El despacho del Sindicato de Farmacéuticos y Bioquímicos es tan ecléctico como el discurso de su presidente Marcelo Peretta. Retratos de Perón, “el hombre que salvó al sindicalismo de la izquierda”, y los logos de gremios con muchas siglas comparten el protagonismo de la sala con un cuadro de colores fluorescentes, que representa “la farmacia del futuro”.
Parece una aproximación lisérgica a la cuestión obrera que solo cobra sentido cuando se le presta atención al discurso de Peretta, candidato a Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que cuenta, o al menos eso dice él, con el apoyo de Patricia Bullrich.
-Un profesor de filosofía solía decir: “Si esto fuera química, explota” cuando veía mezclas infrecuentes en la política. Es tu caso. Pero vos sos químico y, además, representante del gremio de los químicos… podemos darte el beneficio de la duda al menos ¿Vas a ser candidato a la Ciudad?
-Soy precandidato a Jefe de Gobierno Porteño por la coalición Juntos por el Cambio, el espacio de Patricia Bullrich y Miguel Ángel Pichetto. Tenemos un mix entre el PRO y el peronismo republicano. Lo mejor es competir, vienen las PASO y ahí veremos. A diferencia de los otros precandidatos, yo no he sido funcionario; vengo del sindicalismo y desde allí me planteo y hablo con la gente, con los profesionales y camino la ciudad.
-Pero ya tenés gigantografías junto a Bullrich, es una apuesta importante
Sí, es una apuesta por estar en la lista y por posicionar mis planteamientos. El lema es La Ciudad tiene Remedio’ y hace alusión, claro, a mi posición de farmacéutico. Me siento muy identificado con Patricia y con Miguel porque ellos te dicen lo que es políticamente incorrecto: '¿Hay que laburar? Sí, hay que laburar'; '¿No se puede cortar la calle? No se puede cortar'; '¡No me vengas con tanta ideología de género! Identidad sexual, sí, te la respeto porque no hay vuelta con eso, pero paremos con eso de que el macho es el origen de todos los males. Eso nos está haciendo daño'... entonces nosotros queremos ordenar eso y recuperar la seguridad, por supuesto, revalorizar el uniforme, poniéndose del lado del que debe actuar en la calle. Al policía le tiene que volver a dar ganas de encarcelar al delincuente y no percibir que si interviene se está metiendo en un problema.
Nos dimos cuenta que la gente ya no quiere progresismo, quiere que le soluciones las cosas. Y en base a eso diseñamos una visión de mundo para cambiar Argentina. La idea del remedio tiene que ver con una voluntad de volver a la cultura del trabajo; de decirle basta a los vagos que se quedan en su casa recibiendo un plan. Eso fue una mentira que duró lo que tenía que durar, pero ya hay que decirle basta.
-Aparecés con Bullrich en la publicidad, pero ¿Contás con su apoyo?
-Cuento con el apoyo de Patricia porque ella siempre ha planteado que esto se resuelva por la vía democrática. Ahora bien, ella también ha dicho que quiere a alguien del PRO puro y, en ese sentido, se ha manifestado en favor de Jorge Macri por un acuerdo que ella entiende que es importante hacer, porque Jorge Macri también tiene la bendición de Mauricio Macri. Pero Jorge Macri no la apoya a ella y ella lo sabe. De hecho, cuando ella dijo que había que sacar al Ejército para intervenir en Rosario, Jorge Macri salió a contradecirla. Pero eso pasa en política: le pasó a López Murphy que quiso ser precandidato apoyando a Patricia y ella le agradeció, pero le aclaró que iba por Macri. Yo en ese escenario no quiero ningún privilegio: quiero plantear mis puntos y que la gente decida.
-¿Cómo es la relación con los candidatos del ala más moderada de Juntos por el Cambio: Quirós, Ferrario y Lousteau?
