“Un viaje al horror” es como sintetiza Claudia Aboaf su visita a Vaca Muerta en calidad de observadora del Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza. La entidad, creada con el fin de denunciar actividades extractivistas de gran impacto ambiental, viajó al lugar del proyecto la semana pasada para elaborar un informe sobre sus efectos en la población circundante y en la naturaleza y los resultados fueron presentados por los jueces en la Cámara de Diputados. Derroches desorbitantes de agua, sismos, desplazamientos de poblaciones originarias, un aire “irrespirable” por la cantidad de basura petrolera abandonada y hasta cáncer y otras afecciones en la salud de la población son, a grandes rasgos, los amargos frutos del “progreso” productivo en la cuenca neuquina.
Vaca Muerta es el nombre con el que se conoce a la superficie de alrededor de 30 mil kilómetros cuadrados rica en fósiles de dinosaurios e hidrocarburos ubicada en el corazón de la meseta neuquina. El área de explotación, sin embargo, se extiende todavía más, alcanzando un total de 120 mil kilómetros cuadrados que abarcan territorio de Neuquén, el Sur de Mendoza y La Pampa y el Norte de Río Negro. La técnica por excelencia con la que se explota la región es el fracking, un tratamiento que consiste en la inyección de agua, arena y químicos tóxicos a alta presión en el suelo para fracturar y generar artificialmente permeabilidad en las rocas y así hacer fluir los hidrocarburos hasta la superficie.
“Era todo mucho peor que cualquiera de las distopías más horribles que he escrito, o he oído, o enseño para comprender lo que es una distopía”, evaluó en diálogo con Diario Con Vos Claudia Aboaf tras su visita a Vaca Muerta. Claudia es escritora y docente, integra el colectivo ecofeminista Mirá y fue observadora en la delegación del Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza que viajó a Neuquén. Tras su visita, considera que lo que está pasando en la cuenca neuquina es la demostración perfecta del “proceder de las corporaciones y de los gobiernos para transformar un lugar hermoso en una pesadilla”.
“Los basureros a cielo abierto, el olor, la picazón que produce por estar ahí media hora, descompostura de estómago. En Comarsa, a escasos dos mil metros de la ciudad de Neuquén, y justo por encima de una ladera en donde inmediatamente abajo hay una población, el aire es completamente irrespirable, y es basura petrolera, desechos del petróleo mezclados con tierra a cielo abierto que además se van filtrando por las napas donde la gente consume el agua”, recordó la observadora.
Agua envenenada y un río robado
El día de la presentación del informe del Tribunal en Diputados, el juez Alberto Acosta explicó que el fracking se caracteriza, entre otras cosas, por la enorme cantidad de agua que requiere. “Por un pozo se puede necesitar hasta 90 millones de litros de agua que se mezclan con 1400 toneladas de arena de sílice y productos químicos, y luego esa agua no queda disponible para uso humano”, señaló. Sin embargo, esa agua contaminada no disponible para uso humano es la que efectivamente llega a las casas de los humanos de la región. Los químicos empleados en Vaca Muerta, indicó el Tribunal, se filtran hacia las napas de agua al punto tal que en Añelo, una localidad cercana, “la primera recomendación que te hacen” es no beber agua corriente.
No hay fracking posible sin el uso irresponsable de inconmensurables cantidades de agua.
Como si fuera poco, y porque tanta agua tiene que salir de alguna parte, la empresa Tecpetrol, que opera Vaca Muerta junto con YPF, desvió el curso del río Neuquén para abastecer la insaciable demanda del proyecto. “Una de las visitas que realizó este Tribunal fue a lo que ha sido la Chacra de Celestino”, (un vecino) de la comunidad mapuche de Lof Wirkalew en Sauzal Bonito. Celestino nos contó que le robaron el río”, relató Aboaf. “Tenían frutales, tenían animales, todo se seca, esto lo vi con mis propios ojos”.
“¿Saben reconocer el lecho en donde antes hubo un río?”, preguntaba Aboaf a sus oyentes durante una charla en la Universidad de Comahue. “Si observan con atención podrán ver la alteración del mundo circundante al río. Verán la desorientación de los animales. Cómo se apagan las plantas que lo bordean y los pájaros que migran. Las enfermedades en la población. En su chacra quedan en pie los tocones muertos de las 50 plantas frutales que tuvo en producción”, recordó de su visita a la vivienda de Celestino.
Lejos de comprar el mito de la explotación “sostenible”, los miembros del tribunal sostienen que el derroche es inherente al fracking. En sus conclusiones post visita, se lee que “no hay fracking posible sin el uso irresponsable de inconmensurables cantidades de agua" y que “el fracking conduce al colapso del agua de origen y mantenimiento de la vida, lo que provoca tremendas destrucciones de los ecosistemas”.
