Lo primero que intentó Hugo Tomei como abogado defensor de los ocho imputados por el asesinato de Fernando Báez Sosa fue patear la pelota afuera. En la jornada inicial del juicio presentó dos pedidos de postergación del proceso, que el tribunal rechazó. El letrado nunca dejó de hacer eso: embarrar la cancha. Sugirió en varias oportunidades que la Policía Bonaerense cometió irregularidades, insinuó lo mismo del equipo forense que analizó los celulares de los imputados y de la propia fiscalía.
Probablemente, la anécdota más comentada en ese sentido es la pregunta que le hizo a Silvana Garibaldi Larrosa, la médica que asistió a Báez Sosa en el lugar del hecho. Tomei le preguntó si el RCP que se le practicó “pudo romper un hueso”, a lo que la especialista le dio una contundente explicación. “Sí, por supuesto, en personas grandes, que tienen los huesos débiles. Pero no en los jóvenes porque la caja torácica es muy resistente”. Como para pulverizar la idea que asomaba en el cerebro de Tomei, la médica agregó que el cadáver no presentaba fracturas.
Reducción de daños
Pero nadie puede acusar a Tomei por esa estrategia. En definitiva, y más allá de la profunda condena social que ya recibieron los rugbiers, la habilidad de un penalista se mide por su capacidad de bajar al máximo posible la condena de un cliente que tiene todas las pruebas en contra. Reducción de daños, que le dicen. Y este es el caso de los agresores de Fernando. En ese sentido, y quizás como botón de muestra, valga contar que, entre los casos que le tocaron en sus veinte años como abogado, Tomei consiguió que un policía acusado de gatillo fácil zafara de la cárcel.
Se trata de Elio Daniel Pintos declarado culpable en el juicio por jurados realizado en la sede del Tribunal de Campana. El juicio probó la culpabilidad de Pintos por exceso en sus funciones ya que en la persecución disparó un tiro mortal que costó la vida de Fernando Duarte,, un pibe de 15 años, en 2012. La pena impuesta al policía fue de dos años de ejecución en suspenso, por lo cual Pintos fue apartado de la fuerza, pero no fue preso.
Lo que quizás es más cuestionable, sobre todo por la enorme desaprobación que el asunto viene generando desde el día uno del juicio es la estrategia de no hablar de los rugbiers. E incluso, el uso de los barbijos que a partir del sexto día de juicio dejaron de lado. “Es una cuestión de protocolo” se excusó siempre Tomei, pero es bastante poco creíble, sobre todo por la sincronicidad: los ocho lo usaban y los ocho se los sacaron el mismo día. Vaya coincidencia. Hay versiones periodísticas que indican que el silencio no es tanto un pacto machista entre los jóvenes acusados sino una estrategia judicial y económica de Tomei.
Uno para todos y todos para uno
El costo millonario de la defensa en bloque que Tomei lleva adelante desde el inicio de la investigación está también imbricado con la interna entre los padres de los jóvenes acusados. Tan pronto como fue contratado por el padre de los Pertossi, el abogado se trasladó de su Zárate a una casa que alquiló en la Costa y comenzó a preparar así la defensa en bloque que se sostiene hasta el día de hoy.
Según trascendidos, no todos los padres de los imputados estaban de acuerdo con esa estrategia. "O los defiendo a todos juntos o no defiendo a ninguno", fue la condición que impuso Tomei. En principio, esa posición sirvió para blindar a los más complicados. Puede suponerse que la falta de pruebas contra algunos puede “ablandar” las penas de los más complicados, como Thomsen y Pertossi. Pero esta calro que una estrategia tan radical puede tener un costo alto: con el devenir del juicio, el silencio y el blindaje, lejos de hacer flotar a los más perjudicados, hundió a los menos implicados.
Los audios y mensajes de whatsapp que aparecieron en la séptima jornada demostraron que, más allá de algunos temores que tuvieron algunos, los ocho estuvieron muy implicados en la voluntad de darle una paliza “a alguien”, Si no era Báez Sosa, alguno la iba a ligar porque se los lee y escucha como chicos con ganas de demostrar que eran, efectivamente y como se autopercibían, los demoledores.
Ante la posibilidad de que la defensa en grupo precipite una perpetua en grupo, las estrategias individuales parecen empezar a aflorar y eso significaría que se resquebraje el famoso “pacto de silencio”