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Deportes

Ciervos Pampas: tacklear la LGBTfobia en el rugby

Un grupo de varones que abusan o golpean a un compañero a modo de “bautismo”. Un grupo de varones que, en un club, en un boliche, en la playa, patotean y generan una “pelea entre bandas”. Un grupo de varones que, con esas lógicas, terminan matando a un chico entre ocho. El rugby se erigió, sobre todo en Argentina, como un lugar en donde no sólo reafirmar cierta masculinidad hegemónica sino también exacerbarla. Donde los valores que reinan son los de la virilidad y la violencia. En donde, parecía tácito, no había lugar para la homosexualidad.

Pero en ese contexto nació Ciervos Pampas, el primer club de rugby de diversidad sexual de Latinoamérica, que trabaja para crear un espacio libre de discriminación para la promoción, educación, reflexión, divulgación, respeto y valoración de los derechos humanos del colectivo LGBTIQ+. En ese contexto —de hombría, de homofobia— nace un equipo que, por estar tan contracorriente, tarda dos años en jugar su primer partido. Y entonces sí: ese primer encuentro se presenta como un divisor de aguas, como dice Caio Varela, presidente del club.

“Cuando terminó ese primer torneo en 2016, nos sentamos para pensar lo que había pasado. Unas de las cosas que salieron fueron las situaciones y conflictos que tienen que ver con la primera experiencia de un equipo LGBTIQ+, en particular de chicos gays, de competir en un torneo no gay. Obviamente hemos encontrado situaciones homofóbicas y nos sentamos para pensar que éramos. ¿Éramos un equipo gay? ¿Un espacio con perspectiva de diversidad sexual y de género? Entendimos que queríamos ser un espacio, sobre todo, con perspectiva de género y diversidad sexual”, señala en diálogo con Diario Con Vos.

-¿Cómo se contraponen los estereotipos y prácticas del rugby tradicional con crear un espacio libre y diverso?

-Obviamente que está esa referencia del rugby como un tótem de la masculinidad, de la virilidad y también de una determinada argentinidad, que responde a una perspectiva hegemónica de la masculinidad. Pero por otro lado, el rugby en su armado, en sus estrategias de juego, es un deporte que permite la participación de distintos cuerpos y diferentes habilidades; permite que diferentes aspectos, corporalidades y expresiones de corporalidad puedan ocupar la cancha. De manera quizás inicialmente hasta inconsciente, jugar con esas dos cosas permitió que naciera un espacio como Ciervos Pampas, que nace como un espacio de contención.

-Más allá de las posibilidades que da el juego, ¿cómo eso se amplió a espacios de debate y activismo?

-Entendimos que necesitábamos un espacio de reflexión y decidimos crear la escuela de formación de derechos humanos como un espacio de educación popular que permitiera la reflexión sobre los temas que nos convocan. Entonces en un primer momento pusimos más hincapié en lo que tenía que ver con género y diversidad sexual. Después nos dimos cuenta de que no era solamente diversidad sexual, sino que estábamos hablando de clase, de raza, de origen, de un montón de cosas de desigualdad. Y que, bueno, necesitábamos entonces hablar más sobre esto. Y ahí, como primer resultado de esa iniciativa, tomamos la decisión de fundar el club.

-La participación de personas heterosexuales en el club podría hacer que se involucren de cerca con estas temáticas. ¿Qué postura tienen sobre esto?

-Nosotros en lugar del término inclusión usamos el concepto de transformación social, que nos llevó a entender que no hay ningún problema de que Ciervos Pampas sea un espacio de autodeterminación de las personas del colectivo LGBTIQ+. A lo que voy: el deporte está armado desde una perspectiva hetero cis patriarcal. Por lo tanto, está armado de tal forma que no está pensado para nosotros, está pensado para ellos. Y cuando nosotros intentamos ocupar algún espacio ahí, fue desde esa perspectiva de la inclusión, donde nos dijeron: ‘Todo bien, pero portate bien. No te pongas tanto. Somos todos iguales en la cancha’. Es una gran mentira porque somos todos iguales en la cancha. Si nosotros no podemos expresar nuestras corporalidades en la cancha, no somos todos iguales. Entonces, ¿cuál es el problema de que nosotros, luego de haber pasado por todo eso, por discriminación, por violencia, por exclusión, no tengamos el derecho de organizarnos como queramos? No es que somos excluyentes o que estamos excluyendo a los demás, no. Para los compañeros heterosexuales hay muchos equipos de rugby. Para nosotros hay cuatro o cinco alternativas en el país, que la super reman para poder seguir, para poder existir. No es el caso hoy de Ciervos porque no tenemos compañeros heterosexuales, pero el hecho de no tener personas heterosexuales en Ciervos Pampas o en otros espacios LGBTIQ+ significa justamente que todavía es necesario generar espacios así para que las personas LGBTIQ+ puedan ejercer el derecho al deporte.

