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Columnistas

Hacer feminismo con una birra en la mano

cerveza

Valiente, rebelde, revolucionaria. Juana Azurduy fue disruptiva para su época y transgredió todos los mandatos. Una cerveza con su nombre no podía no seguir los mismos pasos. En 2019, un grupo de mujeres se juntó para crear una bebida que rompiera mitos. Fue producida íntegramente por mujeres, de manera colectiva, en una cocción colaborativa. La hicieron fuerte, como Azurduy, para desarmar la idea de que las mujeres sólo toman cervezas livianas. Y, además reivindicar a una heroína nacional, la producción tuvo otra iniciativa que es también un gesto feminista: lo recaudado fue donado a una organización para conseguir que inauguraran una Comisaría de la Mujer en Santa Clara y las víctimas de violencia de género pudieran denunciar.

Así como el objetivo de ese proyecto en particular fue, entre otras cosas, visibilizar a las mujeres de la historia, Birreras de Argentina, un colectivo de mujeres aficionadas y profesionales de la cultura de la cerveza artesanal, busca poner en primer plano el trabajo y el rol que ocupan las mujeres en ese ámbito. Nació en 2019 y hoy son más de 200 participantes. Alejandra Alomo es la co-fundadora, homebrewer, y la primera mujer presidenta de Somos Cerveceros

Como ellas, existen otros grupos de mujeres que se unen para crear redes y promover que cada vez sean más en el rubro. Laura es catadora y lleva adelante la página Beer para creer, donde da recomendaciones e información. También empezó en 2019 y, rápidamente, se fue juntando con otras mujeres para crear espacios para compartir y generar herramientas.

Ambas coinciden en que el mayor problema con el que se encontraron al ingresar a este ambiente fue que, efectivamente, estaba muy masculinizado. Se contaban con los dedos de una mano las mujeres que eran parte, era difícil acceder y ser tenida en cuenta y, quienes lo lograban, eran invisibilizadas.

“A veces lo que pasaba era que no nos incluían no por una cuestión de género, sino por una cuestión hasta de costumbre. No tenían en su registro las mujeres que estábamos. Más de una vez me han preguntado '¿pero hay mujeres que tengan fábricas?'”, señala Alomo y explica: “Es un desconocimiento que está marcado en un montón de aspectos; uno de ellos es el marketing. Ahora está cambiando un poquito, pero siempre está pensado como la iconografía del hombre cervecero. Las publicidades están dirigidas hacia hombres y si aparece una mujer es la que sirve la cerveza. No hay un reflejo realmente fiel de que hay muchísimas consumidoras de cerveza. Entonces la industria, desde la imagen, ya está directamente focalizada hacia los hombres. Desandar ese contexto fue muy importante”.

Si bien lamentablemente ningún ambiente está exento de situaciones de acoso y abuso, tanto Alejandra como Laura consideran que en la industria cervecera no suele haber casos o denuncias de ese tipo. Sí abundan los llamados ‘micromachismos’: la imposibilidad de ocupar espacios ya sea porque los toman los varones o porque las mujeres se encargan de las tareas de cuidado y tienen menos tiempo; la necesidad de demostrar para ser aceptadas o reconocidas; el recibir cuestionamientos y explicaciones innecesarias de manera constante.

Laura señala: “La lucha feminista se da muchas veces sin darnos cuenta. Son pequeñas cosas, tiene que ver con encontrar nuestro lugar como mujeres, en sentirnos valoradas, respetadas y creo que es diario y que es muy personal, y que todas lo estamos de a poco modificando para que se sientan las futuras generaciones se sientan mejor, que encuentren un ambiente más tranquilo, menos violento”.

Socializar el conocimiento de la cerveza

“¿Sabés las patas que te tenés que ensuciar con mosto (líquido que se extrae de la malta) para ser cervecera?”. Más de una vez los varones no sólo ponen en duda la capacidad de las mujeres, sino que también establecen una vara sobre quién puede considerarse parte de la industria y quién no.

Pero no todas tienen el tiempo para capacitarse (por la maternidad, porque tienen el triple de horas dedicadas a las tareas del hogar que los varones) y, quienes lo hacen, en varias ocasiones son ninguneadas.

Antes de conformar Birreras de Argentina, Alomo lo percibía: “Sentíamos todas que cuando estábamos en capacitaciones nos costaba mucho hacer preguntas, o que el ambiente en general era como bastante expulsivo para las mujeres al momento de la capacitación. Así que nos pusimos a pensar en capacitaciones que no sean tan expulsivas o que estuvieran organizadas de otra forma, con profesoras mujeres: empezar a socializar el conocimiento entre nosotras”.

Como la organización entre mujeres bien lo sabe, encontraron la respuesta tejiendo redes, compartiendo saberes, buscando herramientas entre todas. Las capacitaciones cobraron un rol muy importante y, durante la pandemia, más de 100 mujeres empezaron a estudiar para ser juezas de cata.

“A mí me lo han dicho en la cara: vos no sos cervecera porque no haces cerveza. Con las chicas encontré otra cosa, yo me considero cervecera y hago bastante por el rubro. En eso está también el apoyo de otras mujeres, de creérsela: vos sabes de esto, hablá. Y esas son herramientas que te dan otras mujeres”, aporta Laura.

Certificado de calidad, ¿por ser mujer?

Leer el pH en la cocción de una cerveza y que un varón se pare al lado a medirlo para chequear que esté bien. Aun cuando esa medición se hace con un aparato que marca un número: es difícil errar. Así y todo, a Laura de Beer para creer le ha pasado. “El que labura de esto muchas veces se cree que sabe más que vos, primero porque sos mujer y segundo porque no laburás de esto. Y quizás ellos no están al tanto de lo que vos sabés, cuál es tu conocimiento o tu formación”, señala. Preguntar de qué localidad vienen o hace cuánto hacen cerveza. Poner la antigüedad como status. Ponerlas a prueba o exigir que demuestren, en definitiva, solo por ser mujer.

Los micromachismos no son sólo puertas adentro, en las fábricas. Aparecen también en la cotidianeidad de los bares, como cuando una mujer se sienta en una mesa con un hombre y asumen que ella pidió la “Honey” (liviana, amable). O cuando otra no quiere tomar alcohol y la única explicación posible parece ser que está embarazada. O cuando quienes forman parte de este rubro van a un evento y no hay un lactario.

Las batallas que aún quedan son múltiples. Pero el ambiente fue cambiando. Que Alejandra Alomo sea la primera presidenta de Somos Cerveceros, la asociación de cerveceros caseros más grande de Latinoamérica, lo demuestra. Socias y socios, la mayoría son varones, la votaron y se consiguió una comisión directiva con paridad de género: 50% y 50%. Esa transformación no surgió por casualidad. Es producto de haber empezado a moverse, organizarse, participar en todos los espacios posibles: en eventos, en concursos, en capacitaciones.

“Me gustaría invitar a las mujeres a que formen parte de cualquier actividad en donde se quieran desarrollar. Por ahí al principio es un poco trabajoso, pero siempre vale la pena. Cuando estamos abriendo espacios lo estamos haciendo no sólo para nosotras sino para otras mujeres. Hay que visibilizar que somos consumidoras de cerveza, que probamos, que salimos. Participar de cualquier actividad de manera colectiva siempre es super enriquecedor”, manifiesta Alomo.

Y es cierto. Tres años atrás nadie mencionaba a las cerveceras: casi no había consciencia de que estaban. Hoy, cuando alguien hace una exposición en algún Congreso, la comunicación es infalible: se dirigen a “los cerveceros y las cerveceras”.

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