Pascual Cantero, más conocido como Muerdo, entra a las oficinas de Diario Con Vos al mediodía de un Jueves Santo con lentes oscuros y ganas de tomar mate. Le ofrecemos chipás, que agradece, pero rechaza. “Fue una noche dura”, revela, mientras se acomoda en la silla y se lanza a hablar con una naturalidad muy graciosa.
“¿Cómo hacéis para contar las noticias en este momento en que el mundo se está hundiendo en la demencia?”, pregunta, medio en broma y medio en serio. Como si de verdad creyera que el oficio periodístico es más complicado que el suyo, de subirse al escenario para transmitir un canto esperanzado.
De pronto se saca los lentes y su mirada buñuelesca ayuda a entender desde dónde habla este murciano: desde esa España profunda que entiende la necesidad de que, cada tanto, el toro se lleve puesto al torero.
-¿Con qué se va a encontrar la gente en tu próximo concierto?
-Venimos enmarcados en una celebración de los 10 años del proyecto, desde que salió mi primer álbum, que en realidad ya son once. Hacemos un show restrospectivo con las canciones más conocidas del proyecto, entonces vamos a hacer las 13 o 15 canciones que la gente más conoce, más canta y más demanda. Por eso es un show muy disfrutable. Viste que cuando uno presenta un disco nuevo le pide un poco de paciencia al público para que vaya conociendo las canciones. Ahora no: es un repertorio muy a tiro hecho, como decimos en España. Lo más representativo de Muerdo con banda completa.
-¿Cuántos son?
-Bajo, batería, guitarra, teclado, trompeta y trombón. Conmigo siete en escena. Van a estar varios amiguitos: Carolina Peleritti, Nación Ekeko, Miss Bolivia y va a estar abriendo Nico Landa que es un súper compositor.
-¿Cómo son tus visitas a Argentina cuando no estás tocando?
-Tengo la dicha de tener bastantes amigos, entonces todo el tiempo se divide en hacer medios, ensayar, tocar, ver amistades y cuidar vínculos. Siempre surge alguna colaboración, ir a un estudio y muchos vínculos con bandas de acá. Entonces cuando vengo para acá es un no parar.
-¿Y salís a ver bandas?
-Sí, claro. Te digo que anoche fue duro porque fuimos al Konex a ver a los chilenos de Macha y el Bloque Depresivo. Estuvo muy bueno, no lo había visto a él con este proyecto. Yo esperaba por Chico Trujillo algo más arriba y esto es mucho más tranquilo. Puros clasicazos del bolero latinoamericano. Hermoso.
Me encanta la escena de acá, la del indie y lo que tiene que ver con el folklore.
-¿Tenés mucha música argentina el cuerpo?
-Muchísima. Piensa que grabé mi anterior álbum acá con Diego Pérez de Nación Ekeko. Fue un largo tiempo. Lo que pasa es que yo pasé acá la pandemia. Me agarró acá en Buenos Aires y me tuve que quedar. Estaba en un departamento que me habían prestado unos amigos y que por suerte me lo largaron. Entonces aproveché de grabar mi álbum con Diego que es muy conocedor del folklore y gracias a él tuve un acercamiento muy potente a la chacarera, a la zamba y a la música andina.
-Supongo que pasar la pandemia acá te vinculó fuerte a este país...
-Bueno, tuve por seis años una novia argentina y eso quizás sea aún más hermanador. Pero desde luego que vivir acá un período así, me vinculó mucho a Argentina y me hizo comprenderla más. En esos momentos de incertidumbre, de miedo, uno se forja un destino común con el país donde está. Eso une mucho. Pero en mi carrera además tengo mucha relación con bandas argentinas. La más reciente fue con Los Caligaris. Con Perota Chingó venimos colaborando desde nuestros inicios que fueron casi en simultáneo, en 2012. Con pocas bandas puedo decir que estoy tan hermanado como con ellas. Con Bahiano y ahora con Miss Bolivia. No paran de sucederse las colaboraciones con amigos argentinos.
-Hay en tus líricas algo como de Facundo Cabral, que era muy poético, pero a la vez sentencioso. A quiénes reconocés como referentes en ese sentido...
-A mí lo primero que me impactó fue el bolero. Los Panchos y Nat King Cole. Ese lenguaje conciso que narraba historias. Luego los trovadores: Violeta Parra y Atahualpa, quizás él el que más, y los españoles, Serrat y Sabina.
-Ahí está: Atahualpa es muy sentencioso
-Sí, es muy sentencioso. Conciso y con un halo de sentencia, de epigrama, que expresa mucho con poco. Eso siempre me gustó en lo lírico.
-Y mencionás a Serrat, que hace poco estuvo despidiéndose de su público argentino ¿Qué influencia tuvo en tu carrera?
