La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) dio a conocer su informe "El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo" (SOFI, por sus siglas en inglés), en el cual informó que 735 millones personas sufren hambre en el mundo.
De acuerdo al relevamiento se estima que en 2022 padecieron hambre en todo el mundo de 691 a 783 millones de personas (735 millones la media), lo cual implica que en 2022 hay 122 millones de personas más que en 2019 que padecen esta situación.
Asimismo, en todo el mundo, "la inseguridad alimentaria afecta de forma desproporcionada a las mujeres y a los habitantes de las zonas rurales", asegura el informe.
Esto se debe a que en 2022, la inseguridad alimentaria moderada o grave afectó al 33,3% de los adultos que habitaban en zonas rurales, frente al 28,8% de los que vivían en zonas periurbanas y el 26% de los que residían en zonas urbanas.
Para el caso de América Latina y el Caribe, estas cifras son aún más elevadas, ya que la inseguridad alimentaria moderada o grave afectó al 40,4% de los adultos que habitaban en zonas rurales; mientras que para el caso de países con ingresos bajos el porcentaje supera el 71%.
El hambre no es juego
En 2008 la escritora estadounidense Suzanne Collins publicó su trilogía "Los juegos del hambre", novela de aventura y ciencia ficción que años más tarde fue llevada a la pantalla grande y cosechó excelentes críticas.
La historia trata sobre un mundo pospandémico en donde los pobres que sufren de hambre extrema son obligados a trabajar en sus distritos para sostener las condiciones de vida de una aristocracia acomodada que vive en El Capitolio. ¿Les suena de algún lado?
Al igual que sucede en la realidad, según los resultados del informe de la FAO, la ficción de Collins plantea una desigualdad social que se hace evidente en el hambre, un poder central que oprime al interior productivo pero que a su vez se abastece de éste.
La opulencia, el derroche y despliegue de colores de la Capital (El Capitolio) se contrapone con los decadencia, las necesidades y los grises del interior (los distritos). Como más de un argentino diría, éstos últimos son: "los que pagan la fiesta".
Si ampliamos un poco más la información del trabajo de la FAO, vemos que durante el año pasado "2400 millones de personas, entre las que había relativamente más mujeres y habitantes de zonas rurales, no tuvieron acceso a alimentos nutritivos, inocuos y suficientes durante todo el año".
Podría seguir citando datos, números, párrafos y más detalles del informe de la FAO para explicar como "Los juegos del hambre" se meten en la realidad de nuestros días, pero no perdamos el hilo.
La culpa no es del chancho...
Este paralelismo ficción/realidad es bastante simple de entender, pero los motivos que lo explican pueden llevar más párrafos y, sobre todo, preguntas: ¿Por qué el sector que produce los alimentos del mundo es el que sufre más hambre?
Constantemente el sector agroindustrial argentino explica que "hay que producir alimentos para el mundo, que cada día demanda más", una realidad intachable evidenciada por la FAO. Los productores, empresarios y hasta las inversiones apuntan a ello día a día, y no por altruismo, sino por una simple cuestión económica.
Pero quizás sea momento de preguntarse: ¿Cómo hacemos para que esos alimentos lleguen a todos?
Pese al aumento de la producción de alimentos en el mundo, la brecha de gente con hambre cada día es mayor. Parece evidente que el problema principal no viene por la oferta ni por la demanda de alimentos (ambas crecen), sino por el acceso y distribución de los mismos.
Si bien el sector privado es parte de la ecuación para resolver el problema, son los dirigentes políticos de cada Nación quienes deben formular las soluciones. Son ellos quienes disponen de las herramientas necesarias para lograr equidad social y plasmar en la realidad la ficción de la soberanía alimentaria.
Desde la comodidad de los centros urbanos se mira de reojo a la ruralidad: le miden las emisiones de carbono, se les piden certificaciones, se les exige una producción orgánica, que no usen "agrotóxicos", que paguen más porque se enriquecen solos, etc.
¿Será realmente el agro el responsable de una sociedad injusta y hambrienta? ¿Serán las exigencias de unos pocos más importantes que las necesidades de la mayoría? ¿Serán los distritos el problema de El Capitolio?
Sin dudas el sector agropecuario debe mejorar sus usos, costumbres y formas; pero ello es algo que no le escapa a ninguna actividad productiva del mundo. Cada día los desafíos con el planeta son mayores y los compromisos nos involucran a todos. No hay dicotomía acá: se debe producir más y mejor.
Pero en la Argentina, lamentablemente, se copia y se pega los problemas que tienen otras sociedades "más avanzadas", que en muchos casos buscan imponer su moralismo elitista; desconociendo completamente el tiempo y espacio de cada proceso.
Quedará en usted lector pensar las respuestas a estas preguntas, buscar en su interior explicaciones a porqué aumenta al hambre en el mundo cuando hay más alimentos. Será momento de pensar si "Los juegos del hambre" son realmente una novela de ficción o una realidad ineludible de nuestra sociedad.