-Yo soy de respetar los espacios políticos. Si vamos a una interna y ellos ganan, yo los acompaño. No me pienso ir del espacio, ni nada. Si ganan la interna, van a tener mi apoyo. Pero hasta tanto eso ocurra, estoy en mi derecho de marcar mis diferencias. Fernán Quirós, por ejemplo, estuvo muy cerca de Ginés González García en la pandemia y eso fue una pesadilla para los argentinos. No solo por la tasa de mortalidad que tuvo en comparación al resto del mundo, sino también por la debacle social y económica que dejó: la cantidad de enfermedades psiquiátricos se multiplicaron. Mucha gente se enfermó del susto que significó todo esto o por no poder despedir a sus seres queridos. Decisiones que no tenían nada que ver con epidemiología ni con ningún criterio de salud. Los que pasamos por universidades no aprendimos eso, sino lo contrario. Y después por lo económico. Cerraron demasiado y si abrieron fue contra su voluntad, porque muchos ciudadanos luchamos para que se abriera. Eso le pesa a Quirós. Yo lo respeto y la gente lo quiere, ese es un dato de la realidad, pero no ha sido exitoso.
Emanuel Ferrario, otro candidato, propone plazas con ideología de género. Plazas bien iluminadas para que sean respetadas las chicas, les chiques, los trans... ¡Pará! Iluminá las plazas para que tengan seguridad. No para hacer sentir bien a un perfil de género. Con ese tipo de cosas durante muchos años se lograron votos. Hoy el electorado ya no lo quiere más, quiere soluciones concretas: bajame los impuestos; bajame la inflación; dejá de gastar tanto en choferes, asesores y publicidad. El presupuesto de la Ciudad de Buenos Aires pasó del 16% a 11% y subió un 98%, casi se duplicó, el de publicidad. Las prioridades tienen que ser claras.
Martín Lousteau, en ese sentido, habla de un Estado grande y yo no quiero un Estado grande. Quiero que el Estado maneje la seguridad, la justicia, la salud, la educación y punto. Lo demás, al sector privado.
-Lousteau esta semana firmó una carta colectiva saludando al Papa Francisco, que tenía las firmas de Cristina, Alberto, Larreta y Vidal ¿La hubieses firmado?
-No me ofrecieron. Yo soy cristiano y creo que es un mérito ser Papa y haber transmitido tu punto de vista durante 10 años. No es fácil. Él lo ha hecho dignamente... una labor digna. Ahora, por suerte, ha cambiado su discurso y ha dejado de potenciar esa cultura del pobrismo con tanto discurso sobre la igualdad y que el problema son los ricos. Porque en eso, muchas personas como Juan Grabois le hicieron creer a gran parte de la gente que son las víctimas, porque nacieron pobres y morirán pobres, entonces tienen que luchar contra los ricos. Y no es así. Esa política de decir que ser pobre es bueno, que Dios los quiere pobres, no está bien. Dios no los quiere pobres. Los querrá sanos, alimentados y fuera de la pobreza. Dios no quiere hacer demagogia. Y el Papa hizo mucha demagogia durante sus primeros diez años. Quizás le sirvió, porque la Iglesia era muy dura, muy ortodoxa, muy tirada a la derecha. Pero ahora, por suerte ha reconocido el valor del trabajo que está en Biblia, por cierto. Estamos asistiendo a una mirada más madura del Papa. Tampoco soy un teólogo, ni un experto en actividad eclesiástica.
El Papa hizo mucha demagogia durante sus primeros diez años. Quizás le sirvió, porque la Iglesia era muy dura, muy ortodoxa, muy tirada a la derecha
-Te llevo a tu terreno, entonces. Este 8 de marzo la ANMAT autorizó la comercialización de la Mifepristona, un medicamento para interrumpir el embarazo ¿Cómo lo opera tu gremio?
-Hay posiciones encontradas como en la sociedad. La mayoría lo vemos como una cuestión científica. Es un medicamento. Sí. Está aprobado por la ANMAT. Sí. Listo. Ya está. Si hay una receta, el medicamento se va a dispensar. Hay algunos que plantean lo que se denomina objeción de conciencia y se niegan. Y se niegan a los otros abortivos también. Ellos tienen la obligación de indicarte donde lo puedes conseguir.
