Para llegar desde Capital Federal al penal 43, de González Catán, una prisión con capacidad para 400 presos pero que aloja a más de 1300, hay que atravesar toda La Matanza. El distrito que gobierna el espinozismo desde el 2005 es profundamente diverso: desde zonas urbanas hasta algunas semirurales, las más alejadas de San Justo, donde el camión de basura no llega y la gente quema sus desechos en la esquina de su casa.
Dentro de la cárcel se iba a jugar un partido: la final del campeonato “90 Minutos de Libertad”, que disputaron los equipos que se organizaron entre los presos. El partido, entre Unión y Cebollitas, tenía un importante premio. El equipo ganador disputaría un nuevo encuentro, contra la primera de fútbol 5 del Club Laferrere. Ahí invitó a Diario Con Vos Patricia Cubria, la dirigente del Movimiento Evita que anunció su candidatura a intendenta en La Matanza.
El partido lo ganó “La Unión” por 6 a 0, con algunos verdaderos golazos. El resultado podría haber sido aún más abultado, si no fuera porque los jugadores del equipo ganador sacaron el pie del acelerador hacia el final del partido. La candidata de la organización social que dirigen, entre otros, Emilio Pérsico y Fernando “Chino” Navarro, dio un discurso y recibió una medalla. Su candidatura forma parte de una decisión relativamente reciente del Movimiento Evita, que quiere transformar su enorme organización social en poder político electoral.
—Debes ser la primera candidata a intendenta de La Matanza que nació en Córdoba.
—Imagino que sí. Cuando nací mi familia vivía en Córdoba, pero de muy chiquita nos fuimos a La Rioja, porque mi padre había conseguido un trabajo allá.
—¿Cómo era tu familia?
—Mi viejo, arquitecto, venía de una familia vasca. Sus abuelos habían inmigrado a Argentina y eran anarquistas, era una familia de izquierda. Mi mamá venía de una familia más conservadora, más tradicional, pero ella se había rebelado contra eso. Era psicóloga.
—¿Y cómo llegaste de La Rioja a la Provincia de Buenos Aires?
—Había mucha violencia en mi casa. Mi papá era muy violento, y mi mamá, aunque era muy feminista, no le encontraba la vuelta a salir de esa situación. Una vez mi papá la lastimó mucho, y ella consideró que no podía seguir. Se separaron, pero es muy difícil sostener esa situación en una ciudad chica como La Rioja. Entonces mi mamá se vino para acá conmigo y mis hermanos. Cómo en ese momento no teníamos dinero, me gané una beca e hice la secundaria en una privada. Empecé a militar ahí, terminando la secundaria.
—¿Dónde empezaste?
—Arranqué en una organización estudiantil. En ese momento éramos más que nada de izquierda, muy anti menemistas. Con el tiempo me empecé a meter más en los barrios, y con algunos compañeros nos sumamos a Malón, una organización del peronismo revolucionario.
—¿Eras de La Rioja y antimenemista?
—Sí, creo que eramos tres en total.
—¿Y cómo llegaste al Evita?
—Cuándo Néstor Kirchner llegó al gobierno, nosotros estábamos muy cerca de las organizaciones piqueteras. Yo estaba cerca del Movimiento de Trabajadores Desocupados Evita y, cuando empezó el gobierno de Néstor, yo no entendía por qué mi organización no estaba ahí adentro, cuando él decía todo lo que nosotros pensábamos. Muchos compañeros rompimos para sumarnos, y desde entonces estoy en el Evita.
El Movimiento Evita es, probablemente, la organización social más grande del país. Si bien el camino de Cubria, de la militancia estudiantil a la militancia territorial o la dirigencia, es bastante común entre sus filas, los militantes del Evita acumulan otras historias. En la cárcel, junto a la próxima candidata a intendenta, se encontraba Matías Dimicoff, el responsable nacional del Frente de Liberados de la organización social. Exconvicto, Dimicoff hoy dirige varias cooperativas, incluso una exportadora de mates y, junto a sus compañeros, trabaja para la “revolución industrial carcelaria”, un esquema a través del cual los presos puedan reintegrarse al mundo del trabajo, para ser recibidos del otro lado de los muros por una cooperativa.
Adentro, mientras tanto, desarrollan una cooperativa de reciclado, otra de fabricación de ganchitos para el pelo que se venden en todo el país, y otra de edición de literatura en braile. La diputada provincial reivindica el rol de Gastón Espaltaro, el jefe del penal en cuestión, quien dio espacio y garantizó la existencia de estas cooperativas, logrando que “pese a la enorme sobrepoblación, en la cárcel haya un clima de 0 violencia”.
Cubria, en el medio, se entusiasma: “¿Te imaginás cuando compañeros y cuadros como estos (por aquellos que construyeron las iniciativas para hacer, de presos, trabajadores) puedan tomar decisiones?”.