-¿Y cómo se da el intercambio cuando interactúan con equipos no LGBT?

-Estamos en la disputa. Esa perspectiva de la autodeterminación es súper importante. Porque sabemos que somos nosotros los que damos la pelea. Nadie va a decir: ‘Me di cuenta de que hay homofobia en el deporte así que pensemos cómo cambiar esto’. No pasa. ¿Tenemos compañeros valiosos, sensibles y que quieren proponer otra sociedad y por ende otro deporte? Obviamente que sí. Pero la estructura está armada desde otro lugar. Y es histórica. Por eso yo siempre digo que nosotros aportamos desde nuestro rinconcito. Porque no es que tampoco vamos a asumir la responsabilidad de la transformación del deporte porque no nos da, aunque nos gustaría. Es muy desigual la relación de poder.

-Esta semana se conoció la sentencia por el caso de Fernando Báez Sosa, en la que justamente el rugby fue protagonista porque se asociaron ciertas prácticas que están muy enquistadas en ese deporte. ¿Qué reflexión hacen sobre esto?

-Hay varias cosas ahí. Hay una generación, fomento o retroalimentación de estereotipos por un lado. Por otro, como dijo Agustín Pichot, se han naturalizado algunas prácticas violentas en el deporte, en la cultura rugby, y que se naturalizó de tal manera que se daban cuenta de que estaban no solamente aceptando esa violencia, sino que estaban reproduciéndola y aplicándola. Y eso hay que cambiarlo. Algunas cosas, al menos desde lo simbólico, ya se vienen cambiando. Como por ejemplo, están prohibidos los bautismos, que son conocidos como actos violentos. En Ciervos, nuestro bautismo es un abrazo colectivo. Es una respuesta.

Después se creó una comisión específica en la Unión de Rugby de Buenos Aires para hablar sobre comportamiento, para reflexionar y entender cómo poder intervenir con los clubes. Ya hay un primer paso en espacios que son complejos: no te puedo afirmar que no funciona, funciona a la media o funciona excelente. Lo que te puedo decir es que no es suficiente porque los cambios son muy lentos. Seguir con estereotipos no va a solucionar el problema, porque sacamos la mirada de lo que efectivamente tenemos que mirar, que es por qué el deporte sigue replicando esta lógica de violencia y discriminación.


Dar un giro de 180° grados. Transformar lo macho en orgullo, lo clasista en popular, hacerse cargo de provocar el debate. Con ese norte, desde Ciervos Pampas todos los años realizan el encuentro “Tackleando la LGBTfobia” en donde invitan a clubes a reflexionar y trabajar en torno a la temática. La edición 2023 se realizará el 25 de marzo y, esta vez, a diferencia de las anteriores, será sólo con equipos LGBTIQ+ que llegarán desde distintos países de América latina.

Las iniciativas se expanden a espacios como la Escuela de Derechos Humanos, un programa de formación que promueve una reflexión crítica de la realidad social, y un acuerdo con la Universidad de Buenos Aires (UBA) para conformarse como un centro de prácticas para estudiantes de Trabajo Social que puedan acompañar a sus asociados y jugadores en el acceso a tres derechos: la educación, el trabajo y la salud.

“10 años para un deporte que tiene más de 100 años en Argentina, y con lo que significa en la cultura argentina el rugby, es muy poco todavía. Pero estamos marcando la cancha y hay mucha gente, muchos espacios deportivos, muchos clubes, que ya entendieron lo que estamos haciendo”, concluye Varela.

Foto: Ciervos Pampas Rugby Club