-Muchísima. Me acuerdo que mis padres tenían un tocavinilos y yo pasé de escuchar los discos de los payasos de la tele a los de Serrat. Tenían un compilatorio de cinco discos y me los devoré a los 13 años, cuando uno escucha música de manera definitoria. El disco Mis Poetas en que canta a Machado y Hernández fue más definitorio aún porque ahí me encontré no solo con la música, sino también con la poesía.
-Y a Sabina, que anduvo en lo mismo...
-Poco después lo descubrí a él en la adolescencia. Me acuerdo que cuando tenía 15 años le pedí a mis padres el libro de Sabina con todas sus letras, como regalo de navidad. Había discos que no había escuchado y que me sabía los textos. Joaquín me llegó en un momento en que uno está afirmando su identidad: me atrajo mucho la figura del canalla, rocanrolero, transgresor e irreverente. De Serrat siempre me llamó la dulzura, las melodías bellas y la forma de narrar. Y de Sabina, el personaje. Ambos son como el padre y la madre.
-¿De cuál te sentís más cerca?
-Uf. Depende de la hora del día. Es que ambos tienen ambas cosas. Sabina también tiene un compromiso con la realidad y Serrat es muy bohemio. De ambos, el 95% de sus canciones son de amor. Ninguno de los dos se definen por ser implicados políticamente. Para eso estaba Chicho Sánchez Ferlosio, Luis Pastor, Paco Ibáñez. Ni Sabina ni Serrat fueron canción protesta. Estuvieron en una coyuntura en la que se tuvieron que implicar y mojar por la izquierda, pero no creo que ninguno de los dos sean cantores militantes. Sus canciones más famosas son de otra índole. Mediterráneo, Nos Dieron las Diez... Dime una canción política de ellos. Quizás lo más político de Serrat haya sido versionar a Miguel Hernández.
-Es que como en las dictaduras los prohibieron en latinoamérica y ellos vinieron y apoyaron a los artistas que luchaban por la recuperación democrática, se los interpreta siempre desde el progresismo
-Claro, porque cantaban con Mercedes Sosa y León Gieco. Pero yo no los veo como cantautores políticos. De hecho, creo que han dado mucho bandazo en lo político. Han sido muy libres, sin ser voceros de nada.
-¿Y a vos te dieron ganas de poner tu arte al servicio de algo?
-No. Me gusta mucho conservar la independencia de mi voz. No me gusta que sea utilizada para ningún fin que no controle. Sí tengo un compromiso con lo que sucede, pero no me gusta que me anquilosen en la etiqueta de canción protesta o canción política porque no siento que haga eso. Siento que hablo de lo humano y de lo social, pero no de lo político. Creo que esa dicotomía, derecha izquierda sin matices no va a ningún lado y ya se ha demostrado, estallido tras estallido, vemos que nada avanza ni cambia tanto. Creo más en la transformación de las relaciones, de los círculos sociales y de las formas que vivimos, que en la revolución como se entendió en el Siglo XX.
-Sin embargo, en tus canciones rescatás mucho la figura de tus mayores que sí vivieron esa historia
-Es que los abuelos son muy importantes. Las raíces. No podemos entender lo que somos sin entender de dónde venimos. No es lo mismo una persona que tuvo un abuelo de clase media y que fue universitario, que alguien cuyo abuelo fue analfabeto y agricultor. No podemos ser lo mismo si venimos de lugares distintos. Entonces yo creo que hay que comprender de dónde venimos y ponerlo en valor, se venga de donde se venga, porque somos esa consecuencia, y tratar de sanar el linaje. Esa es una de las tareas que traemos a la vida: sanar lo que no lograron nuestros padres, ni nuestros abuelos. Yo cada vez tengo más presentes a mis abuelos desde que no los tengo. Los recuerdo casi a diario, porque es un vínculo muy importante. Sobre todo porque me la paso viajando, entonces tener esas raíces fuertes me da paz y me da fuerza.
-¿Y qué sentís que estás sanando de ellos?
-La educación, por ejemplo. Uno entiende como es cuando entiende cómo lo han tratado en la infancia y adolescencia. Y uno entiende cómo lo han tratado por cómo los trataron a ellos. Yo no puedo decirle a mi padre que es un autoritario sin considerar cómo lo trataron a él en su infancia. Cómo fue su mundo y sus tutores. Porque somos el resultado de eso. Entonces es muy edificante comprender esas dinámicas para tratar de salir de allí y no repetirlas.
-¿Hacés psicoanálisis?
-Lo hice por mucho tiempo con psicoanalista. Ahora, que no esté con un terapeuta, no significa que haya dejado de hacerlo porque en mi caso bebo de muchas otras corrientes espirituales..
