El 26 de septiembre del 2022, el gasoducto submarino Nordstream 2 explotó y quedó inutilizable. Estas enormes tuberías llevaban (una de ellas, que permanece en funcionamiento, lo sigue haciendo) toneladas cúbicas de gas desde Rusia a Europa, previo paso por Alemania. Además de ser una fuente de energía barata para los europeos, era una fuente de preocupación para la OTAN y el gobierno de Estados Unidos, ya que afianzaba la influencia de Vladimir Putin y su gobierno sobre territorio europeo, disminuyendo a su vez la del país que dirige Joe Biden. Ahora, un reconocido periodista estadounidense afirma que fue Estados Unidos el responsable de destruir el gasoducto.
Poco después de la explosión comenzaron las acusaciones cruzadas. Los gobiernos europeos denunciaban un acto de sabotaje y una explosión, los estadounidenses acusaban a los rusos de destruir su propia infraestructura, y los rusos devolvían la idea contraria. Putin llegó a mencionar la explosión como "un acto de terrorismo internacional" y, de saberse que fue la fuerza naval estadounidense, podría ser considerado un acto de guerra.
De acuerdo a Seymour Hersh, quien publicó un largo informe sobre el tema en su Substack, con acceso a fuentes exclusivas, la orden de destruir el gasoducto la dio el mismísimo Biden. Para eso, se armó un grupo ultrasecreto que incluyó a ejecutivos de la CIA, el Departamento de Defensa, y miembros de las Fuerzas Armadas. Entre ellos discutieron método y momento para llevar a cabo el ataque, que debía permanecer secreto a toda costa.
Finalmente, fue gracias a sus aliados de la OTAN que pudieron armar el plan y diseñar el ataque: con buzos de Noruega y Estados Unidos, usando como cobertura un ejercicio militar de la OTAN en la costa europea, terminaron colocando una serie de explosivos sobre los gigantescos tubos.
Finalmente, fue gracias a sus aliados de la OTAN que pudieron armar el plan y diseñar el ataque: con buzos de Noruega y Estados Unidos, usando como cobertura un ejercicio militar de la OTAN en la costa europea, terminaron colocando una serie de explosivos sobre los gigantescos tubos. Unos meses después, Biden dio la orden y, con una señal de radio, los detonaron, frenando la llegada de buena parte del gas ruso a Europa.
A partir de ahí, el enfrentamiento fue puramente comunicacional, de acusaciones cruzadas y lucha por la hegemonía en el discurso. Para la mayoría de los medios estadounidenses, la cuestión quedó como un "misterio" que, ahora, Hersh disipó, apuntando con su pluma al propio presidente de los Estados Unidos.