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Columnistas

Empresarios para financiar la campaña (y hacer un país)

Pareciera que el constructor ya lo dejó atrás. Pero la detención por un par de semanas hace cuatro años y medio por la causa por presuntos sobornos anotados en cuadernos de un remisero le vuelve todo el tiempo. Aquellos días en los que estaba de traje en un pabellón en la cárcel de Marcos Paz porque no le dejaban entrar ropa. Esas horas de incertidumbre donde sólo sorbía mate cocido por una mirilla gracias a la solidaridad de otros presos. Las veces que lo hacían desnudar y esperar descalzo sobre baldosas frías. Tardes secando platos porque era el rol que le tocaba en la ranchada. Los diálogos con capos narcos que le marcaban la cancha. La decisión de no abrir la boca para acusar a nadie como -dice- le pedían.

Hoy son anécdotas mientras come en Puerto Madero, ya de nuevo en su actividad que cruza el lobby y la gerencia, pero también son recuerdos que están vivos en una decisión que ya tomó: “Este año que nadie me venga a pedir plata para la campaña, que no sean pelotudos”. Además, reflexiona: “¿Vos sabés lo que cuesta generar el negro para poner? Simular ventas, recibos, movimientos. Tengo que decirle al gerente de ventas, al financiero. ¿Y para qué?”

En la bronca de sus relatos sobre lo que le tocó vivir cuando la Justicia encarceló políticos y empresarios por registros de recaudación ilegal que varios imputados dijeron que eran “para la política”, no hay hipocresía. “No meo agua bendita”, asegura. No desconoce que siempre hubo un sistema de coimas para hacer que las cosas se muevan en la Argentina. “Cuando tenés miles de empleados y pagás miles de millones de pesos por mes, obvio que estás en la calle y hacés cosas”, asume. Lo que lo saca es algo así como que se rompieron códigos, aunque no le guste la expresión.

Por eso se le inflan las venas del cuello para insultar a Mauricio Macri con la variedad de improperios que ofrece la lengua que hablamos. Más allá de que haya hecho negocios con él en la Ciudad de Buenos Aires y hoy los siga haciendo con el precandidato Horacio Rodríguez Larreta, se lo ve más inclinado a una candidatura de Sergio Massa desde un oficialismo del que no entiende nada de lo que ha hecho en materia de licitaciones que lo incumben y lo seguirán incumbiendo tras el 10 de diciembre. La mancha sobre su nombre no ha dejado huellas sobre las compañías.

Está pendiente el juicio oral de la causa que todavía lo tiene implicado, pero no lo ve cerca. “Van a tener que alquilar la cancha de River para ese juicio”, se ríe. Hay cientos de empresarios y ex funcionarios acusados para el banquillo de los acusados. Y hay interesados de ayer, hoy y siempre en que se demore justamente por lo que complica la rueda de la felicidad que fue toda la vida el circuito de dinero blanco, gris y negro entre contratistas y contratadores gobierne quien gobierne.

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El farmacéutico es locuaz y siempre con proyectos. Estuvo hace poco en un viaje con el Ministerio de Salud por Estados Unidos. Es parte de la cámara de laboratorios nacionales CILFA y sintió como un gol propio que mientras estaban en Washington, The New York Times puso en la tapa que la multinacional Abbvie estaba por perder la exclusividad para vender el Humira, el medicamento que más ingresos ha generado en el mundo, después de haber estirado la patente con maniobras legales al fleje que le permitieron aumentar el precio 60% y embolsar más de US$ 114 mil millones desde su creación.

“Ahí tenés lobby nivel Dios”, me escribió por WhatsApp desde el país del norte. Me chicanea por una vieja nota que había escrito con ese título hace años cuando trabajaba en PERFIL en la que había criticado un tuit pago por la cámara que había hecho el periodista Marcelo Longobardi. 

Peronismo farma. La legislación de patentes y el desarrollo de una industria nacional unen al justicialismo con los dueños de los laboratorios.

No hace falta ni preguntarle pero en la campaña que se avecina, él y sus colegas van a estar acompañando a los candidatos del peronismo que mejor midan. Coinciden en la mirada sobre la legislación para las patentes y hay beneficio mutuo con el desarrollo de una industria nacional farmacéutica que como en ningún lugar del mundo le come el 60% del mercado de los remedios a las empresas internacionales. 

Massa les va. Aunque les haya jugado con lo de “les abro la importación de India” en un momento de puja por los precios, no creen que su extrema afinidad con Estados Unidos lo haga abrazar la causa de la propiedad intelectual que los enerva. A Daniel Scioli no lo ven mal. Y ni qué hablar la remota posibilidad de un Juan Manzur, el ex ministro de Salud que para algunos de los principales referentes de la industria es uno de los propios. 

Las multis irán de cajón y como lo permitan sus políticas de compliance en caso de que coticen en la bolsa con las espadas que defina la oposición, más afín a su agenda siempre sostenida también por la embajada estadounidense y sus representantes. La defensa de Pfizer, emblema de la discusión política sobre las vacunas durante la pandemia, hace entusiasmar a más de uno de los que más pusieron la cara en su nombre con conseguir un guiño por algún atajo con donaciones en jornadas de fundraising. 

Como sea, la sociedad entre justicialismo y sector farmacéutico local se prepara para otra vuelta. Hay plantas de vacunas para inaugurarse que permitirán arrancar a exportar a Latinoamérica. También se vienen negocios con lo que se llaman los medicamentos biosimilares, es decir, las copias nuestras de los medicamentos biológicos que hacen laboratorios internacionales y que hoy se importan. Irán perdiendo la patente y por ende el monopolio. Fabricación local y ahorro de divisas es el nuevo win win del mix corporativo y político más tradicional que no faltará en este 2023.

