“Cuando veo que hoy la industria hotelera y gastronómica está a full, ahora las quejas que escucho es que para ir a comer hay que esperar dos horas; (...) muchas veces decimos ‘no tomemos los datos del turismo, porque son 4 millones de personas que pueden y se mueven y llenan los restaurantes’; 22 millones de argentinos y argentinas salieron de sus hogares para salir a descansar; eso quiere decir que estamos moviendo la economía, eso quiere decir que estamos progresando”.
La expresión de Alberto Fernández el viernes en Entre Ríos tiene algo de verdad, es cierto, cuando se piensa en la imagen de los boliches de Palermo o la Costa en estos días de febrero. La macana es que hace ruido cuando afirma que “se está moviendo la economía” porque justo en esta semana que terminó, se empezaron a acumular datos de que se frena la actividad, sigue sufriendo el poder adquisitivo de la población y hasta asomó por primera vez en terreno oficialista una palabra muy piantavotos para cualquier período electoral: “recesión”.
Lo vienen advirtiendo los propios datos oficiales. El Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) ya informó que en noviembre el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) se achicó 0,7 contra octubre, que se había achicado 0,5 contra septiembre, que se había achicado 0,2 contra agosto. Todavía da expansión contra el 2021, pero sería una gilada no ver la tendencia que aparece.
El Ministerio de Trabajo, por su parte, computó que el salario de los trabajadores registrados quedó en diciembre 2,8% por debajo del de diciembre de 2021. “Si tomamos el promedio anual, el salario real de los trabajadores registrados acumula cinco años seguidos de retroceso (y seis de los últimos siete). Durante la gestión del Frente de Todos se frenó la velocidad de la caída, pero la pendiente siguió siendo negativa todos los años”, apunta Luis Campos, coordinador del Observatorio Social de la CTA.
Ustedes podrán decir, “son datos de planillas, pero la calle dice otra cosa; Fulano se fue afuera, Mengano arregló el baño”. Puede ser que estemos en un punto donde los números fríos de la estadística sean una cosa y la temperatura sea otra. Pero puede ser así por un ratito. Guarda. Hay más. El Índice Construya, que refleja el movimiento de la construcción doméstica, cerró el año pasado 11,5% abajo en la comparación interanual. Los préstamos al consumo se retrajeron ese mes también un 1,5% y el consumo con tarjeta de crédito se deterioró en una proporción similar, en la era del “no tengo cupo” que se empieza a extender en los distintos estratos sociales.
“Recesión” -para ser justos- es un término que técnicamente recién corresponde utilizar en el análisis económico cuando se acumulan dos trimestres seguidos con una variación por debajo del mismo período del año previo. En la discusión pública, es lo contrario a “crecimiento”, justamente el vocablo que cualquier político oficialista quiere repetir y repetir sobre todo en un año en el que se vota.
Pero el ex viceministro de Economía de Cristina Kirchner devenido en consultor estrella, Emmanuel Álvarez Agis, sorprendió esta semana nada menos que en El Destape, una radio afín al kirchnerismo, al responder lo siguiente cuando le preguntaron si ya estamos en recesión: “Si bien técnicamente hacen falta dos trimestres, en el último de 2022 la economía cayó, y la tendencia de crecimiento del primer semestre no la tenés más”.
No hay dólares y los pocos que quedan hay que acumularlos para cumplir las metas de reservas del Banco Central que establece el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El titular de la consultora PxQ abundó en una de las explicaciones más obvias del fenómeno, se llame como se llame: no hay dólares y los pocos que quedan hay que acumularlos para cumplir las metas de reservas del Banco Central que establece el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que este año obligan a amarrocar unos US$ 9800 millones. “El dilema es crecer o cumplir”, tituló su último informe.
Los funcionarios del Gobierno le restan importancia. Pero el mundo de las empresas más grandes o más chicas no habla de otra cosa que de la falta de autorizaciones para importar insumos clave para producir. La chance de que esto no tenga que ser así sería que se aceitara la importación con yuanes del swap con China, pero que aún va lento; que se active el financiamiento bilateral en reales con Brasil que se anunció cuando vino Lula pero que aún no existe o que se pusiera en marcha el famoso blanqueo de capitales que hoy está trabadísimo en el Congreso.
