Parecía una joda y quedó. Carlos Maslatón es un abogado, inversor financiero y celebridad de Twitter que hace al menos un año y medio viene diciendo, mientras se aceleran los precios y crece la pobreza, que “la economía está para arriba”.
Con un gráfico en el que muestra “los ciclos económicos” en base de los precios de los activos que analiza, tiene la tesis de que desde octubre de 2021 el país “terminó de caer” y sólo lo espera el crecimiento, en una teoría en la que la inflación es algo así como un inevitable proceso que no nos llevará a ninguna crisis.
Maslatón popularizó la expresión bursátil “bull market”, que se usa en los mercados en Wall Street para describir los períodos en los que las acciones suben, en contraposición a los momentos de baja, que se expresan como “bear market”. Se supone que “bull”, que significa “toro”, implica fuerza y empuje y que ataca hacia delante, mientras que “bear”, que es “oso”, da la idea de algo pesado, tirado y que aplasta a su presa. De ahí la jerga, pero no importa.
Al simpático personaje lo leerán posteando la palabra “masacre” cuando publica algo que la está rompiendo, como una buena comida en un restaurante. Desde Tucumán, el viernes tuiteó: “La 25 de Mayo recontra al taco, explota de comercios todos bien presentados, la gente compra sin parar, son 10 cuadras de masacre. Vayan a parar el bull market argentino”.
Es protagonista de memes, como uno contando pilas de billetes de mil pesos, u otro con la mano arriba y la palabra también muy suya, “proceda”.
A sus 64 años, este ex concejal por la Ucedé en los 80 es una especie de nerd amable y fanático del fútbol, con una virtud detrás de sus 284 mil seguidores: no le escapa al diálogo con nadie, le encanta debatir y difícilmente le falte el respeto a alguien, todo un mérito en tiempos de grieta y hateo.
En las redes hasta se instaló la expresión “bull market maslatoniano”. Los que le toman el pelo cuando hay una muy mala noticia sobre el desempeño económico o la situación social, lo usan con ironía. “Re bull market maslatoniano”, escriben con una foto de gente saqueando comida de un camión que volcó en la ruta.
Como se ve, hay todo un universo de sentido (en tu cara, Puán) que se inventó Maslatón y que lo han transformado en una celebrity de las redes. Me ha tocado entrevistarlo y cuando va al piso de una señal de TV los técnicos de todas las edades no paran de pedirle fotos.
La novedad más loca es que en su deriva ahora lo terminó abrazando el Gobierno. A poco de asumir, el ministro de Economía, Sergio Massa lo convocó y hasta se sacó una foto con él y un grupo de empresarios del mundo de las criptomonedas. “Tiene una cabeza distinta”, había asegurado en su momento el tigrense.
Pero nadie había ido tan lejos como el presidente Alberto Fernández. Este viernes lo citó como una autoridad en un manotazo para defender su gestión. Pocas horas antes de que se conociera otra inflación récord del 8,4%, el primer mandatario expresó: “Circulaba en un tuit que andaba por ahí, de alguien que no nos quiere mucho, de que la Argentina había entrado en un proceso virtuoso imparable; Carlos Maslatón no nos quiere y dice que es a pesar del Gobierno que ocurre esto”.
Fernández agregó un tema que subraya mucho el tuitero: el rol de la economía informal en el estado de cosas. “Hay una economía silenciosa al margen del Estado que existe y se mueve”. “La economía negra es lo que salva a la Argentina”, había llegado a plantear Maslatón esta semana en referencia al universo de ingresos no registrados por las estadísticas oficiales, al punto que dijo que la pobreza no está creciendo, sino que “está mal medida”.
En este punto, se imponen dos preguntas. Una: ¿el Gobierno está tan jodido con una inflación descontrolada que sólo le queda comprar la tesis del “bull market maslatoniano” que siempre generó escozor entre los economistas profesionales? Es posible.
Pero la otra cuestión es más desafiante. ¿Puede haber algo de razón en lo que dice Maslatón? ¿Está pasando algo en materia económica que no se alcanza a ver en las mediciones habituales y que expliquen que mientras se disparan los precios haya restaurantes llenos y vuelen las entradas de $50 lucas para ver a Luis Miguel? El debate que se armó los sorprenderá.
Masacre
Hay números que están quemándole el bocho a los analistas, más allá de Maslatón. No hay dólares, existe una cantidad loca de tipos de cambio y la inflación se acelera en un clima de crisis inminente. Sin embargo aparecen indicadores de que la actividad puede estar sufriendo pero todavía con niveles que al menos no se condicen con una debacle.
Las planillas del consumo de combustibles en el primer trimestre, por ejemplo, hacen que varios consultores se refrieguen los ojos en los últimos días. Sólo en marzo, las ventas de gasoil fueron un 4,3% más que hace un año. En plena sequía. Con un derrumbe de la producción agropecuaria. El consumo de naftas, al mismo tiempo, trepó un 7%. Puede ser que haya menos home office. O que en las fronteras se compran todo los uruguayos o paraguayos. Pero eso no llega a explicar todo.
En ese contexto, las estadísticas oficiales reflejaron esta semana que la industria en marzo creció 3,1% contra un año atrás y que la construcción mejoró también 1,2% en la comparación interanual. La Unión Industrial Argentina relevó una mejora de la producción del 3,3% en ese mes, es cierto, con “disparidad”: traccionan la minería, el petróleo y el gas pero otros sectores afectados por la sequía, los costos o las restricciones cambiarias van para atrás, como por ejemplo el sector de alimentos.
