El argentino medio se prepara para lo que sería otra típica semana previa a las elecciones en la Argentina, aunque esta vez con un nivel de incertidumbre y caos todavía mayor. Por eso, lo que sigue es una especie de guía probablemente incompleta de los comportamientos de los actores económicos durante los próximos días, con lo habitual de nuestra locura, pero peor.
- Dólares. Como siempre, es el momento en el que se pasan los pocos o muchos ahorros de pesos a dólares, ya que la historia siempre indica que todos los gobiernos mantienen una cotización de la divisa artificialmente barata hasta el momento de votar y luego se viene una devaluación. Los grandes inversores “dolarizan portafolios” y cambian bonos en pesos por bonos en dólares, ponele. Mi suegra compra unos verdes “cabeza grande” en la cueva, aunque detengan croatas o chinos en la calle Florida.
- Bancos. Esta vez, aunque suene terrible, la rutina pareciera incluir también sacar los depósitos de los bancos dado que la fuerza política con más chances de ganar según las PASO está llamando a no renovar plazos fijos y no está claro qué quiere hacer con la deuda que emite el Banco Central, las Leliqs, que en definitiva son la contracara de las tenencias de los ahorristas. Este punto es el más dramático de esta previa electoral, ya que es el límite en el que una tradicional corrida cambiaria antes de un comicio (con lo loco que suena decirlo así) roza la posibilidad de una nada común chance de una corrida bancaria. Algo de esta locura se vio en esta semana, cuando aparecieron “pibes con mochilas” haciendo cola en las sucursales, en un reflejo también del problema de retirar grandes sumas de pesos en un país con billetes de baja denominación en plena espiralización de las variables.
- Mayorista. Después de lo que fue la devaluación sin plan con escalada inflacionaria en agosto, de cajón también es el momento de Ir al mayorista para comprar todo lo que pueda stockear. Como se vio en las últimas semanas, con las disparadas de los dólares paralelos se pierde toda referencia y las remarcaciones otra vez podrán irse a las nubes. De hecho ya en los primeros días de octubre las mediciones semanales de la consultora LCG y de la propia Secretaría de Programación Económica reflejaron una nueva aceleración de los precios, tras el 12,7% que informó el Indec para septiembre.

- Bolsones. En igual sentido, las familias pueden tratar de conseguir el resto de los comestibles con alguna lógica de aprovisionamiento, ya sea echando mano a los productos de las cada vez más de moda tiendas de congelados como a través de la compra de fruta y verdura y ¡huevos! a los distintos centros de distribución de bolsones o similares que se pueden hallar por los barrios.
- Carne. Párrafo aparte para la carne: el que tenga guita y lugar en el freezer saldrá a llenarlo de los cortes favoritos porque los ganaderos avisan que hay un retraso de los precios de 50% o más, así que tal vez la colita de cuadril que se compre ahora y se ase en el verano puede hacer que alguien se sienta un George Soros de Barracas o donde sea.
- Nafta. En simultáneo, es una obviedad, pero para muchos es la semana para tomarse el tiempo que demande y llegar a la votación con el tanque lleno: los combustibles no sólo están congelados ahora y posiblemente habrá un reajuste en poco tiempo; además, las petroleras aseguran que hay un retraso en el precio de los surtidores del 40%. Es cierto, hay múltiples servicios y precios regulados también congelados hasta las elecciones, pero no parece muy posible usar ahora la electricidad antes que te la aumenten de nuevo o enfermarte a full para sacarle el jugo a la prepaga antes de que suba más o se masifiquen los copagos de los profesionales.
- Construcción. En el mundo de la construcción, en tanto, son los días donde proliferan los que quieren hacer un pedido grande de materiales y fijar el precio para alguna refacción que estén haciendo o planifiquen para dentro de poco. Se siente ese cosquilleo del que cree que está haciendo “la” diferencia porque en breve el dólar pegará otro salto y los precios serán muy distintos. La batalla de nervios es en el mostrador con el dueño del corralón, que está entre vender un montón, remarcar sin horizonte para cubrirse o quedarse con la mercadería porque tal vez puede creer que así haga más negocio, en una de las locuras que a un extranjero le llevaría años entender en la Argentina.
