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Opinión

El maravilloso público infantil

Público infantil

Hacer reír es un superpoder que tenemos todos, solo que muchas veces no lo desarrollamos porque las preocupaciones invaden nuestra mente y olvidamos esa capacidad de generar situaciones hilarantes. De base tenemos esa posibilidad creativa. Solo basta ver cómo los niños siempre están dispuestos a reír y a hacer reír, cuando hay un contexto de amor y libertad. Por más que ya no seamos infantes, ese niño interior sigue estando, pero la presión del sistema conspira para que no se despliegue. Lo olvidamos. Para comprobarlo solo hay que observar a las personas un día cualquiera en la ciudad y darse cuenta que abundan las caras de culo.

El ida y vuelta con nuestros hijos puede ser una gran oportunidad para recuperar ese humorista que somos. Durante veinticinco años trabajé en radio haciendo reír a los oyentes. El público que me escuchaba iba desde adolescentes hasta adultos. En el último tiempo me enfoqué en los niños escribiendo libros y haciendo radioteatros que subo a Spotify. Puedo asegurar que el público infantil es genial. La acidez y el sarcasmo, por ejemplo, ahora les ceden espacio a guiones más inocentes, pero profundos a la vez. Y si estoy en un día afilado, el material puede ser de alta calidad.

Esto no quiere decir que es mejor que hacer humor para el público adulto. Simplemente es distinto y me conecta con ese niño interior del cual hablaba. Hacer algo gracioso para chicos, nos regala la risa de nuestros hijos contagiándonos con la mejor medicina que puede existir. Siento que están más abiertos al delirio, la incongruencia y la “locura”. No nos juzgan, dándonos espacio para crear sin barreras. Y ahí surge lo mejor de nosotros.

Quizás tengamos que estar más atentos para generar estos momentos de risas. Siento que a veces nos enfocamos en darles indicaciones, en decirles qué pueden y qué no pueden hacer, y si al final del día pensamos en cómo fue nuestra charla con ellos, nos daremos cuenta que no hubo mucho tiempo para carcajadas.

El humor cura, sana y ablanda la realidad quitándole dramatismo. Es una de las mejores herramientas para crear pensamientos positivos. Si el niño o la niña crece en un entorno en donde se le da mucha cabida a generar momentos de ingenio y gracia, formará una personalidad alegre que le quedará marcada a fuego. Y es algo que también nos estaremos dando a nosotros mismos.

Soltemos nuestra mente direccionándola a la creatividad en función del chiste. Como padres y madres, tenemos enfrente a un público ávido de risas. Volvamos a sentir como ese niño que fuimos y seguimos teniendo adentro. Deliremos, mandemos “cualquiera”, metamos juegos de palabras o lo que se nos venga a la mente. Si conectamos con esa hilaridad estaremos en una zona divina y con los seres que más amamos. Nada más y nada menos.