-En tu estética se ve mucha simbología “mística” por decirlo de alguna forma. El derviche giróvago del afiche del próximo concierto, por ejemplo, ¿Es porque te gusta estéticamente o hay algo más que te interesa allí?
-Eso es porque me interesa mucho la filosofía sufí. He estado leyendo mucho a los poetas sufíes y estuve viviendo un tiempo en Marruecos, donde despertó mucho más ese interés. De a poco me di cuenta que los músicos estamos girando todo el tiempo, como los derviches, y en eso hay un recoger y entregar. Los derviches giran siempre con una mano hacia arriba para recoger la energía de la divinidad y con otra hacia abajo para entregar. Me pareció una imagen bonita para reflejar lo que hacemos los músicos en los conciertos. Porque creo que en todos esos giros encuentro una paz, una quietud, que no encuentro en mi casa... la encuentro cuando estoy girando.
-¿Qué te pasa en tu casa?
-Sabina tiene una frase que me interpreta un poco: “Hotel dulce hotel; hogar triste hogar” (se ríe). Disfruto en mi casa, pero disfruto un mes. Es una especie de adicción al movimiento. No creo que vaya a ser siempre así. Creo que va a llegar un momento en que voy a estar a gusto en la calma de mi hogar. Tengo una linda casa, buenos vecinos, amistades. Está todo puesto para que me sienta muy a gusto allí. No sé por qué me sucede, pero ya está.
-¿Y qué te llamó la atención en esta última gira latinoamericana?
-La inflación, aunque no sea un sorpresa. Económicamente está todo muy mal y políticamente, hay mucha polarización en todos lados. Y eso me aterra, porque creo que estamos errando la vía. Ya lo hemos intentando muchas veces por ahí y no es la vía. Es maravilloso que queramos cambiar el mundo y chocamos, nos separamos. Lo que tenemos que buscar es la unidad. El que piensa como yo por un lado y el que no por otro. El que es de derecha y el que es de izquierda. Hasta que no nos concibamos todos como uno y parte de un todo que es una unidad, no vamos a llegar a ningún lugar bueno. Entonces veo a las sociedades latinoamericanas, a la española, llenas de gente muy segura de sus dogmas, sin espacios para dudar y evaluar...
-¿Creés que la guerra en Ucrania influye en esto?
-Por supuesto, porque esto es una guerra mundial, aunque se esté desarrollando en un solo territorio. Es una guerra global: todo el mundo está implicado y a todos nos está afectando. Pero bueno, es más complicado, porque en realidad a lo que estamos asistiendo es a la caída de un imperio que es el norteamericano. Estamos entrando a un nuevo orden que viene de la mano de China y Rusia. Sobre todo de China. Va a ser una transformación compleja que nos espera en los próximos años. Ahí hay que ver cómo sale América Latina, pero está claro que en Europa estamos muy jodidos.
-Por eso te insistía en que hacer la música que vos hacés es difícil en esta época...
-Es que la música que trata de hablar de lo que pasa siempre va a estar, y el ser humano siempre va a crear. Ahora sí... lo que pasa es que la industria está potenciando productos completamente vacíos de contenido, de forma y de todo. Entonces, como siempre pasó, habrán nichos y una escena subterfúgica, por abajo de todo el mainstream, en que seguiremos haciendo álbumes, diciendo cosas y experimentando en lo instrumental y lírico. Pero la verdad es que nunca hubo un mainstream tan malo como ahora. Antes U2 era mainstream. Los Rolling o Los Beatles lo fueron. Ahora Quevedo y Bizarrap. Música que la hacen tirándose cuatro pedos en un estudio con un computador, ensalzando que tienen dinero, mujeres y automóviles. Eso es el éxito. Trasladan valores a la sociedad que son terribles. Yo siento que mis padres no tuvieron educación, pero tenían a la música: tenían a Serrat, a Sabina y a Silvio Rodríguez. Y eso me lo transmitieron. Pero ahora es solo competitividad, misoginia, hipersexualización, vanidad... no se considera nunca a la música como un elemento formador.
-¿Creés que el músico tiene una responsabilidad en ese sentido?
-Uf. No me gusta hablar en esos términos porque valoro mucho la libertad creativa. Cada uno hace lo que se le da la gana. Es mi opción personal utilizar mi altavoz como una herramienta de transformación social, pero no me atrevo a exigirle a otro que lo haga. Tampoco quiero aparecer como un moralista porque cuando Charly se tiró del noveno piso, no fue edificante para nadie, pero fue muy divertido. Entonces no quiero decirle a nadie como tiene que hacer las cosas: solo doy testimonio de cómo elijo hacerlas yo.