- Inmuebles. A propósito, en la red de oficinas asociadas a la marca Remax registran un 15 a 20% de más operaciones de compraventa de inmuebles desde las primarias, a lo que según Sebastián Sosa, presidente de Remax Argentina y Uruguay, se le añade un fenómeno diferente: “Lejos de retractarse o de retirarse la oferta, como ocurría históricamente en otros escenarios electorales, los compradores están pidiendo reforzar sus operaciones y poder cerrar de manera rápida”. Rápido tiene un significado y es “antes del 22 de octubre”. Esta semana.
- Electrodomésticos. El miércoles pasado en que el dólar llegó a los mil pesos, por otra parte, se vio una postal de otro movimiento obligado para los hogares con algún resto de plata o financiamiento, tratar de comprar algún electrodoméstico clave, como un aire acondicionado que se suele adquirir ahora en primavera mirando el verano. En una casa de artículos del hogar de la zona de Boedo se hizo una cola de media cuadra y hay testimonios de que el precio subió dos veces mientras avanzaba la fila.
- Vacaciones. En un sentido parecido, esta puede ser “la” semana para cerrar las vacaciones 2024, pero claro, andá a encontrar un precio razonable en pesos, porque todo lo que puede llegar a aparecer está dolarizado. Pero el que abroche ahora algo relativamente aceptable (?) y vea el recuento de votos con la tranquilidad de tener un refugio en playa o montaña para lo que asoma como un verano movido, puede también sentirse como el inversor más pillo de todos.
- Platita. Con este panorama, son los últimos días para intentar agarrar todas las medidas electoralistas que viene ofreciendo el Gobierno, lo vayas a votar o no. Es momento de aprovechar ese financiamiento barato para lo que sea. Patear deudas para delante, hacer compras más o menos urgentes o volver al mayorista, ese antro donde el tiempo corre más lento pero también tiene habilitado la devolución del IVA.
Límite y terminal
Escribo todo esto con la certeza que pocas veces tengo de que seguramente estoy describiendo algo que todas las familias y empresas, consumidores y ahorristas ya tienen incorporado de alguna manera u otra.
Tristemente, por lo que significa para el país, nadie va a tener que leerlo en Diario Con Vos para decir “ah, claro, voy al súper” o “compro dólares”. Y ése es el punto: que una semana previa a una votación sea así para nuestra economía es una muestra muy nuestra de cómo tomamos decisiones en este momento. Resume décadas de problemas estructurales y quizás también el ingreso a la fase final de una última crisis que arrancó en 2018 y por ahora no encuentra piso.
Pero en este caso, además, existe un extra de miedo como nunca hasta ahora en las transiciones siempre enquilombadas de estos 40 años de democracia sin estabilidad duradera.
El desquicio normal sería que el oficialismo, hoy Sergio Massa, estuviera estirando al límite el momento actual para tratar de ganar y que después, ya sea que siguiera o llegara una oposición tradicional como Patricia Bullrich, viniera un cimbronazo de los que conocemos al buscar arreglarlo.
Pero ahora el escenario incluye como muy probable un salto a lo desconocido, que es que Javier Milei, el candidato más votado en las PASO, propone directamente terminar de destruir la moneda nacional, una idea que incluye declaraciones como para querer acelerar el proceso, aún a riesgo de contribuir a una hiperinflación o fomentar un retiro masivo de depósitos de los bancos. Si había dudas sobre su personalidad, ni qué hablar ahora sobre si sus propuestas son posibles de llevar a cabo y sobre todo, si está midiendo las consecuencias de sus dichos por estas horas.

Ante ese panorama, se potencia esa habitual locura a la que estamos acostumbrados antes de cada elección, donde se mezcla algo parecido al pánico por una situación límite con el desenfreno consumista anticipatorio similar al del enfermo terminal que se da todos los gustos.
Como sea, todos estamos lanzados de una forma u otra a una especie de fiesta de despedida del peso así como lo conocemos. Ya sea por la dolarización a la bartola que venden los libertarios o por los planes de estabilización que se supone vendrán con las otras opciones, el desenlace sea uno u otro está ahí cerca. La espiralización de alguna manera termina. O frena sola o la frenan. Estamos en un tiempo de descuento que arranca ya.