Yo creo que la venta de la mifepristona en farmacias nos habla del fracaso que hemos tenido en la educación sexual. Porque si yo quiero prevenir los embarazos no deseados, tengo la educación sexual, la utilización de preservativos- que no se usan lo suficiente-, después vienen los anticonceptivos hormonales y los anticonceptivos post-coitales, hasta 48 horas después. Todo eso fracasó y fuimos a la Mifepristona que te hace un aborto con semanas de embarazo, con todo lo que implica. Con el perjuicio que significa, el daño fisiológico y psicológico. Lo que las chicas tienen que saber es que quedan secuelas. Muchas veces después no pueden ser madres por esos primeros abortos. Entonces, se ha transformado algo excepcional en la regla. Y en los chicos está calando hondo. Yo tengo hijos y les hablo de la importancia de los anticonceptivos, del preservativo. Y me cuesta porque es una generación especial.
-Pero más allá de cualquier valoración, el farmacéutico tiene la obligación de proveer un medicamento
-Sí, pero también tiene el derecho a decir que no va a expedir la receta por objeción de conciencia e indicarte donde puedes conseguirlo. Es bajísimo el índice de objeción de conciencia entre los farmacéuticos argentinos. Es más alto en Chile y en Brasil. Me parece lamentable que así sea porque esos mismos farmacéuticos que plantean objeción de conciencia, una especie en extinción, son los que te frenan cuando vas a buscar rivotril o cuando ven a alguien muy pasado, pidiendo psicoactivos con una receta trucha. Se dan la vuelta para no dártelo porque ellos saben que te están haciendo un daño. Yo los respeto por eso. En mi farmacia, en todo caso, me das la receta y te llevás el medicamento, pero respeto a estos colegas que tienen esta actitud de rebelarse contra la industria farmacéutica que busca vender, vender y vender.
-¿Piensas que desde el gobierno de la ciudad se puede intervenir en la industria farmacéutica?
Es que el farmacéutico ha perdido el rol que tenía hace 100 años: alguien a quien le consultabas y confiabas en su criterio. Le delegabas el acto de sacar sangre, de interpretar resultados, de hacer curaciones. Todo eso ahora está banalizado: puedes mandar una muestra de sangre por delivery. El farmacéutico se ha deprimido frente a la industria.
Tranquilamente, si soy el jefe de gobierno, las farmacias van a tener otro rol, mucho más asistencial, que tiene que ver con la vacunación, con las curaciones, con descomprimir la primera atención de los hospitales para que vayas al médico a cosas más importantes, como sucede en farmacias europeas y canadienses. Si vos vas al médico por algo que el farmacéutico te puede solucionar, estamos desaprovechando los recursos. En Buenos Aires hay 1.400 farmacias que deben recuperar su rol profesional, no su rol comercial. Allí te hacen los test, te toman la insulina, te supervisan y te derivan. Te dan una primera atención y el farmacéutico te plantea una solución. No es un lugar al que vas a comprar papas fritas, pelotitas de tenis o a sacar adelantos de plata.
Si vos vas al médico por algo que el farmacéutico te puede solucionar, estamos desaprovechando los recursos. En Buenos Aires hay 1.400 farmacias que deben recuperar su rol profesional
-¿Y cómo te ha ido en las paritarias?
-Bien. El farmacéutico tiene un piso salarial de 405 mil pesos, es un buen salario. Aclaro que el farmacéutico no es el empleado de farmacia, ese es otro gremio. El farmacéutico es el que estudió farmacéutica o bioquímica y tiene el título colgado ahí en la farmacia.
-Hace un tiempo planteaste un “decálogo del sindicalista” en el que se fundían intereses que el sentido común suele pensar como contrapuestos. Contame un poco de qué va
-El nuevo modelo sindical que nosotros promovemos con Patricia Bullrich es el sindicalista que moderniza el convenio colectivo de trabajo, que es la ley que rige tu actividad. Se ven dentro del sindicalismo muchas malas prácticas que debemos cambiar: sindicalistas que se paran en la puerta del lugar de trabajo e impiden la entrada o salida de trabajadores, eso está mal. No es ético. El sindicalista no puede ser empresario tampoco. Yo no podría ser dueño de una farmacia. Hay sindicalistas que se compran una empresa y luego le proveen al gremio. Eso tampoco es ético.
