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Ciencia

Cecilia Grierson, la primera médica argentina

Cecilia Grierson nació el 22 de noviembre de 1859, en el seno de una familia de inmigrantes irlandeses por parte de su madre y escoses por el lado paterno, radicados en la localidad de Monte Grande (Provincia de Bs As). Fue la mayor de seis hermanos y pasó su infancia en campos de Uruguay primero y más tarde de Entre Ríos, hasta que regresó a Bs As cuando tenía seis años para hacer la primaria en un colegio inglés.

La revolución jordanista de 1870 que se desató en el litoral argentino hizo temblar a la economía de su familia y Cecilia volvió al campo para ayudar a su madre. Además de ocuparse de sus hermanos menores, trabajó como institutriz de algunos parientes acaudalados que vivían por la zona y dio sus primeros pasos en el arte de educar, una pasión que la acompañaría hasta el final de sus días.

Dos años más tarde su padre murió y la crisis económica de su familia se acrecentó aún más. A los catorce, Cecilia ya se hacía cargo de la escuela rural que fundaron con su madre en la estancia de Entre Ríos y cobraba un sueldo, aunque no tuviera título habilitante. Poco después, viajó a Bs As para comenzar los estudios formales en la Escuela Normal de Señoritas de Buenos Aires de la que se egresaría en 1878. 

Su primer cargo oficial como maestra fue en la escuela mixta de la parroquia de San Cristóbal y le permitió juntar el dinero necesario para llevar a su familia a Bs As. Cuando Cecilia creyó haber encontrado su vocación, otro evento trágico irrumpió en su vida para hacerla cambiar de idea. Su mejor amiga, Amelia Kenig, sufrió un trastorno respiratorio crónico y cayó en cama. Aunque la atendió y cuidó sin descanso, no pudo evitar su muerte.

Ante semejante golpe, Cecilia tomó una decisión ―casi― sin precedentes: hacer la carrera de medicina. En aquel momento ―1883― no había ni una mujer que tuviera el título de médica en América Latina y solo una estaba en camino de recibir un título universitario, Élida Passo, que completaría la licenciatura en Farmacia dos años más tarde.

La propia Élida Passo había solicitado también la matrícula para estudiar medicina. En primera instancia las autoridades de la UBA rechazaron este pedido con el argumento de que no era aceptable que las mujeres vieran a hombres desnudos al atenderlos, además de que sería demasiado incómodo para ella cursar con todos varones.

Élida logró que el asunto tome estado público y promovió un debate que sacudió a la comunidad académica y los medios. Finalmente, la justicia determinó que no había razones para prohibirle la matricula. Élida consiguió estudiar medicina y llegó hasta quinto año, pero no llegó a obtener su segundo título universitario porque contrajo tuberculosis, enfermedad que terminó con su vida en 1893.

El mejor medio de proporcionar alivio a los que sufren es colocar a su lado personas comprensivas, afables y capacitadas que puedan colaborar con el médico en la lucha por recobrar la salud

En este contexto Cecilia comenzó sus estudios y no tuvo ningún problema para imponerse frente al hostil alumnado, de hecho, logró que la tomen como ayudante de la cátedra de Histología por sobre muchos de sus compañeros. Como todos los estudiantes, en 1886 tuvo que interrumpir la cursada debido a una epidemia de cólera, para trabajar en un centro de aislamiento atendiendo a los enfermos.

Esta experiencia le permitió detectar una necesidad imperante para nuestro sistema de Salud, la de educar enfermeras que pudieran llevar un seguimiento más personalizado a los enfermos. En sus palabras, “El mejor medio de proporcionar alivio a los que sufren es colocar a su lado personas comprensivas, afables y capacitadas que puedan colaborar con el médico en la lucha por recobrar la salud”. Sin estar todavía recibida fundó en el Circulo Médico ―en el que se hacían las prácticas profesionales― la primera Escuela de Enfermeras de América Latina, institución que presidio hasta 1913.

En 1889 se convirtió en la primera médica argentina, luego de la defensa de su tesis Histero-ovarotomías ejecutadas en el Hospital de Mujeres, en la que exponía sus prácticas en este centro de salud que hoy se llama Hospital Rivadavia. Hizo la carrera en 6 años, que era el plazo estipulado para la misma.