Los basurales de Vaca Muerta, "lugares del abandono"
La espectacular explotación del suelo en Vaca Muerta deja una cantidad igual de espectacular de residuos, con lo cual a medida que avanza la actividad extractiva avanza la concentración de basura petrolera abandonada en enormes depósitos a cielo abierto. “Vimos piletones abandonados, tanto por las petroleras como por el gobierno, sin ninguna seguridad, piletones donde se caen animales”, recordó Claudia Aboaf y calificó a estos depósitos como verdaderos “lugares del abandono, del abandono por parte de todos los que sacan de allí dinero y luego cuando dejan de sacarlo lo abandonan a la suerte de los ciudadanos, que no se caigan o se maten o agarren cáncer por las filtraciones en las napas y el agua que consumen”.
En sus observaciones, publicadas esta semana, el Tribunal aseguró que “los basureros petroleros existentes en Vaca Muerta revelan enormes deficiencias”, ejemplificadas a la perfección por el vertedero de la empresa Treater, que se ubica a sólo 5 kilómetros de Añelo y tiene un tamaño equivalente a 15 canchas de fútbol. Este basurero “fue denunciado en 2018 ante la justicia por no respetar la distancia mínima de un núcleo urbano (ocho kilómetros), y por tener piletas de disposición de residuos sin canales de drenaje adecuados ni mallas protectoras que eviten la contaminación de suelos y napas de agua, tal como exige la legislación nacional”, recordó la delegación. Entre los clientes de Treater, señalaron los jueces, figuran las reconocidas petroleras YPF, Shell y Total.
Efectos de Vaca Muerta sobre la salud y la vivienda
Con estos vertederos y sus toneladas de desechos tóxicos llegan la contaminación del agua y del aire, y con ellas un amplio abanico de enfermedades y problemas de salud. Los resultados que las comunidades locales obtienen de Vaca Muerta se parecen menos al crecimiento del PBI y a la prosperidad económica prometidas y más a “malformaciones genéticas, cáncer, enfermedades de los pulmones y metales pesados en la sangre”, e incluso “crecientes padecimientos psicológicos”, según el reporte del Tribunal. Y ni hablar de los “beneficiarios” de los flamantes puestos de trabajo creados por la actividad petrolera, quienes “terminan siendo víctimas a raíz del no cumplimiento de las normas de protección ambiental en el desempeño de sus trabajos”. Por supuesto, la devastación del ecosistema y su contaminación permanente no sólo afectan a los seres humanos: “En la zona también se puede apreciar una creciente desaparición de animales silvestres”, detalló la delegación.
“Junto con el aumento de los accidentes ambientales y laborales, una de las mayores preocupaciones es el incremento de la sismicidad, que afecta a la localidad de Sauzal Bonito, aunque también se ha extendido a Cutral Co”, agrega el informe. Sauzal Bonito es una localidad ubicada 100 kilómetros al noreste de la capital neuquina en la que antes del 2015 prácticamente no había temblores, pero que el mes pasado registró su sismo número 401 desde ese año. A partir de entonces, las casas agrietadas, los desplazamientos de la población y los terremotos cada vez más superficiales son moneda corriente.
"Los únicos que preservan el territorio"
“No quiero nunca más escuchar hablar de si un mapuche es o no argentino porque una vez que estás ahí te das cuenta que, al igual que los pueblos originarios de Jujuy y de otras zonas que también he visitado, están ahí y pueden demostrarlo los padres, los abuelos, los ancestros. Mucho antes de que Chile fuera Chile y Argentina fuera Argentina”, expresó indignada Claudia Aboaf tras recordar su visita a la chacra de Celestino, el hombre al que “le robaron el río”. La lucha de los pueblos originarios por el territorio viene al caso cuando se trata de Vaca Muerta, porque gran parte de la región afectada por la explotación hidrocarburífera en la cuenca neuquina está habitada, precisamente, por comunidades mapuches.
“Los mapuches, pueblos originarios, no fueron consultados previamente, pese a que el país ratificó el Convenio 169 de la OIT, que establece la obligatoriedad de la consulta libre e informada y la necesidad del consentimiento de las comunidades preexistentes. No sólo eso, han sido víctimas de otras múltiples formas de violencia, llegado al punto de negar su presencia ancestral en dichos territorios”, señalaron los jueces en el comunicado que se lee en la web del Tribunal.
Desde el principio de su reporte, los integrantes de la delegación que vio con sus propios ojos lo que Claudia Aboaf describió como “el mundo del horror” dejaron clara la principal conclusión de su experiencia: “La búsqueda del desarrollo y el progreso demuestran que el mapa del extractivismo coincide con el mapa de la pobreza. Lo que el Tribunal vio en estos días son las profundas afectaciones en esta región patagónica; una explotación sin conciencia socioambiental que solo es posible en un marco de violencia y corrupción”.
Foto portada: Alejo di Risio.