Claro, lo que va a terminar pasando es que se le vuelva a ofrecer un dólar especial al campo para ver si les queda algo por liquidar a las cerealeras, después de que se guardaran durante enero otra vez la producción: el campo vendió divisas por US$ 900 millones, cuando un año atrás lo había hecho por más de US$ 2600 millones. El resto de los exportadores la ven pasar y siguen recibiendo el dólar oficial, y ponen cara de meme ante la obviedad de la devaluación sectorial que elige como estrategia el Gobierno. Hasta el presidente de -me pongo de pie- River Plate, el banquero Jorge Brito, salió a pedir un “dólar fútbol” para aprovechar mejor los dólares que le entrarán por la venta de Enzo Fernández del Benfica al Chelsea.
Por lo demás, los documentos del FMI no tienen pruritos. Del último Staff Report se desprende sin vueltas que la desaceleración de la actividad y el consumo es un objetivo buscado para contener los precios y bajar la volatilidad. Es decir, que hay que sacrificar crecimiento para que baje el costo de vida y se junten dólares. Pero eso es indecible en la política doméstica, aún cuando se cumpla con la idea al pie de la letra. Basta recordar que la Oficina de Presupuesto del Congreso calculó un ajuste en la inversión pública del año pasado, con transferencias a provincias incluidas, de 38% en términos reales.
De Moyano a Bezos
El dramón es si todo esto justamente se combina con que la inflación no baje del 5% mensual. Después del 4,9% de noviembre y el 5,1% de diciembre, en la Secretaría de Comercio ven venir que enero estará por arriba de esos números aunque subrayan que “sin locuras”. Se sabrá el 14 de febrero. La apuesta del ministro de Economía, Sergio Massa, de poner en promedio una pauta del 3,2% aumento para todo lo que se pueda trackear es el último intento en su objetivo de conseguir que “la inflación empiece con 3 en abril”.
Apela a todo lo que puede. Mientras pisa el gasto público, refinancia la deuda en pesos para que no vaya al dólar paralelo y en definitiva hace malabares para que no se le dispare la brecha con el dólar oficial -ahí donde se juega el partido- no le escatima al control de los precios, que además le sirve para la tribuna interna. Después de las fotos de los camioneros en los galpones pasó a anunciar un software de monitoreo desarrollado por Arsat que trabajará con la nube de Amazon Web Services. De Pablo Moyano a Jeff Bezos sin escalas. El intento de contener las expectativas con un poco de show es conmovedor.
Lástima que toda esta estrategia alcanza únicamente al 30% del consumo popular que se canaliza en las grandes cadenas de supermercados. Un problema histórico de los Precios Cuidados hoy devenidos en Precios Justos. No es un tema menor ni a palos. En los 400 almacenes y locales de cercanía del Conurbano que releva el Índice Barrial de Precios del instituto Isepci, enero fue duro para los alimentos. La harina subió 12,75% en el mes. La polenta, 11,7%. Los fideos guiseros, 13,3%. La leche, 14,2%. Todo en apenas 30 días. Es el otro extremo de las colas en los locales gastronómicos que describe Alberto Fernández. Los precios vuelan, Presidente. Ts. Ts. Ts.
Un escenario así, de inflación que no afloja y con señales de recesión conspira contra la eventual candidatura presidencial de Massa, ese sueño húmedo del establishment que hoy está ganando mucho dinero y apuesta a un ordenamiento gradual sin caos, que le ponga en riesgo este statu quo de acumulación con quejas. “Los financiadores de las campañas quieren que las alternativas sean Massa o en su defecto Rodríguez Larreta”, describe una de las analistas más consultadas por el poder.
Es obvio. El tigrense y el jefe de gobierno orbitan en ese cuadrante del orden con diálogo, negocios blancos y no tanto y la orientación fiscalista pro mercado que tan bien le calza al mundo empresario doméstico y a los pocos interesados en la Argentina que quedan en las finanzas internacionales.
Por eso, si decayeran las chances del garante del orden peronista con el kirchnerismo adentro, los aportes de la campaña fluirán más hacia el hombre del macrismo moderado con roce aperturista, que en este verano combina el ablande de Tik Tok, donde arma una carpa y se ríe de sí mismo, con los anuncios locales con trampita. Larreta anunció el jueves una baja en la mortalidad infantil a 4,4 niños fallecidos por cada 1000 que nacen, una tendencia que los expertos ubican -en otros niveles, es cierto- que se viene dando en todo el país.