Gabriel Barrientos y su esposa, Layla, sufrieron graves violaciones a sus derechos humanos durante la última semana. La noche del pasado martes, se despertaron porque su beba, Alison, de 21 días, estaba tosiendo y se quedaba sin oxígeno. Salieron rápido al hospital Balestrini, de Ciudad Evita, donde la nena fue internada de urgencia.

Poco rato después, sin saber nada de su estado y sin mediar explicación, ambos fueron trasladados a una comisaría donde fueron torturados y molidos a golpes por otros presos. Allí se enteraron, primero, que la nena había muerto y después de que se les acusaba a ellos de haberla matado y de haberla abusado sexualmente.

“Vivimos el terror”, dijo Barrientos, “sufrimos maltrato físico, verbal y mental. En todos los sentidos. Nos golpearon, entrando en la comisaría, estando con los reclusos. Me decían varias barbaridades de mí y de mi hija y no podía hacer nada porque era acusado”.

Sufrimos maltrato físico, verbal y mental. Nos golpearon en la comisaría, estando con los reclusos. Me decían varias barbaridades de mí y de mi hija y no podía hacer nada porque era acusado

Cinco días después, en que la policía torturó a la pareja a golpes, insultos y sin darles agua, el resultado de la autopsia arrojó la verdad. La nena había muerto de un paro respiratorio por una enfermedad congénita y no había rastros del supuesto abuso.

Todo había sido un error de dos médicas del hospital, que luego se amplificó por una serie de malas prácticas del hospital, la comisaría y los medios de comunicación. Y también por el ánimo punitivo que provocaron los casos de Fernando Báez Sosa y Lucio Dupuy.

Gabriel Barrientos y su esposa Layla vivieron un calvario del que recién están tomando conciencia y que su abogado, Miguel Ángel Racanelli, califica como una gravísima violación a los derechos humanos. “Son demasiados los horrores acá, desde el hospital hasta la prensa, pasando por la policía y el proceso al que los sometieron”, comentó.