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Cultura & Espectáculos

María Inés Bedía inaugura el riquelmismo literario con "No Destruya las Señales": "Estoy en la trinchera por Román y por mi club"

María Inés Bedía

La publicación de “No Destruya las Señales” halla a su autora, María Inés Bedía, en un momento de arrojo y porfía. No solo porque se trata de una primera obra íntima, ágil y valiente, que salta al campo de juego con el descaro de un juvenil talentoso, sino por el sentido de oportunidad con que llega a reclamar su lugar en el panorama cultural, en un momento de absoluta emergencia.

Más que hincha, Bedía es una militante de Boca, cuya pasión no cede un espacio en la defensa de un “todo bien armado”, orgánico, donde se entralazan el amor, la memoria y el juego. Por eso no debe extrañar, entre sus páginas, encontrarse con un abogada que apela a los colores oro y cielo en medio de una audiencia por un caso de lesa humanidad o con una madre que olvida una mochila, con todos los implementos de su bebé recién nacido, cuando se encuentra con Juan Román Riquelme.

Los simbolistas franceses creyeron encontrar una gramática para interpretar el cosmos y crearon hasta diccionarios. Se quedaron cortos, sin embargo, frente al sistema de referencias que maneja un hincha argentino. En el caso de Bedía, estas “señales” no solo guían hacia la victoria deportiva, sino que también comportan una ética y, por supuesto, una erótica del cuidado. Son, en definitiva, testimonios de resistencia frente al iconoclasmo, que no especulan ante la amenaza de los tiempos.

-Disculpa que comience por Boca, pero es quizás lo más contingente por las elecciones suspendidas ¿Te imaginabas un momento así para lanzar tu libro?

-No, lo empecé a escribir en 2016 y en ese momento nadie se podía imaginar a Boca como dique de contención de la democracia argentina. Era otro contexto. Ni siquiera se había postulado Román a las elecciones. El proceso de Boca, sin embargo, está muy presente porque lo seguí escribiendo estos años. En un capítulo cuento como, con mi hijo recién nacido, me lo encuentro a Román en un bar y eso ya es con él como vicepresidente de Boca. Pero nunca me imaginé que el libro iba a tardar cuatro años más en publicarse, en un contexto en que se está disputando la vicepresidencia y el destino del club: que sea de los socios o que pase a ser de las empresas. Es un libro que tiene una dedicatoria para Riquelme, que en este momento la refuerzo, porque estoy en la trinchera, por Román y por mi club. Ya se suspendieron las elecciones, pero es posible que haya una nueva fecha. Si no es así y se interviene al club, es el fin del fútbol como lo conocemos, de los hinchas y los socios, y el comienzo del fútbol vidriera, manejado por extranjeros y necesidades de mercado.

-¿Te imaginas a Román leyendo este libro?

-Me encantaría, pero supongo que tiene otros temas más importantes en agenda. Yo creo que los hinchas de Boca tuvimos el privilegio de tener a Román en nuestro club, pero creo que cualquier hincha del fútbol debería ser riquelmista porque es el paradigma del fútbol en su máxima expresión. Es el jugador humilde, creativo y que asume un liderazgo dentro y afuera de la cancha. Es lo que queremos de un jugador. En algún momento se lo haré llegar, por lo menos para que vea la dedicatoria.

Creo que cualquier hincha del fútbol debería ser riquelmista porque es el paradigma del fútbol en su máxima expresión. Es el jugador humilde, creativo y que asume un liderazgo dentro y afuera de la cancha.

-¿Cómo es militar en un club de fútbol?

Bueno, ahora voy como asambleísta con una agrupación que se llama La Bombonera. Para mí es lo más genuino que se puede hacer. Es ir a la cancha y darle un sentido a ese amor. Mi militancia no pasa por ir a la cancha solamente, pasa por muchas cosas que hacemos afuera. Yo estoy en un programa que sale por Gelatina que se llama Románticos, que es básicamente para bancar a Román y para mostrar estos cuatro años de gestión, en los que Boca no solo fue el club que más ganó títulos, sino que se hicieron un montón de cosas que no pasaban antes. Se le dio importancia a un montón de otras disciplinas: el básquet, el voley, el ajedrez. Se potenció muchísimo al fútbol femenino, que estaba completamente relegado. Román abrió La Bombonera para que Las Gladiadoras jugaran la final y ese día no se llenó solo porque Larreta impidió que se vendiera la totalidad de las entradas, pero se vendió todo lo que se puso a disposición. Hoy lo vemos al Consejo de Fútbol ir a ver el fútbol femenino, a Román junto al equipo femenino, lo que es un cambio en un mundo bastante machista como lo es el de los clubes. No es que se le haya dado un lugar a la mujer, porque siempre lo ha tenido, sino que ese lugar se está empezando a visibilizar. Eso me parece muy importante. Mi militancia pasa por ahí. En la agrupación nos acercamos a los socios activos para sumarlos, difundimos todo lo que se hace en el club y disputar estas elecciones, en las que tratamos de contar toda esta parte que no tiene mucha prensa.