Además, la recaudación de impuestos, una vez que se limpia del impacto de la caída en el cobro de derechos de exportación por la falta de lluvias, tampoco muestra un derrumbe al menos hasta abril. En el primer cuatrimestre se mantuvo igual que el año pasado (0,06% de mejora) en especial gracias al aporte del Impuesto al Valor Agregado. Por un lado hubo cambios que hacen que los importadores dejen de gozar de ciertas exenciones. Pero también está la chance de que haya un consumo popular sostenido por ingresos informales.
La frase que repiten varios economistas es: “algo no cierra”.
Es que el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) había medido que la actividad económica ya en 2022 había caído. El Producto Bruto Interno (todo lo que produce la economía) se retrajo 1,5% respecto del trimestre previo. Se anticipaba el ingreso paulatino del país a una recesión, que igualmente aún se pronostica en todas las previsiones. EcoGo, por caso, una de las consultoras más precisas del mercado, espera una caída del 4 al 5% del Producto este año.
Eso, con un costo de vida que estrena más pisos que Costantini y un empeoramiento de la pobreza o la indigencia enmarcan una foto que trae los peores recuerdos. En los medios se habla de 1989. Está siempre el fantasma del 2001. Ahí es donde la tesis del “bull market maslatoniano” se vuelve más audaz.
Procedan
Las provocativas declaraciones de Maslatón dispararon una reflexión de Eduardo Crespo, economista y profesor de la Universidad de Río de Janeiro, a través de un hilo de tuits.
“El cepo, en combinación con los efectos aceleradores de la pandemia sobre las comunicaciones (Zoom, Google Meet, etc.), ayudaron a gestar una informalidad de medianos y elevados ingresos”, escribe y se pregunta hasta qué punto habrá exportaciones no registradas de servicios, por ejemplo, que expliquen un movimiento mayor al que reflejan las estadísticas. Es decir, en qué nivel, la “economía sumergida” funciona y genera efectos que no se terminan de ver.
“Este fenómeno quizás ayude a explicar las evidencias estadísticas contradictorias de los últimos años, como la coincidencia de crecimiento con aumento de la pobreza y reducción de la desigualdad”, apunta.
Y concluye: “Pienso que en el futuro vamos a entender que en estos años 1) la economía era mayor de lo que pensábamos; 2) así como vamos a comprobar que estábamos subestimando el valor absoluto de exportaciones; y 3) sobreestimando el porcentaje de pobreza”.
Lo primero que dan ganas de decir es “ojalá”. No estar tan mal como se cree siempre puede ser mejor sobre todo cuando en materia de precios la cosa está realmente fea, se recortan consumos y la comida se dispara.
Desde Analytica, Ricardo Delgado se detiene en el dato de lo que se recauda por el IVA ligado a las compras de la población. Su evolución siempre tuvo que ver con los aumentos de precios pero también debería reflejar un impacto negativo por menos consumo, algo que no se aprecia. La demanda se sostiene.
“Hay una conducta en los últimos años de desahorro de dólares del colchón”, señala. “Es economía informal; las clases medias con dólares sostuvieron poder de consumo que impacta en el IVA que no se condice con la evolución de los ingresos”, subraya. “Uno debería ver por las cuentas nacionales una caída de la actividad y el consumo que no estás viendo”, añade.
En igual sentido, Dante Sica -que trabaja con los equipos técnicos de Patricia Bullrich- coincide en que “la economía está siendo más resiliente de lo que se esperaba” y si bien lo define como un fenómeno transitorio, se lo atribuye “al fondo anticíclico privado” que tiene la Argentina: los dólares que la gente compra sistemáticamente y guarda fuera del sistema.
El experto en consumo Guillermo Oliveto suele hablar de “consumo sin horizonte”. Como el precio del metro cuadrado se vuelve inalcanzable para el salario promedio y no existe crédito hipotecario, los pesos que se ganan se “queman” en una salida con amigos.
“Tenemos una clase media adinerada que se queja de una crisis que casi ni le afecta mientras otros sectores la sufren pero no tienen voz y son representados por gente que no tiene ni idea de esa realidad e incluso la exagera”, apuntó en su Twitter también el profesor de la UBA Nicolás Bertholet.
Emmanuel Alvarez Agis, de la consultora PxQ, en tanto, afirma que el efecto de la economía informal está claramente “subestimado” por la estadística, pero considera que la imposibilidad de acceder al dólar -known as cepo- genera una economía con más consumo, y que no se está viendo otra cosa más que eso. De hecho, si fuera por los ingresos de los trabajadores informales, al menos según lo que releva el Indec, serían los que más están sufriendo en un contexto donde sólo resiste el salario atado a paritarias.
“El cepo en general genera más consumo, porque básicamente cierra la economía; desde que asumió Alberto hasta hoy la economía es más cerrada”, plantea, aunque coincide en que no estamos en escenarios tipo 1989 o 2001.
Con la inflación que para mayo ya está yendo al ritmo de un 8,5% según la medición interna del Banco Central, Massa dio a entender en una cumbre con empresarios que se va a enfocar en sostener la actividad económica y defender los ingresos y que bajar la inflación quedará para otro momento.
O sea, que haya consumo y producción como se pueda para tratar de sobrevivir en la votación de este año, a pesar de una inflación que asusta y un dólar que amenaza todo el tiempo.
Que aguanta la idea del bull market. Masacre “a lo Maslatón” para la economía. Para que no sea otro tipo de masacre: electoral.