Es para eso que creó el Frente Vecinal, el espacio que se construyó alrededor de diversas organizaciones peronistas o de izquierda para disputarle poder al espinozismo en La Matanza. De este participan, según contó Cubria, “sindicalistas, gente de la Universidad de La Matanza, comerciantes y empresarios locales, algunos sectores de la Iglesia”. Explicó: “Son todos los sectores que el espinozismo dejó afuera de la Intendencia, que no los dejan aportar al crecimiento de La Matanza”.
—¿Por qué decidiste presentarte?
—Me parece necesario que haya una renovación en La Matanza. Es un distrito popular, y la gente prefiere votar al peronismo antes que a cualquier neoliberal, incluso si el peronista no es bueno. Y yo creo que Espinoza perdió el eje de lo que es el peronismo, hace mucho que no le da dignidad ni derechos a la gente de La Matanza. Por suerte, queda mucha comunidad organizada, mucho peronismo social en el distrito. La gente se organiza en todos lados, ya sea para cuidarse de la inseguridad o para tapar un bache, entre los propios vecinos.
Yo creo que Espinoza perdió el eje de lo que es el peronismo, hace mucho que no le da dignidad ni derechos a la gente de La Matanza.
—Ya lo intentaste una vez.
—Sí, en el 2019. Presentamos 15.000 avales para ir a las PASO, y teníamos a más de 400 compañeros afiliados al Partido Justicialista. Necesitábamos solo 4.000 avales, pero buscamos muchos más para asegurarnos entrar. Finalmente, el juez no nos permitió competir por falta de avales. Sobre todo, fue una decisión política del Frente de Todos, de no tener PASO. Pero ese verticalismo ya no existe, vamos a ir a las PASO contra Espinoza.
—¿Cuáles son tus principales críticas al gobierno de Espinoza?
—Nuestras diferencias con la gestión tienen que ver con el sectarismo del municipio, y un de desgaste, ya fueron más de 20 años de gestión, que hace que se viva una situación de falta de conducción, de abandono, y de ausencia de la participación de los vecinos y vecinas, La gente, frente a la ausencia del estado, construyó organización en los barrios para resolver sus problemas. Para la inseguridad, para que llegue el agua, la luz, en algunos lados rellenan los agujeros de las calles rotas.
Además, en determinados lugares el abandono de las zonas humildes es mucho mayor, la situación de la basura, la contaminación, y la situación de la infraestructura que es tremenda, faltan cloacas, veredas, luz, calle. Se vive en condiciones muy dramáticas, esta gestión tiene un nivel de desgaste que hace que los vecinos desconfían de la política. El peronismo se tiene que renovar para reencontrarse con los vecinos. Es mucho más lo que hacen los vecinos por los vecinos y lo que hacemos nosotros que lo que hace el estado municipal.
—Los vecinos de La Matanza se quejan mucho de la inseguridad.
—Sí. Ahí, me parece que hay una falta de coordinación y de conducción por parte del gobierno, que es una de las principales. Además, a través del diálogo con los vecinos, uno podría abordar las políticas de inteligencia, que ellos ya desarrollan de forma comunitaria, y eso ayudaría mucho a trabajar el tema, a tener una mejor política de seguridad.
Por otro lado, el propio desarrollo local y social es, en sí mismo, una política de seguridad. En el Penal 43, por ejemplo, tenemos nuestra política de prevención del delito, que es el trabajo, y la generación de unidades productivas que pueden cambiar la cultura. Muchas veces, el delito se puede prevenir con oportunidades y trabajo. En los casos que no, hay que abordarlo con inteligencia, que se puede hacer de la mano de la comunidad organizada.
—¿Cómo conociste a Emilio Pérsico?
—Primero fue mi compañero de militancia. Un tiempo después, cuando Emilio estaba trabajando en el gabinete de Felipe Solá, yo laburaba con él como secretaria. Ahí nos empezamos a enamorar, aunque por el momento no pasó nada. Felipe es un poco el que armó la pareja, al final.
—¿Y quién decidió ponerle “Néstor” a su hijo?
—Eso se le ocurrió a él. Yo le quería poner Ángel Vicente, por el Chacho Peñaloza, y al final terminamos de acuerdo con Néstor Vicente. Si le poníamos todos los nombres que queríamos, el pibe nos iba a odiar.
Antes de irnos de la cárcel, el jefe del penal y los trabajadores cooperativistas nos llevaron a ver el desarrollo industrial dentro del penal. Reciclaje, carpintería de aluminio, una pequeña industria editorial, y el deseo de comenzar a instalar máquinas. Los presos describían la incipiente industria penal como una forma de transformar su vida, y soñaban con transformar su iniciativa en política pública. Cubria, por su parte, veía a su comunidad organizada, y soñaba con la intendencia.