-¿No se parece mucho este escenario a la película Luna de Avellaneda, en que se polariza completamente los intereses de la gente con los del mercado?

-Por como termina eso, ojalá que no, porque siento que Román es un refugio para el país. Está expresando el rechazo a las sociedad anónimas que es un sentimiento que atraviesa a todos los clubes. Hay algo que es más grande que Boca acá, se está hablando de modelo de país y modelo de fútbol.

-Bueno, suerte con todo esto... pero volvamos al libro

-Sí, por favor. Todo el tiempo tengo que recordar que no es un libro sobre Boca, que es un libro sobre una hincha de Boca. Lo digo para no desilusionar a alguien que lo pueda comprar pensando que es algo como lo de Martin Kohan. No. Aunque Boca forma parte de mi vida y funciona como el primer amor de la narradora. Es una narradora que es hincha de Boca y que entiende por primera vez el sentimiento del amor en la adolescencia a partir de Boca. Se plantea allí un diálogo con un padre al que no le gusta el fútbol, muy entrecortado porque hablan distintos idiomas. Es un padre marxista, muy lector, que en alguna ocasión va con ella a La Bombonera, pero lleva un libro de Hegel que subraya en el entretiempo, mientras ella intenta acercarlo todo el tiempo a la experiencia colectiva del estadio. Boca funciona, entonces, como su primer amor que la acompañará por toda su vida. Creo que los ejes del libro son Boca, el amor, las relaciones filiales, los derechos humanos y la literatura.

"No Destruya las Señales" será presentado el próximo jueves 14 de diciembre, a las 19:00 horas, en el Centro Cultural San Martín (Sala E)

-La narración logra mucha intimidad ¿Son relatos que nacieron con la idea de ser publicados?

-Para nada. Nunca pensé en publicarlo. Empecé un taller literario en 2016, con Juan Diego Incardona, con la idea de que fuese un taller de lectura en el que no fuese imprescindible escribir. Después de varios encuentros Juan me pidió que probara y dio la consigna de escribir un diario íntimo todas las semanas. Probé con eso y lo llevé. Tuve devoluciones muy lindas. Alguna lágrima, abrazos. Porque eran días en que yo estaba atravesando la internación de mi papá, entonces estaba muy movilizada. Inés Garland dice que escribir es convertir en arte las cosas malas que te pasaron. Para mí era elaborar todo eso que estaba viviendo, no a modo de catarsis, sino de apertura, porque empezaba a escribir y las cosas se iban hacia otro lado. Empecé entonces a llevar entregas que no tenían otro objetivo que encontrar una voz. Escribía lo que me pasaba; de mi trabajo en Abuelas de Plaza de Mayo, donde estuve diez años; sobre mi hija; sobre el embarazo. No había una cronología, sino un ir y venir de la memoria. Hay una frase muy linda de Felisberto Hernández, que la voy a citar como la recuerdo porque la literatura también es eso, traer palabras como las recordamos, que dice que “tomar los recuerdos y lanzarlos al futuro es algo algo que te mantiene en el aire mientras la muerte pasa por la tierra”. Hay algo ahí que me gusta mucho: la idea de que la única manera de atravesar la vida, mientras la muerte acecha, es a partir de la elaboración de los recuerdos. Así nació el proyecto de hacer este libro, en pandemia, cuando todos estábamos medios deprimidos y encerrados. Yo tenía un bebé y mi forma de llevarla era juntarme con dos talleristas- Juan Diego Incardona y Mercedes Ferreiro- a darle forma. Luego hicimos un trabajo re interesante con Sabrina Sosa que es la editora de La Crujía, que aportó muchísimo.

