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Columnistas

Un mundial para cada cosa

Ahora que el Mundial de Qatar se aproxima a su fase de clímax quizás sea un buen momento para destacar la eficacia del exitoso formato creado por la FIFA hace 92 años.

Mentira, nunca es un buen momento para eso. Pero sí vale la pena hacer el ejercicio de poner en contraste el Mundial como dispositivo de comunicación y construcción de relatos. La mundialización de todos los discursos es algo que sucede de hecho, sin que nadie tome una decisión expresa. Juegan todos, también los que no quieren jugar.

El discurso militante de que es una “una cortina de humo” que tapa los temas fundamentales y distrae la atención de la humanidad sobre su propio devenir histórico, no deja de ser una postura optimista si se considera que el Mundial dura sólo un mes y se juega cada cuatro años.

Su poder narcótico se desvanece apenas los buitres de la FIFA dejan los hoteles seis estrellas en los territorios que han devastado para volver a su guarida suiza. Quedan por delante 47 meses libres de cortina de humo para que la humanidad recupere su poder de observación sobre los temas que la aquejan. Un tiempo valioso que seguramente las luminarias fiscalizadoras de la civilización sabrán aprovechar antes de que llegue el próximo apagón futbolero.

Sin embargo, el dispositivo de comunicación del Mundial sigue funcionando en todas las cabezas. También en aquellas que no van al área a buscar ningún centro.

El diseño de eliminatorias, fases de grupo y llaves con eliminación directa es un formato muy eficaz para construir cualquier relato. Ya sucedió durante la pandemia. En los días más álgidos del aislamiento social obligatorio hubo en Twitter un contagio de mundiales de cualquier cosa.

El formato de la FIFA sirvió para elegir al mejor dulce de leche, el helado imbatible o la pizzería más importante de la Argentina. Hubo mundiales de programas de radio, de galanes de telenovelas, de periodistas corruptos, de bancos con peores servicios, de culos, de canciones del rock nacional, de modelos de auto, de películas, de actores, de playas bonaerenses, de lo que fuera. El modelo del Mundial de la FIFA también funciona fuera de la cancha.

En cada uno de los asuntos de la sociedad puede aplicarse este modelo de competencia. Su éxito en la construcción de relatos de entretenimiento tiene avales suficientes como para extenderlo a cualquier tema. El artificio está preparado para que puedan participar millones de personas (con discursos individuales y colectivos) sin alterar el juego real en que pasa a ser un detalle insignificante el hecho de que sean sólo 22 tipos los que ponen el cuerpo. Esa es la gracia.

Después de todo, estas breves líneas son también parte del juego: un pasatiempo más para esperar el próximo partido.