Una vez recibida ingresó al Hospital San Roque en el que se especializó en ginecología y obstetricia. Obtuvo también el título de cirujana, pero no se le permitió ejercer por su condición de mujer.  En 1891 fundó junto a un grupo de colegas la Asociación Médica Argentina y un año más tarde la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios, que luego se fusionaría con la Cruz Roja de nuestro país.

Además, instauró la idea de abrir salas de primeros auxilios en los pueblos de nuestro territorio para la atención primaria de los enfermos y propuso la creación de un consultorios-escuela para tratar a niños con problemas de comportamiento, dificultades en el habla o en el aprendizaje. También fue pionera en el desarrollo de estrategias para la educación de ciegos, sordomudos y personas con discapacidades similares. En 1892 participó de la primera cesárea que se hizo en nuestro país, colaborando con el equipo de Samuel Molina.

A los 35 años se postuló al cargo de profesora sustituta de la cátedra de Obstetricia para parteras, pero las autoridades no la dejaron por su condición de mujer, tomando una decisión sin precedentes: dejar el cargo vacante. En 1901 fundó la Asociación Obstétrica Nacional y la Revista de Obstetricia, para dar un enfoque científico a la profesión de partera, que en ese momento era llevado a cabo por las viejas “matronas”.

No era posible que a la mujer que tuvo la audacia de obtener en nuestro país el título de médica cirujana, se le ofreciera alguna vez la oportunidad de ser jefa de sala, directora de algún hospital, se le diera algún puesto de médica escolar, o se le permitiera ser profesora de la Universidad

En los años posteriores siguió promoviendo la educación y formación profesional. Creó la Escuela de Economía Doméstica y la Sociedad de Economía Doméstica, dio un curso pionero en la Facultad de Medicina llamado Gimnasia Médica y Quinesioterapia y fue presidenta del Congreso Argentino de Mujeres Universitarias, fundado por Elvira Rawson de Dellepiane en 1905. También escribió varios libros, entre los que se destaca Masaje Práctico, ya que se lo considera la piedra fundacional de la Kinesiología en Argentina.

Fue implacable en su lucha por los derechos de la mujer. En 1899 la convocaron para el Congreso Internacional de Mujeres que se realizó en Londres, en la que fue electa vicepresidenta. Inspirada por este, fundó junto a Petrona Eyle la Asociación Universitarias Argentinas y presidió el Primer Congreso Feminista Internacional de la República Argentina convocado por dicha asociación.

También participó de un extenso estudio del Código Civil de aquel momento cuya conclusión fue que las mujeres casadas en el país tenían los mismos derechos que un niño y tuvo como consecuencia la reforma de la ley en 1926 que permitió fortalecer derechos a las mujeres que contrajeran matrimonio a partir de entonces.

A pesar de todos los cambios que forzó en la sociedad de ese entonces, Cecilia se quedó con una espina. Para una médica y educadora de su calibre, que no le hayan permitido ejercer una cátedra en la UBA fue imperdonable, como expresa en esta cita: “Intenté inútilmente ingresar al Profesorado de la Facultad en la Sección en la que podía enseñar. No era posible que a la mujer que tuvo la audacia de obtener en nuestro país el título de médica cirujana, se le ofreciera alguna vez la oportunidad de ser jefa de sala, directora de algún hospital, se le diera algún puesto de médica escolar, o se le permitiera ser profesora de la Universidad”.

En 1914 fue homenajeada por el 25° aniversario de su título de médica y dos años más tarde, cuando se retiró de la docencia, recibió un nuevo agasajo. Aun así, en su jubilación solo se le reconocieron 22 de los 25 años en que ejerció como médica y de los 45 en que fue docente.

Pasó los últimos días de su vida en la localidad de Los Cocos, provincia de Córdoba, lugar en el que murió en 1934. Como suele suceder, recibió el reconocimiento que merecía mucho después de su fallecimiento. Hoy en día varias calles en nuestro país llevan su nombre, entre ellas la del barrio Puerto Madero en C.A.B.A, también una plaza en San Telmo y un hospital en el sur de la Provincia de Buenos Aires. Hay un retrato suyo en el Salón Mujeres Argentinas de la Casa Rosada y próximamente un billete que llevará su estampa.