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El petrolero se siente todopoderoso. Entra a esta campaña electoral como el que tiene la llave de la prosperidad. Con inversiones hundidas hace unos años, ha visto revalorizarse su compañía de la mano de la renovada expectativa por el yacimiento de Vaca Muerta, que desde Neuquén se mantiene como una de las joyas energéticas globales. 

Es el que va a poner en todas las canastas. Porque gane quien gane, más temprano o más tarde habrá Gasoducto Néstor Kirchner y tal vez la manija de que como dice el consultor top Daniel Gerold pasemos de un déficit comercial energético de US$ 4 mil millones a un superávit de US$ 8 mil palos hace que florezcan mil ductos

Entusiasma mucho también la idea de que con otro tramito de 120 kilómetros de caños hacia el norte desde el final del GNK se llegue a La Carlota/Tio Pujio, y desde allí se den vueltas las plantas compresoras que hoy traen gas de Bolivia para pasar a poder venderle el fluido nada menos que a San Pablo, en Brasil. Ni qué hablar si camina alguno de los proyectos de planta licuadora de gas para embarcarlo a la Europa que no va a comprarle más se supone a Rusia. Imaginate el maná del que estaremos hablando.

Gane quien gane, muy posiblemente nos asomamos a otra era de poder de empresarios petroleros. El sector tuvo crecimiento de producción en el último mandato de Cristina, cuando incluso se benefició de la expropiación de YPF porque el Estado entendió que no podía hacer giladas con los precios de los combustibles y atrasarlos demasiado. Que le pregunten a Techint cómo le fue con el gobierno de Macri cuando subsidió al mango (al menos hasta que llegó el FMI) su desarrollo gasífero en Fortín de Piedra. Veamos ahora las acciones, por ejemplo, de Vista, la firma de Miguel Galuccio, caso testigo de cómo se levanta fondeo en el mundo gracias a lo que se instaló la marca Vaca Muerta.

El caso testigo es Marcelo Mindlin, que con Pampa Energía es socio del Estado en Transener que sufrió dos apagones grosos en cuatro años, algo que no ocurre en ninguna parte del mundo.

Hay figuras en este ámbito que como se han expandido tanto en la energía quedan expuestos si, por caso, también juegan en electricidad. El caso testigo es Marcelo Mindlin, que con Pampa Energía es socio del Estado en Transener, la empresa encargada de la operación y el mantenimiento del tendido para el transporte eléctrico, que sufrió dos apagones grosos en cuatro años, algo que no ocurre en ninguna parte del mundo. El último, el miércoles pasado, ocurrió tres meses después de que la compañía presentara en audiencia pública un documento revelador: advertía que si no le aumentaban la remuneración por su trabajo, estaba por quedarse sin caja y que había tenido que bajar 66% sus inversiones desde 2020 para poder pagar sueldos. Todo no se puede. 

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El tecnológico, por último, está convencido de que hay que bancar otra vuelta de Macri o en su defecto a Patricia Bullrich, y tratar de llevar el país a un giro lo más radical posible. Acelerar hacia una nueva dinámica, donde sobrevivan los más competitivos y forzar la evolución de los que no puedan bancarse semejante apertura. Con algunos de sus referentes viviendo en el exterior, infla el pecho y dice que también la mano de obra de este sector se está offshorizando, porque pasan a trabajar para empresas de otros países y cobran en moneda dura que en muchos casos no traen al país.

Aunque en materia de desarrollo de software hubo una política de incentivos y apoyo con fondos públicos desde el 2004 hasta hoy, el techie apuesta por un Estado mínimo, donde todo el foco esté puesto en facilitar la creación de startups que potencien “el talento argentino”. “Fijate que con todos nuestros quilombos somos campeones regionales en unicornios”, se ceba, y habla de las empresas nacidas acá que pasaron los 1000 millones de dólares de valuación. Le comento que se viralizó un video del español Íñigo Errejón explicando que detrás del desarrollo de un iPhone hay inversión pública. “Propaganda progre”, me dice.

Macri y Galperin. La cercanía del ex presidente con el fundador de Mercado Libre, una expresión de la identificación ideológica del emprendedurismo con el PRO.

¿Si la legislación que benefició al sector nació en el kirchnerismo y sigue hoy, por qué no bancarían un candidato peronista? “Porque tienen una mente desactualizada”, es la respuesta que sorprende, aunque no tienen claro si incluirían a Massa en esa afirmación. “Pero Massa está ahí metido”, lo desacreditan.

Para explicar “el atraso peronista”, sostiene que en su variante kirchnerista ese espacio se pelea hasta con “lo popular que no puede controlar”. Usa el ejemplo del enojo que causó en algunos periodistas cristinistas la foto de Lionel Messi con Macri en la premiación de The Best. “¿Cómo te vas a poner de la vereda de enfrente del tipo que acaba de ganar el Mundial y es amado por el país?”. 

Lo mismo, dice, sucede con la reacción del kirchnerismo frente a la empresa más grande del país, que hoy es Mercado Libre. “Como su creador es ultramacrista y vive en Uruguay y siempre bancará a Mauricio, no ven que no te podés enfrentar con una marca recontra popular que le permite a todo el mundo vender por Internet”. Tiene un punto: los vendedores de churros, choclos y helado en la costa gritaron en todo el verano “acepto Mercado Pago”. “Por eso yo voy a apoyar al candidato del pueblo”, sonríe.

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