del presidente responsable del DNU. “Porque había que dar la imagen de un giro, de un cambio de régimen”, explicó. Chan. Porque Milei, traduzco, quería mostrarse como el líder de una revolución que de un momento a otro y como por arte de magia cambia las cosas. Aunque se lo frenen, el mensaje queda.
Es la envidia de cualquier referente de izquierda. Lo dijo un poco Juan Grabois, el dirigente de la UTEP, cuando elogió que le hablara al pueblo de espaldas al Congreso el día de la asunción. Un revolucionario de izquierda asumiría y en un decreto tiraría “exprópiese” acá, “exprópiese” allá. Acá es lo mismo pero en el otro extremo ideológico, con una lluvia de “deróguese”.
Tal vez todo termine con un desglose del decreto en varios proyectos de ley con el mismo contenido siendo debatidos por el Congreso, como planteó la Unión Cívica Radical, que objetó más las formas -el pasar por arriba todo- que el fondo. El DNU incluye tantas modificaciones de temas tan distintos que merecerían ser discutidos uno por uno.
Si fue una estrategia política para avanzar de esa forma se verá en los próximos días. Pero mientras tanto, la construcción de la épica para los propios está a full. “Te mintieron 80 años y te explicaron todo en 10 minutos”, posteó el fundador de Mercado Libre, Marcos Galperin, en la red social X y Milei lo retuitea y lo cita en la radio. La idea es presentar que se está viviendo un momento único. Una refundación.
Como el grueso de la población trabaja en la informalidad o es cuentapropista, que un DNU se meta con las indemnizaciones o castigue la financiación de los gremios genera escozor en editorialistas pero pasa como si nada porque lo venden como “límite a la casta”, a una elite que representa una porción de los trabajadores que ya no es mainstream, y pasa.
Como el derecho a huelga de los docentes se transformó más en un incordio de las clases populares que mandan sus hijos a la escuela pública antes que en una pérdida de derechos que alarma al progresismo que se solidariza pero manda a los chicos a la privada que no para nunca, intervenir ahí con un DNU, transformar la educación en servicio esencial, encuentra más eco que resistencia.
Y sobre esa base, imponiendo su agenda al fleje de la democracia, el Presidente siente que crece y se hace fuerte, pero otra vez, mientras la realidad derrite los ingresos de manera transversal.
No pasó ni un día y aún se debatía si el DNU estaba vigente o no, y el mercado le pegó un sacudón otra vez al bolsillo de las familias de clase media que recortan lo que sea pero pagan una empresa de medicina privada para garantizarse un buen servicio de salud.
Llegaron las cartas de las empresas más grandes del sector, OSDE, Swiss Medical, Galeno, Omint con aumentos de hasta el 50%.
En las farmacias, hubo otra locura de remarcaciones en las últimas tres semanas. Hasta el 19 de diciembre relevó incrementos de hasta el 110% desde el fin de noviembre, según un trabajo de la firma PXQ.
El Amoxidal, emblema de la familia Roemmers, un ejemplo: casi 90% en tres semanas. La industria, igual, está con mix feelings con el DNU. Obligan a los médicos a recetar por genérico, pero eliminan la figura del farmacéutico que debe dar la opción del precio más bajo.
Diciembre, cuando se alcen las copas en estas fiestas, estará terminando como el mes de mayor caída del poder de compra de la población en los últimos 30 años, una marca que encima llega después de seis años de una pendiente interminable.
Las culpas, podrá decir el Gobierno, están repartidas con los que se fueron, “pero miren cómo el país ya es otro, no hay cortes de ruta” o miren cómo “ahora podés contratar Starlink”, en referencia a la empresa de internet satelital de Elon Musk que Milei mencionó en su cadena nacional.
Si fuera así, ¿hasta cuándo aguantaría el truco?