Me gusta mucho la idea de que la única manera de atravesar la vida, mientras la muerte acecha, es a partir de la elaboración de los recuerdos.

-Hay en sus páginas, también, la elaboración de un duelo...

-Sí. Hay varios duelos (la conversación se interrumpe por un trueno bombástico). Está el duelo por la muerte de un padre. Todo era un ir y venir en la temporalidad, pero esto lo pensé como un desvío. La muerte del padre no funciona como caída, sino como desvío en el que hay que tomar otro camino, donde no hay señales y la narradora se las va armando para decir, es por acá o es por allá. Buscando la manera de dar vuelta el partido y encontrarle otra cara a ese duelo. Haciendo cosas para entender que la vida sigue y parte de eso es que las personas a las que duelamos cobren vida en los recuerdos.

-Me pareció bueno el título en este sentido. “No Destruya las Señales”. Tiene fuerza metafórica y proyectiva...

-Fue un cartel que vi en México que decía eso y me pareció muy gracioso: tener que pedirle a alguien que no destruya las señales. Era el título de una de las entradas del diario en que lo relato.

-Además es una señal para no destruir señales. Algo así como una autodefensa: no destruya a los de mi clase.

-La podemos usar a todo. No destruya los clubes de fútbol, no destruya la democracia. Todas las señales con que en nuestra cultura nos decimos a nosotros mismos “es por acá”.

-Hay dos personajes muy sobresalientes: el padre y la hija. Al mismo tiempo, se muestra el trabajo de Abuelas, que es una organización cuyo trabajo es establecer la conexión intergeneracional entre dos generaciones divorciadas ¿Hay algo de esa voluntad de conexión también en este libro?

-Sí, claro. Mi hija en el libro está mencionada como La Enana, pero ella en realidad se llama igual que mi abuela, que es madre de un desaparecido, que es mi tío, el hermano de mi padre. En el libro, la madre de la protagonista le dice que vino a devolverle la vida a sus abuelos. Y ella se pregunta ¿Qué vida vine a devolver? Ahí sí hay algo que me marcó a nivel personal. Mi abuela perdió un hijo... le desaparecieron un hijo, el terrorismo de Estado, y mi abuela se enfermó a partir de ahí. Mi nacimiento vino a funcionar como recuperar un poco de esa vida destrozada. Yo crecí con esa sensación, que es un poco lo que viví luego en Abuelas de Plaza de Mayo. Allí me di cuenta que las restituciones funcionan como motor para seguir en una lucha que empezó mucho antes y que sigue todavía. Son los momentos más lindos. Los días de las restituciones funcionan como Campanita, el personaje de Peter Pan, que tenía un solo sentimiento. Esos días todos sentimos el mismo sentimiento: la reparación. Son días de fiesta. Y eso está narrado... lo que implica cada una de esas conferencias de prensa. Entonces sí, creo que en el libro La Enana entabla una comunicación que no logró con el padre. Y hay algo de reparación en eso también, por supuesto, porque mi militancia, mi trabajo en Abuelas, viene de un padre que dedicó toda su vida a la búsqueda de un hermano desaparecido.

Los días de las restituciones funcionan como Campanita, el personaje de Peter Pan, que tenía un solo sentimiento. Esos días todos sentimos el mismo sentimiento: la reparación. Son días de fiesta.

-Hay mucha focalización en la infancia también, lo que parece ser una señal de los tiempos en la literatura

-Sí...¿leíste Literatura Infantil de Alejandro Zambra?

-No

-Parte a leerlo ya. Ahí él dice que la infancia pervive en nosotros como un enigma intermitente, que nadie escribió nuestra infancia y se pregunta si le gustará en el futuro a su hijo haber sido narrado. Y eso es algo que no sabemos. Por ahí estuvo bueno para nosotros no tener esas señales que ahora buscamos. Para mi es importante recuperar todo eso, las primeras sensaciones, el primer amor, los aromas de la infancia. Como la magdalena de Proust. Eso me gusta de la escritura, que por más autobiográfica que sea, sigue siendo ficción. Y es la vida la que imita a la ficción, como dice Oscar Wilde, en contra de la idea aristotélica de que el arte imita a la vida. Esa facultad de escribir las experiencias de cualquier manera, de darle un sentido actual o reinterpretarse constantemente es una reafirmación de la libertad.

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