También planteamos que los sindicalistas debemos asumir con nuestros bienes personales las decisiones institucionales, porque hay muchos sindicatos a los que les ingresa mucha plata, pero se mantienen años con balances negativos. Por eso tenemos sindicalistas ricos con sindicatos pobres. Y lo peor: tenemos una gran mayoría de sindicatos y obras sociales fundidas por la mala administración. Nosotros acá tenemos un sindicato y una obra social superavitaria.
-¿Y compartes la caracterización que se hace del sindicalismo como personas que no quieren trabajar?
-Es que nosotros tenemos otra visión de eso. Lamentablemente eso pasa y nosotros queremos romper con eso. Los docentes, por ejemplo, siguieron cobrando durante la pandemia y no iban a laburar. Los farmacéuticos seguimos y eso que no había nada más riesgoso que ese que te hacía el hisopo. Mis representados me decían ‘Marcelo: buscá la forma de que no vayamos, porque nos vamos a morir’. No. Hay que cumplir el deber. Eso nos ayudó, porque al comienzo me reputeaban, pero después en la paritaria siguiente ganamos el doble. O sea, cumplimos nuestra labor social y fuimos premiados por eso. Ese es el sindicalismo que yo quiero.
-Formaste una Confederación de Trabajadores y Empleadores ¿Cómo es eso?
-Es un nuevo sindicalismo que entiende que el empresario no es el enemigo, se reúne para llegar a acuerdos que las dos partes puedan cumplir. Hay muchos sindicatos que en vez de potenciar la actividad empresarial, la frenan. Y cuando se funde un negocio perdemos todos. Esta es una central de Trabajadores y Empresarios. Hasta ahora hay mucha buena onda entre los 54 sindicatos que están acá. Creo que ya estamos inoculando el germen de lo distinto a los grandes sindicatos… muchos nos dicen que va por este lado.
-Pero ¿Han tenido huelgas?
-Mirá, la huelga es una medida extrema. Por supuesto que si algún empleador incumple un convenio, nos vamos a ir a parar a la puerta a exigir lo que corresponde. Ahora, cortar el servicio globalmente es dejar sin medicamentos a los argentinos. No podemos porque es un servicio esencial.
-¿Y los otros sindicatos de esta Confederación?
-Está con nosotros Seduca, el gremio docente de la Ciudad de Buenos Aires, con Facundo Lancioni. O Dante Camaño de Gastronómicos. Tratamos de no hacer huelgas, tratamos de poner el hombro. Es una instancia que dejamos para el final.
-Si crees en la sinergia de trabajadores y empleadores, supongo que estás de acuerdo con la renovada intención de Lanata de “cerrar la grieta”.
-Me molestan los anti M y los anti K. No soy anti nada. Soy un tipo que trata de ser pensante. Si pasé por la Universidad y hice un doctorado, no fue para ser un tipo fanático. Si tengo que criticar a Cristina voy a las decisiones que tomó, pero la respeto en su carácter de dirigente, de persona muy formada, que fundamenta mal o bien porque ella cree que el Estado tiene que ser grande. No estoy de acuerdo y puedo decirles mi punto de vista. Hay canales que han perdido su autoridad como La Nación Más con periodistas que se la pasan hablando de Cristina. Gente con odio que lo vomita todo el día en televisión. Ojo con eso. Si tenemos una juventud poco preparada, pueden salir loquitos que quieran ajusticiar por su cuenta a quienes no piensen como ellos. Eso nos hace mal y nos aleja de las soluciones. Me alejo de eso y creo que Patricia ha madurado en ese sentido. Mucha gente dice que era montonera en los setenta, mataba y secuestraba. Pero en esa época se resolvían las cosas así. Es como decir que Roca mataba a los indios. Yo no estoy en condiciones de juzgarlo por la Conquista del Desierto, porque en esa época se hacían las cosas así. No entiendo el fin Lo bueno, es que cambió. Incluso ha reflexionado sobre el papelón que hubiesen hecho los montoneros si conquistaban el poder: no estaban preparados. Y eso me parece una actitud inteligente. Reconocer que no somos desleales por cambiar. Al contrario, todos necesitamos cambiar para crecer.